Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 7
— ?Alto-o-o-o-o! ?Quien va-a-a-a? ?Vo-o-s, noble Do-o-on!
Rumata, con la barbilla desdenosamente levantada, siguio adelante sin mirarlo siquiera.
— …pero si su lengua no lame la bota que debe — prosiguio en voz alta -, entonces hay que cortarla, pues ha sido dicho: «tu lengua es mi enemigo».
Kiun iba escondiendose tras la grupa del caballo y andando a grandes zancadas. Rumata veia con el rabillo del ojo como su calva estaba perlada de sudor.
— ?Alto, he dicho-o-o-o-o! — volvio a gritar el miliciano.
Inmediatamente se le oyo rodar por las escaleras, armando gran estrepito con el hacha y lanzando votos a Dios, al diablo y a toda la noble canalla.
Seran unos cinco, penso Rumata mientras tiraba de sus punos. Son unos borrachos carniceros. Es absurdo.
Dejaron atras el albergue y torcieron hacia el bosque.
— Si es necesario, puedo ir mas aprisa — dijo Kiun, con acento falsamente decidido.
— ?Absurdo! — repitio Rumata en voz alta, deteniendo el caballo -. Seria absurdo haber cabalgado tantos kilometros sin entablar combate ni una sola vez. ?Tu nunca sientes deseos de pelear, Kiun?
— No, noble Don. Nunca he sentido ese deseo.
— Eso es lo malo — murmuro Rumata, mientras hacia dar media vuelta al animal y se ajustaba tranquilamente los guantes.
Por la curva aparecieron dos jinetes, que al verlo se detuvieron en seco.
— ?Hey, vos, noble Don! — empezaron a gritar -. ?Mostrad vuestro salvoconducto!
— ?Patanes! — replico Rumata con voz cristalina -. ?Para que quereis mi salvoconducto, si sois analfabetos? — apreto con las rodillas al caballo y, al trote, fue al encuentro de los milicianos. Estan acobardados, penso: titubean. Al menos les dare un par de guantazos… No, no vale la pena. Aunque me gustaria desahogar un poco el odio que he ido acumulando durante todo el dia. Pero no vale la pena. Hay que seguir siendo humano, hay que saber perdonar y permanecer tranquilo, como los dioses. Que hieran y profanen si quieren: nosotros seguiremos tan tranquilos, como los dioses. Los dioses no tienen por que apresurarse, disponen ante si de toda la eternidad.
Con estos pensamientos llego al lugar donde estaban los milicianos. Estos levantaron sus hachas, confusos y retrocedieron.
— ?Y bien? — pregunto Rumata lentamente.
— ?Oh! Sois vos — dijo el primer soldado, indeciso -. No os habiamos reconocido. ?Sois realmente el noble don Rumata?
El segundo soldado hizo dar media vuelta a su caballo y huyo al galope. El primero seguia retrocediendo, tras bajar el hacha.
— Os pedimos mil perdones, noble Don — dijo rapidamente -. Nos equivocamos. Fue un error. Los chicos han bebido un poco y estan deseando… ya sabeis… — empezo a alejarse, haciendo andar a su animal de costado -. Vos comprendereis… los tiempos son malos…Tenemos que dar caza a los ilustrados que huyen… No querriamos que el noble Don presentara una queja…
Rumata le volvio la espalda.
— ?Llevad buen viaje, noble Don! — le deseo el miliciano, como si se quitara un peso de encima.
Cuando se hubo alejado lo suficiente, Rumata llamo a media voz:
— ?Kiun!
Nadie respondio.
— ?Eh, Kiun!
Tampoco esta vez recibio respuesta. Entonces aguzo el oido y, entre el incesante zumbar de los mosquitos, distinguio un susurro entre los arbustos. Seguramente Kiun se estaba abriendo paso apresuradamente hacia el oeste, donde a unos treinta kilometros de alli se hallaba la frontera irukana. Y esto es todo, se dijo Rumata. Se acabo la conversacion. Siempre ocurre lo mismo. Un control, un prudente intercambio de parabolas de doble sentido… Uno pierde semanas enteras en charlas triviales con toda esa chusma, y cuando tropieza con un hombre de verdad no puede cambiar con el dos palabras.
Hay que protegerlo, salvarlo, mandarlo a sitio seguro… Y lo mas triste es que uno lo ve marchar sin que el otro haya acabado de comprender si fue realmente un amigo el que lo ayudo o tan solo un degenerado engreido. Y lo mismo le ocurre a uno, que se queda tambien sin saber nada de el, de lo que realmente quiere, de lo que puede hacer, de lo que persigue en su vida.
Recordo las noches de Arkanar. En las calles principales se ven buenas mansiones de piedra. Un farol acogedor brilla sobre la puerta de una taberna. Dentro de ella hay unos tenderos placidos y bien alimentados que beben cerveza sentados ante unos veladores limpios, y razonan sobre lo bien ordenado que esta el mundo; baja el precio del pan, sube el de las armaduras, las conspiraciones se descubren a tiempo, los hechiceros y los intelectuales sospechosos son empalados, el Rey se muestra majestuoso y sereno como siempre, y Don Reba infinitamente listo y siempre alerta. «Parece mentira las cosas que inventan. ?Dicen que el mundo es redondo! Por mi, como si quieren que sea cuadrado. Pero por favor, que no vayan por ahi turbando los animos.» «?La lectura, la lectura es la que tiene culpa de todo esto, amigos! La felicidad, dicen, no esta en el dinero; los plebeyos son tan seres humanos como los nobles; y asi cada vez mas, hasta que llegan a los panfletos y luego a las revueltas…» «?Hay que empalarlos a todos, amigos! ?Sabeis lo que haria yo? Yo preguntaria sin rodeos: ?Sabes leer? ?Si? ?Pues al palo! ?Haces versos? ?Al palo! ?Sabes la tabla? ?Al palo, sabes demasiado!» «?Hey, tu, gordinflona, trae tres jarras y una racion de conejo asado!». Mientras, por la empedrada calle se oye el resonar de las botas claveteadas de los muchachos de las camisas grises, con el rostro encendido y las pesadas hachas al hombro. «?Amigos, ahi van nuestros defensores! ?Van ellos a consentir que pase algo? ?Nunca en su vida! ?Miren al mio alla, en el flanco derecho! Ayer le di la ultima paliza. ?Si, amigos mios, se acabaron los tiempos agitados! ?Vivan las Milicias Grises! ?Viva la seguridad del trono, el bienestar, la tranquilidad inalterable y la justicia! ?Viva Don Reba! ?Viva el Rey, nuestro Senor! ?Ah, que vida tan magnifica!»
Y mientras, por las negras llanuras del reino de Arkanar iluminadas por las llamas de los incendios, por caminos y veredas, comidos por los mosquitos, con los pies ensangrentados, sudorosos y cubiertos de polvo, extenuados, atemorizados, desesperados, pero aferrados a su unico ideal, huyen, caminan, se arrastran, burlando los puestos de vigilancia, centenares de infelices declarados fuera de la ley por saber y querer ensenar y curar a su pueblo, agotado por las enfermedades y sumido en la ignorancia; por saber hacer de piedras y barro, como si fueran dioses, una nueva naturaleza que pueda adornar la vida de un pueblo que no sabe lo que es la belleza; por querer descubrir los secretos de la naturaleza para ponerlos al servicio de su pueblo, torpe y atemorizado por antiguas historias demoniacas. Son gente indefensa, generosa, poco practica quiza, cuyo unico delito ha sido adelantarse mucho a su epoca.