Anaconda - Quiroga Horacio. Страница 34

?De que, pues, me quejo?

Surgen nitidas las palabras de mi amigo: "De negocios los sudamericanos no entienden ni el abece".

?Ni de faldas, senor Burns! Porque si me falto dignidad para vestirme ante ella de pavo real, siento que me sobra verguenza para continuar recibiendo por mas tiempo una sonrisa que esta aspirando sobre mi cara triguena la inmensa pampa alfalfada. Conte con muchas cosas; pero con lo que no conte nunca es con este rubor tardio que me impide robar -aun tratandose de faldas- un beso, un roce de vestido, una simple mirada que no conquiste pobre.

He aqui a lo que he llegado. Duerme, corazon, ?para siempre!

Imposible. Cada dia la quiero mas, y ella… Precisamente por esto debo concluir. Si fuera ella a esta regia aventura matrimonial con indiferencia hacia mi, acaso hallara fuerzas para llegar al fin. Negocio contra negocio. Pero cuando muy cerca a su lado encuentro su mirada, y el tiempo se detiene sobre nosotros, sonando el a su vez, entonces mi amor a ella me oprime la mano como a un viejo criminal y vuelvo en mi.

?Amor mio! Una vez cante;Ciao! porque tenia todos los triunfos en mi juego. Los rindo ahora, mano sobre mano, ante una ultima trampa mas fuerte que yo: sacrificarte.

Llevo la vida de siempre, en constante sociedad con Dorothy Phillips, Burns, Stowell, Chaney del cual he obtenido todos los informes apetecidos sobre las viboras de cascabel y su manera de morder.

Aunque el calor aumenta, no hay modo de evitar el bar a la salida del taller. Cierto es que el hielo lo congela aqui todo, desde el chicle a los ananas. Rara vez como solo. De noche, con la Phillips. Y de manana, con Burns y Stowell, por lo menos. Se por mi amigo que el divorcio de la Phi llips es cosa definitiva, miss, por lo tanto.

– Como usted lo medito antes de adivinarlo me ha dicho Burns-. ?Matrimonio, Grant? No es malo. Dolly vale lo que usted, y otro tanto.

– ?Pero ella me quiere realmente? he dejado caer.

– Grant: usted haria un buen film; pero no poniendome a mi de director de escena. Casese con su estrella y gaste dos millones en una empresa. Yo se la administro. Hasta aqui Burns. ?Que le parece La gran pasion?

– Muy buena. El autor no es tonto. Salvo un poco de amaneramiento de Stowell, ese tipo de caracter le sale. Dolly tiene pasajes como hace tiempo no hallaba.

– Perfecto. No llegue tarde a la comida.

– ?Hoy? Creia que era el lunes.

– No. El lunes es el banquete oficial, con damas de mundo, y ademas. La consagracion. A proposito: ?usted tiene la cabeza fuerte?

– Ya se lo probe la primera noche.

– No basta. Hoy habra concierto de rom al final.

– Pierda cuidado.

Magnifico. Para mi situacion actual, una orquesta es lo que me conviene.

Concluido todo. Solo me resta hacer los preparativos y abandonar Los Angeles. ?Que dejo, en suma? Un mal negocillo imaginativo, frustrado. Y mas abajo, hecho trizas, mi corazon.

El incidente de anoche pudo haberme costado, segun Burns, a quien acabo de dejar en la estacion, rojo de calor.

– ?Que mosquitos tienen ustedes alla? -me ha dicho-. No haga tonterias, Grant. Cuando uno no es dueno de si, se queda en Buenos Aires. ?Lo ha visto ya? Bueno, hasta luego.

Se refiere a lo siguiente:

Anoche, despues del banquete, cuando quedamos solos los hombres, hubo concierto general, en mangas de camisa. Yo no se hasta donde puede llegar la bonachona tolerancia de esta gente para el alcohol. Cierto es que son de origen ingles.

Pero yo soy suramericano. El alcohol es conmigo menos benevolente, y no tengo ademas motivo alguno de felicidad. El rom interminable me ponia constantemente por delante a Stowell, con su pelo movedizo y su alta nariz de cerco. Es en el fondo un buen muchacho con suerte, nada mas. ?Y por que me mira? ?Cree que le voy a envidiar algo, sus bufonadas amorosas con cualquier comica, para compadecerme asi? ?Infeliz!

– ?A su salud, Stowell! brinde-. ?Al gran Stowell!

– ?A la salud de Grant!

– Y a la de todos ustedes… ?Pobres diablos!

El ruido ceso bruscamente; todas las miradas estaban sobre mi.

– ?Que pasa, Grant? -articulo Burns.

– Nada, queridos amigos… sino que brindo por ustedes. Y me puse de pie.

– Brindo a la salud de ustedes, porque son los grandes ases del cinematografo: empresa Universal, grupo Blue Bird, Lon Chaney, William S. Stowell y… ?todos! Interpretes del impulso, ?eh, Chaney? Y del amor… ?todos! ?Y del amor, nosotros, William S. Stowell! Interpretes y negociantes del arte, ?no es esto? ?Brindo por la gran fortuna del arte, amigos unicos! ?Y por la de alguno de nosotros! ?Y por el amor artistico a esa fortuna, William S. Stowell, companero!

Vi las caras contraidas de disgusto. Un resto de lucidez me permitio apreciar hasta el fondo las heces de mi actitud, y el mismo resto de dominio de mi me contuvo. Me retire, saludando ampliamente.

– ?Buenas noches, senores! Y si alguno de los presentes, o Stowell o quienquiera que sea, quiere seguir hablando manana conmigo, estoy a sus ordenes. ?Ciao!

Se comprende bien que lo primero que he hecho esta manana al levantarme ha sido ir a buscar a Stowell.

– Perdoneme le he dicho-. Ustedes son aqui de otra pasta. Alla, el alcohol nos pone agresivos e idiotas.

– Hay algo de esto -me ha apretado la mano sonriendo-. Vamos al bar; alla encontraremos la soda y el hielo necesarios.

Pero en el camino me ha observado:

– Lo que me extrana un poco en usted es que no creo tenga motivos para estar disgustado de nadie. ?No es cierto? -Me ha mirado con intencion. -Mas o menos -he cortado.

– Bien.

La soda y el hielo son pobres recursos, cuando lo que se busca es solo un poco de satisfaccion de si mismo.

"Concluyo todo" -anote este mediodia-. Si, concluyo.

A las siete, cuando comenzaba a poner orden en la valija, el telefono me llamo.

– ?Grant?

– Si.

– Dolly. ?No va a venir, Grant? Estoy un poco triste.

– Yo mas. Voy en seguida.

Y fui, con el estado de animo de Regulo cuando volvia a Cartago a sacrificar su vida por insignificancias de honor.

?Dolly! ?Dorothy Phillips! ?Ni la ilusion de haberte gustado un dia me queda!

Estaba en traje de calle.

– Si; hace un momento pensaba salir. Pero le telefonee. ?No tenia nada que hacer?

– Nada.

– ?Ni aun deseos de verme?

Pero al mirarme de cerca me puso lentamente los dedos en el brazo.

– ?Grant! ?Que tiene usted hoy?

Vi sus ojos angustiados por mi dolor hurano.

– ?Que es eso, Grant?

Y su mano izquierda me tomo del otro brazo. Entonces fije mis ojos en los de ella y la mire larga y claramente.

– ?Dolly! -le dije-. ?Que idea tiene usted de mi?

– ?Que?

– ?Que idea tiene usted de mi? No, no responda… ya se; que soy esto y aquello… ?Dolly! Se lo queria decir, y desde hace mucho tiempo… Desde hace mucho tiempo no soy mas que un simple miserable. ?Y si siquiera fuese esto…! Usted no sabe nada. ?Sabe lo que soy? Un pillete, nada mas. Un ladronzuelo vulgar, menos que esto… Esto es lo que soy. ?Dolly! ?Usted cree que tengo fortuna, no es cierto?

Sus manos cayeron; como estaba cayendo su ultima ilusion de amor por un hombre; como habia caido yo…

– ?Respondame! ?Usted lo creia?

– Usted mismo me lo dijo -murmuro.

– ?Exactamente! Yo mismo se lo dije, y lo deje decir a todo el mundo. Que tenia una gran fortuna, millones… Esto le dije. ?Se da bien cuenta ahora de lo que soy? ?No tengo nada, ni un millon, ni nada! Menos que un miserable, ya se lo dije; ?un pillete vulgar! Esto soy, Dolly.

Y me calle. Pudo haberse oido durante un rato el vuelo de una mosca. Y mucho mas la lenta voz, si no lejana, terriblemente distante de mi:

– ?Por que me engano, Grant…?

– ?Enganar? -salte entonces volviendome bruscamente a ella-. ?Ah, no! ?No la he enganado! Esto no… Por lo menos… ?No, no la engane, porque acabo de hacer lo que no se si todos harian! Es lo unico que me levanta aun ante mi mismo. ?No, no! Engano, antes, puede ser; pero en lo demas… ?Usted se acuerda de lo que le dije la primera tarde? Quince dias decia usted. ?Eran dos anos! ?Y aun sin conocerla! Nadie en el mundo la ha valorado ni ha visto lo que era usted como mujer, como yo. ?Ni nadie la querra jamas todo cuanto la quiero! ?Me oye? ?Nadie, nadie!

Camine tres pasos; pero me sente en un taburete y apoye los codos en las rodillas, postura comoda cuando el firmamento se desploma sobre nosotros.

– Ahora ya esta…-murmure-. Me voy manana… Por eso se lo he dicho…

Y mas lento:

– Yo le hable una vez de sus ojos cuando la persona a quien usted amaba no se daba cuenta…

Y calle otra vez, porque en la situacion mia aquella evocacion radiante era demasiado cruel. Y en aquel nuevo silencio de amargura desesperada -y final- oi, pero como en suenos, su voz.

– ?Zonzote!

?Pero era posible? Levante la cabeza y la vi a mi lado, ?a ella! ?Y vi sus ojos inmensos, humedos de entregado amor! ?Y el mohin de sus labios, hinchados de ternura consoladora, como la sonaba en ese instante! ?Como siempre la vi conmigo!

– ?Dolly! -salte.

Y ella, entre mis brazos:

– ?Zonzo…! ?Crees que no lo sabia!

– ?Que…? ?Sabias que era pobre?

– ?Y si!

– ?Mi vida! ?Mi estrella! ?Mi Dolly!

– Mi suramericano…

– ?Ah, mujer siempre…! ?Por que me torturaste asi?

– Queria saber bien… Ahora soy toda tuya.

– ?Toda, toda! No sabes lo que he sufrido… ?Soy un canalla, Dolly!

– Canalla mio…

– ?Y tu?

– Tuya.

– ?Farsante, eso eres! ?Como pudiste tenerme en ese taburete media hora, si sabias ya? Y con ese aire: "?Por que me engano, Grant…?".

– ?No te encantaba yo como interprete?

– ?Mi amor adorado! ?Todo me encanta! Hasta el film que hemos hecho. ?Contigo, por fin, Dorothy Phillips!

– ?Verdad que es un film?

– Ya lo creo. Y tu ?que eres?

– Tu estrella.

– ?Y yo?

– Mi sol.

– ?Pst! Soy hombre. ?Que soy? Y con su arrullo:

– Mi suramericano…

He volado en el auto a buscar a Burns.

– Me caso con ella -le he dicho-. Burns: usted es el mas grande hombre de este pais, incluso el Arizona. Otra buena noticia: no tengo un centavo.