Samarcanda - Maalouf Amin. Страница 52
Se interrumpio.
– ?Es usted arqueologo?
– No, esta ciudad me atrae por otras razones.
– ?Seria indiscreto preguntar cuales son?
Le hable del Manuscrito , de los poemas, de la cronica, de las pinturas que evocaban a los amantes de Samarcanda.
– ?Cuanto me gustaria ver ese libro! ?Sabe usted que todo lo que existia en esa epoca fue destruido? Como por una maldicion. Las murallas, los palacios, los huertos, los jardines, los canales, los lugares de culto, los libros, los principales objetos de arte. Los monumentos que hoy admiramos fueron construidos mas tarde por Tamerlan y sus descendientes, tienen menos de quinientos anos. Pero de la epoca de Jayyam solo quedan algunos trozos de ceramica, y como me acaba usted de informar, ese Manuscrito , milagroso superviviente. Es un privilegio para usted poder tenerlo entre sus manos consultarlo a placer. Un privilegio y una gran responsabilidad.
– Creame, soy consciente de ello. Desde hace anos, desde que me entere de que ese libro existia, solo vivo para el. Me ha llevado de aventura en aventura, su mundo se ha convertido en el mio y su depositaria en mi amante.
– ?Y ha hecho usted este viaje hasta Samarcanda para conocer los lugares que describe?
– Esperaba que los habitantes de la ciudad me indicaran al menos el emplazamiento de los antiguos barrios.
– Siento tener que decepcionarle -prosiguio mi interlocutor-, pero sobre la epoca que le apasiona solo oira leyendas y cuentos de genios y de divs . Esta ciudad los cultiva con delectacion.
– ?Mas que otras ciudades de Asia?
– Me temo que si. Me pregunto si la proximidad de estas ruinas no exacerba naturalmente la imaginacion de nuestros miserables contemporaneos. Y ademas, existe esa ciudad oculta bajo tierra. En el transcurso de los siglos, ?cuantos ninos se habran caido en las grietas sin reaparecer jamas, cuantos ruidos extranos se habran oido, o creido oir, procedentes segun toda apariencia de las entranas de la tierra! Fue asi como nacio la mas famosa leyenda sobre Samarcanda, la que tiene mucha culpa del misterio que envuelve el nombre de esta ciudad.
Yo le dejaba hablar.
– Se dice que un rey de Samarcanda quiso realizar el sueno de todo ser humano: escapar de la muerte. Convencido de que esta venia del cielo y deseoso de actuar de manera que jamas pudiera alcanzarle, se construyo un palacio bajo tierra, un inmenso palacio de hierro cuyos accesos cerro. Fabulosamente rico, se habia forjado, igualmente, un sol artificial que salia por la manana y se ponia por la tarde, para calentarle e indicarle el paso de los dias. Desgraciadamente, el dios de la muerte consiguio burlar la vigilancia del monarca y se deslizo al interior del palacio para realizar su trabajo. Tenia que probar a todos los humanos que ninguna criatura escapa de la muerte, sea cual sea su poder o su riqueza, su habilidad o su arrogancia. Samarcanda se convirtio asi en el simbolo del encuentro ineluctable entre el hombre y su destino.
Despues de Samarcanda, ?adonde ir? Para mi significaba el ultimo extremo de Oriente, el lugar de la mayor fascinacion y de una insondable nostalgia. En el momento de abandonar la ciudad, decidi, pues, regresar a mi casa; deseaba volver a Annapolis, pasar alli algunos anos sedentarios para descansar de mis viajes y mas adelante marcharme de nuevo.
Por lo tanto, forme el mas loco de los proyectos: volver a Persia, recoger a Xirin y el Manuscrito de Jayyam antes de ir a perdernos juntos, ignorados, en alguna gran metropolis, Paris, Viena o Nueva York. Vivir ella y yo en Occidente al ritmo de Oriente, ?no seria el paraiso?
En el camino de regreso estuve constantemente solo y ausente, preocupado unicamente de los argumentos que expondria a Xirin. Partir, partir, diria ella con desaliento, ?no puedes contentarte con ser feliz? Pero yo no perderia la esperanza de barrer sus reticencias. Cuando el cabriole alquilado al borde del Caspio me deposito en Zarganda ante mi puerta cerrada, ya estaba alli un automovil, un Jewel-40, que ostentaba justo en medio del capo una bandera estrellada. El chofer se apeo y se informo sobre mi identidad. Tuve la estupida impresion de que me esperaba desde mi partida, pero me aseguro que solo estaba alli desde por la manana.
– Mi senor me dijo que me quedara aqui hasta su regreso.
– Hubiera podido volver dentro de un mes o un ano o tal vez nunca.
Mi estupor no le perturbo.
– ?Pero como ya esta aqui…
Me tendio una nota garrapateada por Charles W. Russel, ministro plenipotenciario de los Estados Unidos.
«Estimado senor Lesage, Me sentiria muy honrado si pudiera usted venir a la Legacion esta tarde a las cuatro. Se trata de un asunto importante y urgente. Le he ordenado a mi chofer que se ponga a su disposicion.»
XLIV
D os hombres me esperaban en la Legacion, con la misma impaciencia contenida. Russel, con traje gris, pajarita tornasolada y bigotes caidos parecidos a los de Theodore Roosevelt pero mas cuidadosamente recortados; y Fazel con su eterna tunica blanca, capa negra, turbante azul. Por supuesto, fue el diplomatico el que inauguro la sesion en un frances inseguro pero correcto.
– La reunion que se esta manteniendo hoy es de las que modifican el curso de la historia. Por medio de nuestras personas dos naciones se encuentran desafiando distancias y diferencias: los Estados Unidos, que forman una nacion joven pero una vieja democracia, y Persia, que es una vieja nacion, varias veces milenaria, pero una jovencisima democracia.
Una pizca de misterio, una vaharada de solemnidad, y antes de proseguir, una ojeada hacia Fazel para asegurarse de que no le molestaban las palabras.
– Hace algunos dias fui invitado al Club Democratico de Teheran, donde exprese a mi auditorio la profunda simpatia que siento por la revolucion constitucional. Este sentimiento es compartido por el presidente Taft y por Mr. Knox, nuestro Secretario de Estado. Debo anadir que este ultimo esta al corriente de nuestra reunion de hoy y que espera de mi que le informe telegraficamente de las conclusiones a las que hayamos llegado.
Dejo a Fazel la tarea de explicarme:
– ?Recuerdas aquel dia que quisiste convencerme de que no opusiera resistencia a las tropas del zar?
– ?Aquel incordio!
– Nunca te lo he reprochado. Hiciste lo que debias y en cierto sentido tenias razon. Pero desgraciadamente, lo que yo temia se ha producido. Los rusos jamas abandonaron Tabriz, la poblacion esta sometida a continuas vejaciones, los cosacos arrancan el velo a las mujeres en las calles y a los «hijos de Adan» se les, encarcela al menor pretexto.
Sin embargo, hay algo mas grave aun. Mas grave que la ocupacion de Tabriz, mas grave que la suerte de mis, companeros. Nuestra democracia corre el riesgo de zozobrar. Russel ha dicho «joven», pero podria haber anadido «fragil», «amenazada». En apariencia todo va bien, el pueblo es mas feliz, el bazar prospera, los religiosos se muestran conciliadores. Sin embargo, haria falta un milagro para impedir que se derrumbara el edificio. ?Por que? Porque nuestras arcas estan vacias, como en el pasado. El antiguo regimen tenia una forma muy extrana de recaudar los impuestos. Arrendaba cada provincia a cualquier buitre, que sangraba a la poblacion y se guardaba el dinero para el, contentandose con separar una parte para comprar protecciones en la corte.
De ahi vienen todas nuestras desgracias. Como el tesoro esta agotado, se pide prestado a los rusos y a los ingleses, que para poder reembolsarse su prestamo obtienen concesiones y privilegios. Por esa via se introdujo el zar en nuestros asuntos y asi hemos vendido a precio de saldo nuestras riquezas. El nuevo poder se enfrenta al mismo dilema que los antiguos dirigentes: si no. consigue recaudar los impuestos a la manera de los paises modernos, tendra que aceptar la tutela de las potencias. Para nosotros lo mas urgente es sanear nuestras finanzas. La modernizacion de Persia pasa por ahi; la libertad de Persia tiene ese precio.
– Si el remedio es tan evidente, ?a que se espera para aplicarlo?
– Ningun persa es hoy capaz de dedicarse a semejante tarea. Es triste decirlo con respecto a una nacion de diez millones de habitantes, pero no se puede subestimar el peso de la ignorancia. Aqui, solo un punado hemos recibido una ensenanza moderna parecida a la de los altos funcionarios en las naciones avanzadas. El unico campo en el que tenemos numerosas personas competentes es el de la diplomacia. Para lo demas, ya se trate del ejercito, de los transportes y sobre todo de las finanzas, no hay mas que la nada. Si nuestro regimen pudiera mantenerse veinte, treinta anos, formaria sin duda una generacion capaz de encargarse de todos esos sectores. Mientras tanto, la mejor solucion que se nos presenta es recurrir a extranjeros honrados y competentes. No es facil encontrarlos, ya lo se. En el pasado tuvimos las peores experiencias con Naus, Liakhov y muchos otros. Pero no pierdo la esperanza. He hablado de este tema con algunos colegas en el Parlamento y en el Gobierno y hemos pensado que Estados Unidos podria ayudarnos.
– Me siento halagado- dije espontaneamente-, pero ?por que mi pais?
Charles Russel reacciono a mi observacion con un movimiento de sorpresa y de inquietud que la respuesta de Fazel no tardo en aplacar.
– Hemos pasado revista una a una a todas las potencias. Los rusos y los britanicos prefieren precipitarnos a la bancarrota para dominarnos mejor. Los franceses estan demasiado preocupados con sus relaciones con el zar como para que les importe nuestra suerte. En general, toda Europa esta presa en un juego de alianzas y contraalianzas en el que Persia no seria mas que una vulgar moneda de intercambio, un peon en el tablero de ajedrez. Unicamente Estados Unidos podria interesarse por nosotros sin intentar invadirnos. Por lo tanto me dirigi a Russel y le pregunte si conocia a un americano capaz de consagrarse a una tarea tan dificil. Tengo que reconocer que fue el quien menciono tu nombre. Me habia olvidado completamente de que habias hecho estudios financieros.
– Me siento halagado por esta confianza -respondi-, pero desde luego no soy el hombre que necesitais. A pesar del diploma que obtuve, soy un mal financiero y nunca tuve la ocasion de poner a prueba mis conocimientos. Habra que reprocharselo a mi padre, que construyo tantos barcos que no tuve necesidad de trabajar para vivir. En mi vida no me he ocupado mas que de las cosas esenciales, es decir, futiles: viajar y leer, amar y creer, dudar, luchar. Y a veces, escribir.