Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 37
Atravesaron la ciudad, dejaron atras la fabrica de conservas, pasaron a un lado del desierto parque urbano, abandonado, marchito, lleno de plantas podridas por la humedad, cruzaron frente al estadio, donde los Hermanos de Raciocinio, enfangados hasta la nariz, pateaban tercamente balones hinchados con botas hinchadas, y salieron a la carretera que llevaba al sanatorio. En torno a ellos, tras la cortina de la lluvia, se extendia la estepa mojada, plana como una mesa, que alguna vez fue seca, quemada por el sol, espinosa, y ahora se convertia lentamente en una cienaga.
—Su alusion me ha recordado una conversacion —dijo Viktor—, con un consejero del senor Presidente, el que se dedica a temas de ideologia estatal. Su excelencia me convoco a su modesto despacho, de treinta por veinte metros, y me pregunto: «Viktor, ?quiere seguir teniendo un pedazo de pan con mantequilla?». Naturalmente, mi respuesta fue afirmativa. «?Entonces, deje de armar ruido!», grito su excelencia, y me echo con un gesto de la mano.
—?Y que ruido era el que armaba? —Golem sonrio, burlon.
—Su excelencia aludia a mis ejercicios con la mandolina en clubes juveniles.
—?Por que esta tan seguro de que yo no soy un provocador? —pregunto Golem, inclinandose hacia el con ojos entrecerrados.
—Pues no estoy seguro de eso —objeto Viktor—. Simplemente, me da lo mismo. Ademas, ahora no se dice «provocador». Es un arcaismo. Ahora, todas las personas cultas dicen «trompeta».
—No percibo la diferencia.
—Practicamente, yo tampoco. Entonces, no le demos a la lengua. ?Se ha restablecido su paciente?
—Mis pacientes nunca se restablecen.
—?Tiene usted una reputacion excelente! Pero yo le pregunto por aquel pobre hombre que cayo en un cepo. ?Como tiene la pierna?
—?De cual de ellos me habla? —pregunto Golem tras un corto silencio.
—No entiendo. Por supuesto, del que cayo en un cepo.
—Fueron cuatro —dijo Golem, con la vista clavada en el camino, cubierto por la lluvia—. Uno cayo en un cepo, al otro lo trajo usted cargado, al tercero me lo lleve en el coche, y por el cuarto, hace poco armo usted una pelea en el restaurante.
Viktor, anonadado, quedo en silencio. Golem tambien callaba. Conducia con mucha destreza, eludiendo los numerosos baches del viejo pavimento.
—Bueno, no se ponga tan tenso —dijo, finalmente—. Era una broma. Fue uno solo. La pierna se le curo esa misma noche.
—?Eso tambien es una broma? —pregunto Viktor—. Ja, ja, ja. Ahora entiendo por que sus enfermos nunca se restablecen.
—Mis enfermos nunca se restablecen por dos razones. Primero, como todo medico decente, no se como curar enfermedades geneticas. Y segundo, no quieren restablecerse.
—Es curioso —mascullo Viktor—. He oido tantas cosas de esos leprosos que ahora le juro por Dios que estoy preparado para creer cualquier cosa: en la lluvia, en los gatos, en que un hueso fragmentado puede soldarse en una noche.
—?En los gatos? —pregunto Golem.
—Si. ?Por que no quedan gatos en la ciudad? Los mohosos tienen la culpa. Teddy se esta arruinando a causa de los ratones... Usted deberia aconsejarles a los mohosos que se llevaran tambien los ratones de la ciudad.
—?Como el flautista de Hamelin? —pregunto Golem.
—Exactamente. Asi mismo —respondio Viktor con ligereza, pero al momento recordo como terminaba la historia del flautista—. Esto es muy serio. Hoy he tenido un encuentro en el gimnasio con los ninos. Y he visto como recibian a un mohoso. Ahora no me asombrare si un dia aparece un mohoso con un acordeon en la plaza de la ciudad y se lleva a los ninos al diablo.
—No se asombrara. ?Y que mas hara?
—No se. Podria quitarle el acordeon.
—?Y tocar usted mismo?
—Si —Viktor suspiro—. Seguramente. No tengo nada que atraiga a esos ninos, eso lo he comprendido. Seria interesante saber como los atraen. ?Usted lo sabe, Golem?
—Viktor, deje de armar ruido.
—Como quiera. Usted se esfuerza por eludir mis preguntas y lo hace muy bien, eso lo he notado. Que tonteria. De todos modos, me enterare y usted perdera la posibilidad de darle a esta informacion el tinte emocional que desee.
—?Secreto medico! —pronuncio Golem—. Ademas, yo no se nada. Solamente puedo tratar de adivinar.
Piso el freno. Delante de ellos, tras el telon de la lluvia, aparecieron unas figuras que se encontraban de pie en el camino. Tres figuras grises, y una senal gris, con un indicador: leproseria, 6 km, y sanatorio manantiales calidos, 2,5 km. Las figuras bajaron al arcen: eran un hombre adulto y dos ninos.
—Detengase —dijo Viktor, que se habia vuelto ronco de repente.
—?Que pasa? —Golem freno.
Viktor no respondio. Miraba a la gente de pie junto a la senal: al corpulento leproso de negro, que vestia un chandal empapado; al chico que iba tambien sin impermeable, con un trajecito del que chorreaba agua y unas sandalias, y a la pequena, descalza, con el vestido pegado al cuerpo. La lluvia y el viento le golpearon el rostro, trago agua incluso, pero no se dio cuenta. Sintio que era presa de una rabia incontenible, de un violento deseo de destrozarlo todo, comprendio que estaba a punto de cometer una tonteria, pero esa comprension solo lo alegraba. Caminando con rigidez se acerco al leproso.
—?Que ocurre aqui? —dijo, masticando las palabras, y al momento se volvio hacia la nina que lo miraba asombrada—: Irma, monta inmediatamente en el coche. —Miro de nuevo al leproso—: ?Que esta haciendo, demonios? —Nuevamente, se dirigio a Irma—. Vamos, al coche, no te lo voy a repetir.
Irma no se movia del sitio. Los tres seguian alli parados, como antes. Los ojos del leproso parpadeaban serenamente por encima de la venda negra.
—Es mi padre —explico Irma despues, con una entonacion indefinida.
Y de repente, Viktor se dio cuenta, comprendio con claridad absoluta que alli no podia gritar ni golpear a nadie, que no podia amenazar, agarrar por el cuello del impermeable ni arrastrar a nadie... en general, no podia perder el control.
—Irma, ve al coche, estas toda mojada —dijo, muy sereno—. Bol-Kunats, en tu lugar yo tambien montaria en el coche.
Estaba seguro de que Irma obedeceria, y eso fue lo que hizo. Pero no como el hubiera querido. No, no se trataba de que ella hubiera intercambiado una mirada con el leproso, pidiendole permiso para irse, pero a Viktor le quedo una leve impresion como si hubiera ocurrido cierto intercambio de opiniones, cierta consulta instantanea, cuyo resultado fue que la cuestion se decidiera a su favor. Irma levanto la nariz y fue hacia el coche.