Los Jardines De Luz - Maalouf Amin. Страница 32

Pero Sapor no lo entendio asi. En cuanto se propago la noticia, convoco a su hijo a Ctesifonte, y alli, ante una multitud de estupefactos cortesanos, le acuso de desobediencia, le tacho de libertino e incapaz y luego ordeno que le encerraran en un pabellon de caza.

Ese dia, mientras los jinetes de la guardia imperial iban a buscar a Bahram, otro destacamento tomaba el camino de Kengavar, donde se encontraba Mani, a fin de llevarle con urgencia a la capital. Con urgencia y solo. Como Sapor no habia tolerado jamas la mas leve ofensa a la dignidad de su cargo, desde el momento en que su hijo habia sido humillado en publico, nadie se aventuraba a imaginar que trato se infligiria a aquel que, segun la opinion general, era el culpable de los desordenes.

Antes de separarse de sus companeros, el hijo de Babel les hizo recomendaciones para que prosiguieran la obra emprendida. Quiso decir una palabra a cada uno de sus allegados, pero el oficial le conmino a abreviar su despedida.

Cuatro

Cuando Mani se presento en el palacio, le condujeron al despacho del darbadh que dirigia la casa imperial. Este le hizo esperar algunos minutos, se ausento y, a su regreso, le rogo que le siguiera. Sin embargo, no le llevo al salon del Trono, sino, despues de atravesar dedalos y jardines, hasta una puerta baja cincelada que cerro rapidamente tras el.

A Mani le costo trabajo reconocer a Sapor en ese hombre que estaba sentado en aquella habitacion sin lujos. Esta vez no habia derroche de oro. Desde luego, sus ropas estaban hechas con telas nobles que exhalaban la armonia de los motivos simetricos, pero no habrian desentonado sobre los hombros de un cortesano, como tampoco los largos cabellos rizados, perfumados con sandalo. Los gestos estaban desprovistos de la elegancia circunspecta de las audiencias solemnes, y los dedos, acostumbrados a las leves senas de mando, parecian consolarse de su inutilidad triturando las bolas rosaceas de un pasatiempo.

Al descubrir, como con un relampago tardio, que se encontraba en presencia del monarca divinizado, el hijo de Babel puso la rodilla en tierra rebuscando en su manga para sacar el panuelo ritual.

– Deja ese padham , Mani, hay alientos menos puros que el tuyo. Y levantate, ven a sentarte a mi derecha en este cojin.

Aunque continuara dando ordenes sucesivas, la voz se habia suavizado y sonaba temblorosa. Sin duda, debido a la incomodidad del actor que acaba de emerger de su papel.

– Los informes que me llegan de las provincias afirman que tus ensenanzas se propagan, que en las grandes ciudades comunidades enteras te invocan. En este palacio, algunas personas se alegran de tus exitos, otras se angustian o se indignan a causa de los incidentes que se multiplican.

Mani no penso en justificarse. El soberano no parecia esperar una respuesta, sino sopesar las palabras que pronunciaria a continuacion.

– Lo que ha sucedido hasta ahora me preocupa poco; temia resistencias mucho mas brutales que las chiquilladas de mi hijo.

– Por mi, ese episodio esta olvidado. Cada dia que me alejo de el es un siglo; no guardo ningun rencor.

– En eso estas equivocado, la vida me ha ensenado lo contrario. La existencia es un rosario de dudas, una sucesion de arreglos de cuentas que se pueden saldar con mezquindad o con magnanimidad, pero que se tiene el deber de saldar. La impunidad me resulta insoportable, aunque sea yo el beneficiario, y, como guardian del Imperio, no tengo derecho a tolerarla. Mi hijo pagara durante mucho tiempo su debilidad de alma y su desobediencia.

El tono de las ultimas frases situaba de nuevo a Mani en presencia del Sapor del salon del Trono.

– ?No perdonais jamas?

– Unicamente a aquellos a los que mi misericordia aplastaria mas dolorosamente que el castigo. Mi hijo mayor no tiene ese temple. A ti tambien tengo algo que reprocharte.

La transicion fue tan brusca que Mani se sobresalto.

– ?Como dejaste que Bahram te humillara asi? ?Has olvidado que viajas y ensenas por todo el Imperio bajo mi proteccion, que llevas contigo mi confianza y mi autoridad y que al permitir que se mofen de ellas es a mi a quien rebajas?

Una vez pasado el instante de sorpresa, el hijo de Babel se irguio y dijo con una voz llena de orgullo y de desafio:

– Tengo tambien otro mentor, un protector celeste que no teme el insulto.

Sapor solto una risa breve y afectada, que en su rostro adquiria un valor de excusa.

– No te he pedido que vinieras para sermonearte. Me he irritado como me irrito cada vez que hablo de ese hijo. Le guardo rencor por burlarse de la proteccion que yo te habia ofrecido y, sobre todo, me entristece verle convertirse en un juguete en las manos de los magos de Media.

«Comprendeme, no siento hostilidad hacia los magos, ya que un ser como Juvanoe ha estado mas cerca de mi que mi padre; me enseno todo lo que se, y en el no hay mas que pureza, lealtad y sabiduria; pero no todos tienen ese temple. Por un mago que se sacrifica hay cuarenta que solo suenan con el poder y que no viven mas que para conspiraciones e intrigas. Dictan a todo el mundo como vestir, comer, beber, toser, eructar, llorar, estornudar, que formula farfullar en cada circunstancia, que mujer desposar, en que momento evitarla o abrazarla, y de que manera. Hacen que grandes y chicos vivan en el terror de la impureza y de la impiedad.

»Se han apropiado de las mejores tierras de cada region, han amasado riquezas, sus templos rebosan de oro, de esclavos y de grano; cuando el hambre hace estragos, son los unicos que no la sufren. A lo largo de los reinados, han ido acumulando prerrogativas. No hay un adolescente que sepa alinear dos caracteres sin que un mago le haya guiado la mano; no puede concluirse un acto de venta sin que ellos perciban su parte, ni puede resolverse un litigio sin su arbitraje. Los magos tambien deciden si un decreto real es conforme a la ley divina, ley que, evidentemente, ellos interpretan a su conveniencia. Pero me resigno, evito contrariarlos, no intento privarlos de esos privilegios excesivos. ?Te imaginas al rey de reyes capaz de tanta paciencia?

Mani se sorprendio esbozando un gesto de compasion, mientras el senor del Imperio proseguia su acusacion.

– ?Crees que todo esto les basta? ?Seria no conocer a los magos de Media! Es el Trono, es mi Trono lo que codician, ni mas ni menos, y como no pueden apoderarse de el, quieren envilecerlo y someterlo a su agobiante tutela.

»Un dia que mi padre, el divino Artajerjes, consumido por la fiebre, sentia la muerte proxima, los magos mas eminentes vinieron a la cabecera de su lecho llevando como un tesoro algunas paginas copiadas del Avesta que se pusieron a recitar con gran solemnidad en medio de un sofocante humo de incienso. ?Que querian? ?Reconfortar a su senor, hacerle menos penosas esas horas que le quedaban? ?Describirle un mundo mejor en el que olvidaria sus sufrimientos, en el que ocuparia un lugar entre los gloriosos soberanos del pasado? No, nada de todo eso les habria hecho acudir desde todos los rincones del Imperio. Si se habian desplazado era con el unico objetivo de hacer firmar a mi padre, envejecido y debilitado, un edicto que autorizaba al jefe de los magos a designar el sucesor al Trono. Por supuesto, el asunto estaba presentado de otra manera: segun el Avesta, los angeles del Cielo son lo unicos que tienen la facultad de nombrar al futuro rey de reyes, pero, segun otro pasaje del Avesta, la eleccion de los angeles debe ser comunicada al jefe de los magos, quien se encarga de informar a los hombres.

«Tratandose de mi, el problema no se planteaba; yo he contribuido tanto como mi padre a edificar este Imperio y compartio el Trono conmigo cuando aun vivia. Pero cuando yo ya no este aqui, los magos restableceran esa extravagante disposicion. Por otra parte, andan murmurando al oido de mis hijos y de mis hermanos que cualquiera que ambicione acceder un dia al poder, debera doblegarse a sus deseos. ?Comprendes ahora mi colera cuando veo a uno de mis protegidos humillado por Bahram bajo la mirada satisfecha de los magos? No dudo que tengas otro mentor, Mani, que esta muy por encima de las codicias terrestres, muy por encima de los rencores, pero es mi proteccion la que pediste, medico de Babel. Yo te la ofreci y tu la aceptaste, y te has valido de ella en todas las regiones que has visitado. ?No tienes ya derecho a abandonar! ?Ni a traicionarme!

?Abandonar? ?Traicionar?

– El Cielo ha querido que yo viniera a este palacio, que mi esperanza floreciera en el seno de este Imperio bajo este reinado bendito. ?Por que querria yo traicionaros?

– Sin duda, no tienes intencion de traicionarme, pero me has traicionado.

Mani no comprende, tanto menos cuanto que el tono es benevolente, casi amistoso, sin relacion alguna, en todo caso, con una acusacion tan grave.

– Has venido a hablarme, Mani, de una fe nueva que, respetando la sabiduria de Zoroastro y el culto a Ahura Mazda, prohibiria a los hombres de religion poseer tierras y oro, y los confinaria en la oracion, la ensenanza y la meditacion. Tu querrias ver triunfar esa fe porque ese es el mensaje que te ha sido revelado, y yo deseo igualmente verla propagarse porque conviene a la dinastia. Tu predicas la armonia entre los pueblos y las creencias para obedecer las ordenes del Altisimo, y yo invoco en mis deseos la misma armonia, porque es necesaria para la cohesion del Imperio y su prosperidad. El Cielo y yo perseguimos la misma presa, Mani, y fuiste tu quien me lo hizo comprender. El Cielo y yo encontramos los mismos enemigos cruzados en nuestro camino. Quiero combatirlos, aniquilarlos, y esperaba encontrar en ti al aliado providencial, pero tu te obstinas en traicionarme.

Mani esta desconcertado. En cuanto cree comprender, Sapor se encarga de confundirle. Ante cualquier otra persona que no fuera el rey de reyes habria explotado, pero en esta circunstancia tiene que mostrar su colera de una manera encubierta.

– Sigo sin comprender en que he podido traicionaros, pero si lo he hecho, mi castigo es la muerte y estoy dispuesto a afrontarla.

El soberano echo la cabeza hacia atras. Se habria dicho que ponia por testigo al rayo de sol que se introducia por el tragaluz labrado a modo de roseton. Se enrosco en los dedos su rosario de perlas y luego confeso:

– Siento mas afecto por ti que por mis propios hijos. Mientras yo viva, ninguna mano se alzara contra ti, ni la mia ni ninguna otra, pero ?por que te obstinas en hablar de abolir las castas?

Asi que era eso, se dijo Mani, casi feliz de haber comprendido al fin a donde queria ir a parar Sapor. Estaba poniendo en orden sus ideas para justificarse, cuando el monarca le dispenso de ello.