Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 67

—Se podria pensar que conoces a todas las personas inteligentes de la Ciudad —dijo Andrei.

—A proposito, no son tantos —replico Izya, metiendo la mano en el monton de papeles—. Y no hablo siquiera de que la gente inteligente casi nunca escribe a los diarios.

Se hizo el silencio, Dennis, satisfecho despues del ultimo cigarrillo, se acerco tambien al hogar y comenzo a tirar papeles al fuego en grandes montones.

—?Remueva, remueva, jefe! —dijo—. ?Con mas animo! Deme el atizador.

—En mi opinion, marcharse ahora de la ciudad es simplemente una cobardia —intervino Selma, retadora.

—Ahora tenemos que contar con cada persona honesta —coincidio Kensi—. Si nosotros nos marchamos, ?quien se queda? ?Quieres entregarle el periodico a los Dupin?

—Quedaras tu —dijo Andrei, cansado—. Puedes traer a Selma al periodico. O a Izya...

—Tu conoces bien a Geiger —le interrumpio Kensi—. Podrias utilizar tu influencia...

—No tengo la menor influencia sobre el —dijo Andrei—. Y si la tuviera, no quiero utilizarla. No se hacer esas cosas, y me repelen.

De nuevo, todos callaron. Solo se oia zumbar las llamas por el tubo de la chimenea.

—Por lo menos, que lleguen lo mas pronto posible —gruno Dennis, mientras tiraba al fuego el ultimo monton de cartas—. Quiero beber algo, no tengo fuerzas para nada, pero para beber...

—No vendran enseguida —replico Izya al momento—. Antes, llamaran. —Tiro al fuego la carta que habia estado leyendo y comenzo a pasearse por el despacho—. Dennis, usted no lo entiende, no lo sabe. ?Es un ritual! Un procedimiento disenado en tres paises hasta sus menores detalles, probado hasta la saciedad. Chicas, ?no hay nada de comer por aqui? —pregunto de repente.

—?Ahora, ahora mismo! —chillo la delgadisima Amalia, levantandose de un salto, y salio corriendo al recibidor.

—Por cierto —recordo Andrei, quien sabe por que razon—. ?Donde esta el censor?

—Tenia muchas ganas de quedarse —explico Dennis—. Pero el senor Ubukata lo echo. El censor gritaba como un loco: «?Adonde puedo ir? ?Me estais matando!». Hubo que pasarle el pestillo a la puerta para que no volviera a entrar. Al principio intento abrirla con todo el cuerpo, pero al rato se desespero y se fue. Oiga, voy a abrir un poco las ventanas. Este calor me tiene exhausto.

La secretaria regreso con una sonrisa timida en sus labios palidos, sin cosmeticos, y le tendio a Izya una bolsa de plastico transparente con unas frituras.

—?Mmm! —grito Izya y comenzo a hacer ruidos con la boca.

—?Te duelen las costillas? —pregunto Selma muy queda, inclinandose hacia Andrei.

—No —se limito a responder este. La aparto, camino hacia la mesa y en ese momento sono el telefono. Todos volvieron la cabeza y clavaron los ojos en el aparato de color blanco. El telefono continuaba sonando.

—Adelante, Andrei —dijo Kensi, impaciente.

—Si —contesto Andrei cogiendo el auricular.

—?Es la redaccion del Diario Urbano?-pregunto una voz diligente.

—Si —respondio Andrei.

—Por favor, con el senor Voronin.

—Soy yo.

Se oyo respirar a alguien y despues sonaron los pitidos del final de la comunicacion. Con el corazon latiendole con violencia. Andrei colgo el telefono cuidadosamente.

—Son ellos —dijo.

Izya mascullo algo incomprensible, asintiendo largamente con la cabeza. Andrei se sento. Todos lo miraban: Dennis, con una tensa sonrisa; Kensi, agotado y despeinado: Amalia, muy asustada; y Selma, con el rostro palido. Tambien Izya lo miraba mientras masticaba e intentaba a la vez sonreir, frotandose los dedos grasientos en los faldones de su chaqueta.

—?Que mirais? —pronuncio Andrei, con irritacion—. Largaos todos de aqui.

Nadie se movio.

—?Por que te preocupas? —dijo Izya, contemplando la ultima fritura—. Todo sera tranquilo y pacifico, como dice el tio Yura. Tranquilo y pacifico, honesto y noble... Pero no debes hacer movimientos bruscos. Como si se tratara de una cobra.

Al otro lado de la ventana se oyo el traqueteo del motor de un auto y el chirrido de los frenos.

—?Kaize, Velichenko, conmigo! —ordeno una voz penetrante—. ?Mirovich, de guardia junto a la puerta de entrada!

Y un segundo despues, se oyo como llamaban abajo dando punetazos en la puerta.

—Ire a abrir —dijo Dennis, y Kensi corrio al hogar y comenzo a revolver con todas sus fuerzas las cenizas todavia humeantes, haciendolas volar por todo el recinto.

—?No haga movimientos bruscos! —le grito Izya a Dennis, que se alejaba.

La puerta de abajo se estremecio y los vidrios temblaron, con un sonido quejumbroso. Andrei se levanto, cruzo las manos a la espalda apretandolas con todas sus fuerzas, y quedo de pie en el centro del despacho. La reciente sensacion de nausea, angustia y flojera en las piernas volvio a aduenarse de el. Abajo ceso el ruido, dejo de escucharse el golpeteo, se oyeron voces irritadas y a continuacion muchas botas comenzaron a recorrer los despachos vacios.

«Como si se tratara de todo un batallon —le paso a Andrei por la cabeza. Retrocedio y apoyo el trasero en la mesa. Le temblaban las rodillas—. No permitire que me golpeen —penso, con desesperacion—. Prefiero que me maten. No he cogido la pistola... Que lastima... ?Sera correcto no haberla cogido?»

Por la puerta, directamente frente a el, entro un hombre grueso de baja estatura, con un abrigo de buena calidad, con brazaletes blancos en las mangas y tocado con una enorme boina en la que se veia un distintivo. Calzaba botas muy brillantes, llevaba el abrigo ridiculamente cenido con un ancho cinturon del que colgaba, en el lado izquierdo, una funda amarilla totalmente nueva. Detras del hombre entraron otros mas, pero Andrei no los vio. Como encantado, contemplaba el rostro palido y abotagado, de rasgos poco precisos y ojos enrojecidos.

«Tendra conjuntivitis —le paso por la cabeza—. Y esta tan bien afeitado que el rostro le brilla como si se hubiera dado laca.»

El hombre de la boina examino rapidamente el despacho y clavo despues los ojos en Andrei.

—?El senor Voronin? —pronuncio, con voz muy aguda y entonacion interrogativa.

—Soy yo —alcanzo a decir Andrei con gran esfuerzo, mientras se agarraba del borde de la mesa con ambas manos.

—?El redactor jefe del Diario Urbano?

—Si.

El hombre de la boina saludo con dos dedos, con gesto habil, pero como al paso.