Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 5

—?Y que habeis hecho? —dijo Andrei, sorprendido—. Hay que protestar, que exigir...

—Protestar —repitio el policia—. Exigir... ?Eres novato o que? Oye, jefe —le dijo a Donald—, detente. Me quedo aqui. —Salto del estribo y a zancadas, sin mirar atras, se dirigio a una grieta oscura entre dos casas de madera medio derrumbadas, donde a lo lejos se distinguia una farola solitaria bajo la cual habia un grupo de personas.

—Pero ?que les pasa, se han vuelto locos? —dijo Andrei, indignado, cuando el vehiculo siguio su camino—. ?Como se les ha podido ocurrir? La ciudad esta llena de maleantes y la policia va desarmada. ?No puede ser! Kensi lleva cartuchera al costado, ?que guarda ahi, los cigarrillos?

—Bocadillos —le aclaro Donald.

—No entiendo nada.

—Hubo una explicacion. «Debido a los casos, cada vez mas frecuentes, de policias asaltados por gangsteres con el fin de robarles el arma...», etcetera.

Andrei apoyo los pies con todas sus fuerzas para no saltar sobre el asiento en cada bache y medito durante un tiempo. El camino de adoquines se habia terminado.

—Creo que es una idiotez total —dijo, finalmente—. ?Que opina usted?

—Lo mismo —respondio Donald mientras con una mano encendia trabajosamente un cigarrillo.

—?Y lo dice con esa tranquilidad?

—Ya me he preocupado todo lo que me iba a preocupar. Es una explicacion muy antigua, anterior a su llegada.

Andrei se rasco la coronilla y arrugo el rostro. Quien sabe, quiza aquella explicacion tuviera algun sentido. A fin de cuentas, un policia solitario era una excelente carnada para aquellos miserables. Si se retiraban las armas, habia que retirarselas a todos. Y por supuesto, el problema no se reducia a aquella estupida explicacion, sino a que habia poca policia y escasa actividad policial; seria necesario organizar una buena redada y barrer toda aquella porqueria de un golpe. Hacer que la poblacion participara.

«Yo, por ejemplo, tomaria parte... Hay que escribirle al alcalde.» A continuacion, sus pensamientos tomaron otro camino.

—Oiga, Don, usted es sociologo. Por supuesto, yo considero que la sociologia no es una ciencia, ya se lo explique, ni siquiera un metodo. Pero esta claro que usted sabe mucho, muchisimo mas que yo. Expliqueme entonces: ?de donde ha salido toda esa porqueria que vive en nuestra ciudad? ?Como han llegado hasta aqui asesinos, violadores, ladronzuelos? ?Acaso los Preceptores no sabian a quien invitaban a venir?

—Seguramente lo sabian —respondio Donald con indiferencia, mientras pasaba a toda velocidad sobre una zanja horrorosa, llena de agua negra.

—Y, entonces, ?con que objetivo...?

—No se nace ladron. Uno se convierte en ladron. Ademas, ya lo ha oido: «?Como podemos saber que necesita el Experimento? El Experimento es eso, un experimento...». —Donald callo un momento—. El futbol es el futbol: balon redondo, terreno de juego rectangular, que gane el mejor...

Las farolas se terminaron, la parte residencial de la ciudad habia quedado atras. Entonces, a los lados del camino en mal estado, habia una hilera de ruinas abandonadas: restos de columnatas absurdas hundidas en cimientos pesimos, paredes apuntaladas con agujeros en lugar de ventanas, arbustos espinosos, montones de lenos podridos, ortigas y malas hierbas, arbolitos escualidos, semiasfixiados por las lianas entre montones de ladrillos ennegrecidos. Y despues aparecia de nuevo, delante, un resplandor nebuloso. Donald giro a la derecha, dejo espacio a un camion vacio que venia a su encuentro, derrapo en las roderas profundas, llenas de fango, y finalmente freno a pocos centimetros de los faros rojos del ultimo camion de basura de la cola. Apago el motor y miro el reloj. Andrei tambien miro el suyo. Eran casi las cuatro y media.

—Estaremos parados una hora —dijo Andrei, animado—. Vamos a ver quien tenemos ahi delante.

Otro vehiculo se aproximo por detras y se detuvo.

—Vaya solo —dijo Donald, se reclino en el asiento y se cubrio el rostro con el sombrero.

Entonces Andrei tambien se reclino, aparto el alambre del asiento y encendio un cigarrillo. Delante, la descarga avanzaba a toda maquina. Se oian los chirridos de las tapas de los bidones.

—Ocho... diez... —gritaba la voz aguda del controlados.

En un poste se balanceaba una bombilla de mil vatios, cubierta por un plato de hojalata.

—?Adonde vas, hijo de perra? —se oyo gritar de repente—. ?Ve para atras!

—?Tu, bestia ciega! ?Quieres que te rompa los dientes?

A la izquierda y a la derecha se alzaban montanas de desperdicios que se habian adherido entre si formando una masa densa, y el vientecillo nocturno difundia un horrible hedor.

—?Hola, cargamierdas! —trono de pronto una voz conocida junto al oido—. ?Como va el gran Experimento?

Se trataba de Izya Katzman en tamano natural: despeinado, gordo, desalinado y, como siempre, rebosante de una repelente alegria de vivir.

—?Lo habeis oido? Dicen que existe un proyecto para la solucion final del problema del delito. ?Eliminaran la policia! En su lugar, por la noche soltaran a la calle a los locos. Sera el final de bandidos y gamberros, ?solo a un loco se le ocurrira salir de noche a la calle!

—No tiene gracia —dijo Andrei con sequedad.

—?Que no tiene gracia? —Izya trepo al estribo y metio la cabeza en la cabina—. ?Todo lo contrario! ?Tiene muchisima gracia! No habra mas gastos adicionales. Y por la manana, los conserjes seran los encargados de llevar de vuelta a los locos a sus lugares de residencia...

—Por esa razon, a los conserjes se les dara una racion adicional, consistente en un litro de vodka —prosiguio Andrei y eso divirtio mucho a Izya, que se puso a reir con extranos sonidos guturales, a mugir y a manotear en el aire.

De repente. Donald solto un taco en voz baja, abrio su portezuela y desaparecio de un salto en la oscuridad. Al momento, Izya dejo de reirse.

—?Que le ocurre? —pregunto, inquieto.

—No lo se —respondio Andrei, sombrio—. Seguramente le has dado ganas de vomitar. Lleva varios dias asi.

—?De verdad? —Izya miro por encima de la cabina en la direccion por la que Donald habia desaparecido—. Que lastima. Es un buen hombre. Pero no acaba de adaptarse.

—?Y quien puede adaptarse?

—Yo estoy adaptado. Tu tambien. Van esta adaptado... Hace poco. Donald estaba molesto, preguntaba por que habia que hacer cola para descargar la basura. Se quejaba de que hubiera un controlador, queria saber que era lo que controlaba.

—Y tenia razon. En realidad, es una idiotez supina.