Scaramouche - Sabatini Rafael. Страница 22

El ?xito de la Compa??a Binet en Guichen estaba garantizado. Aquella noche los actores bebieron vino de Borgo?a a expensas del director. La recaudaci?n lleg? a la suma de ocho luises, es decir, el mejor negocio que Binet hab?a hecho en toda su carrera, y estaba tan satisfecho que no cab?a en s?. Incluso lleg? a admitir que parte del ?xito se deb?a al se?or Parvissimus.

– Sus indicaciones -dijo definiendo exactamente su participaci?n en la obra- me fueron de gran ayuda, como advert? desde el primer momento.

– Y tambi?n su pericia cortando las plumas -gru?? Polichinela-. No olvide eso. Es muy importante tener al lado un hombre que sepa cortar bien las plumas, y lo tendr? en cuenta cuando decida meterme a autor.

Pero ni siquiera esta burla pudo malograr la alegr?a del se?or Binet.

El martes se repiti? el ?xito art?stico y aument? el econ?mico. Diez luises y siete libras fue la enorme suma que despu?s de la funci?n Andr?-Louis, el portero, le entreg? a Binet, quien nunca hab?a visto tanto dinero junto. Y menos en una miserable aldea como Guichen, que sin duda era el ?ltimo lugar del mundo donde hubiera podido esperarse semejante caudal.

– ?Ah, es que hay feria en Guichen! -le dijo Andr?-Louis-. Hay aqu? gente de Nantes y de Rennes que viene a comprar y a vender. Ma?ana, ?ltimo d?a de la feria, el p?blico ser? m?s numeroso a?n. Los ingresos aumentar?n.

– ?Aumentar?n? Me conformar?a con que siguieran como hasta ahora, amigo m?o.

– De eso puede estar seguro -afirm? Andr?-Louis-. ?Bebemos otra copa de Borgo?a?

Y entonces ocurri? la tragedia. Se anunci? con una sucesi?n de golpes y trastazos que culminaron en un estr?pito al otro lado de la puerta que hizo que todos se pusieran en pie alarmados.

De un salto, Pierrot corri? a abrir la puerta, y vio en el suelo, al pie de la escalera, a un hombre tendido boca abajo. Se quejaba, por tanto, a?n viv?a. Pierrot se acerc? para darle la vuelta al cuerpo y descubri? que era Scaramouche, haciendo muecas y quej?ndose amargamente.

Todos los comediantes apretujados detr?s de Pierrot se echaron a re?r.

– Siempre te dije que cambiaras tu personaje por el m?o -grit? Arlequ?n dirigi?ndose al ca?do-. Eres excelente cay?ndote. ?Cu?ntas veces lo has ensayado?

– ?Desalmado! -grit? Scaramouche-. He estado a punto de descalabrarme, ?y a?n te r?es de m??

– Es verdad. Deber?amos llorar porque no te has descalabrado del todo. Lev?ntate -contest? Arlequ?n tendi?ndole una mano.

Scaramouche cogi? aquella mano, aferr?ndose a ella para incorporarse, pero lanz? otro grito y volvi? a desplomarse.

– ?Mi pie, mi pie! -se quej?.

Asustado, Binet se abri? paso a trav?s del grupo de actores. No era la primera vez que el destino le jugaba una mala pasada de ese tipo. A eso se deb?a su aprensi?n.

– ?Qu? te pasa en el pie?

– Creo que me lo he roto -contest? Scaramouche.

– ?Roto? ?Bah! Lev?ntate ahora mismo -dijo cogi?ndolo para ponerlo en pie.

Scaramouche se incorpor? sobre un solo pie dando alaridos, y cuando quiso apoyar el otro, se le dobl? y hubiera vuelto a caerse de no ser porque Binet lo sosten?a. El sal?n se llen? con los aullidos del accidentado mientras Binet echaba por la boca sapos y culebras.

– ?Tienes que balar como un ternero, est?pido? Est?te quieto. Pronto, traed una silla.

Lleg? la silla y Scaramouche se derrumb? en ella.

– D?jame echarle un vistazo a ese pie.

Sin hacer caso de sus gritos, Binet le quit? el zapato y la media.

– ?Qu? tiene este pie? -pregunt? examin?ndolo minuciosamente-. Nada que yo pueda ver.

Volvi? a cogerlo, sosteniendo el tal?n en una mano y la punta del pie en la otra, y entonces le dio una vuelta al tobillo. Scaramouche chill? de agon?a hasta que Clim?ne detuvo la maniobra de su padre agarr?ndolo por el brazo.

– ?Dios m?o! ?Es que no tienes sentimientos? -le reproch? a su padre- Se ha hecho da?o en el pie. ?Por qu? le torturas? ?Crees que as? lo vas a curar?

– Es que no veo nada en ese pie, nada que justifique esos gritos. Tal vez s?lo se lo ha rozado…

– Si s?lo se lo hubiera rozado no gritar?a tanto -dijo Madame, asom?ndose por el hombro de Clim?ne-. Tal vez se ha dislocado el tobillo.

– Eso me temo -gimi? Scaramouche.

Binet se apart? muy disgustado.

– Llevadlo a la cama -dijo- y que venga a verlo un m?dico.

As? lo hicieron. Despu?s de ver al enfermo, el m?dico inform? que no era nada grave, que evidentemente al caerse se hab?a torcido un poco el pie, y que bastar?an unos d?as de reposo para que se recuperara.

– ?Unos d?as! -grit? Binet-. ?Redi?s! ?Significa eso que no puede caminar?

– Es imposible, lo m?s que podr?a hacer ser?a dar un par de pasos.

El se?or Binet le pag? al m?dico y se sent? a reflexionar. Bebi? un vaso de Borgo?a de un solo trago y se qued? sentado mirando fijamente el vaso vac?o.

– ?Por qu? tendr?n que pasarme siempre estas cosas? -mascull? sin dirigirse a nadie en particular. Los miembros de su compa??a le miraban en silencio compartiendo su consternaci?n-. Ten?a que haber previsto que algo as? iba a sucederme desde el momento en que la suerte empezaba a sonre?rme en muchos a?os. Ahora todo ha acabado. Ma?ana nos vamos. ?El mejor d?a de la feria, en la cumbre del ?xito, con cerca de quince luises al alcance de la mano! ?Oh, Dios m?o!

– ?Va a suspender la funci?n de ma?ana? -pregunt? Andr?-Louis, y Binet y los dem?s se volvieron a ?l.

– ?Acaso podemos representar el F?garo Scaramouche sin Scaramouche? -exclam? Binet con sorna.

– Por supuesto que no -dijo Andr?-Louis acerc?ndose-. Pero s? podr?amos reorganizar el reparto. Por ejemplo, tenemos un excelente actor en Polichinela.

El aludido hizo una profunda reverencia.

– ?Esa alabanza me abruma! -dijo ir?nicamente.

– ?Pero ya tiene un papel! -objet? Binet.

– Un papel insignificante que Pasquariel podr?a interpretar.

– ?Y qui?n hace el de Pasquariel?

– Nadie. Se suprime. La obra no se resentir? por eso.

– ?ste piensa en todo -dijo burl?n Polichinela-. ?Qu? hombre!

Pero Binet no estaba del todo convencido.

– ?Sugieres que Polichinela podr?a hacer el papel de Scaramouche? -pregunt? incr?dulo.

– ?Por qu? no? Tiene bastante oficio.

– ?Otra vez estoy abrumado! -coment? Polichinela.

– ?Un Scaramouche con ese aspecto? -dijo Binet se?alando con el dedo la facha de Polichinela.

– ?A falta de algo mejor! -dijo Andr?-Louis.

– ?Primero me abruma y ahora me aplasta! -esta vez la reverencia de Polichinela fue magistral-. De hecho, tendr? que salir a tomar el aire antes de que me ruborice.

– ?Vete al diablo! -ladr? Binet.

– Tanto mejor -Polichinela abri? la puerta, en cuyo umbral se detuvo para declarar en forma terminante-: Esc?chame bien, Binet, ahora no pienso hacer el papel de Scaramouche bajo ninguna circunstancia.

Y muy dignamente hizo mutis. Andr?-Louis alz? los brazos y los dej? caer:

– Lo has echado a perder todo -le dijo a Binet-. Esto hubiera podido arreglarse f?cilmente. Pero en fin, t? eres el jefe, y si as? lo quieres, nos marcharemos.

Y tambi?n sali?. El se?or Binet se qued? un rato pensando. Despu?s se levant? apresuradamente y alcanz? al joven en la puerta de la calle.

– Vamos a dar una vuelta, amigo Parvissimus -le dijo afablemente.

Cogi? por el brazo a Andr?-Louis y se lo llev? a pasear por las calles m?s concurridas del pueblo. Despu?s de atravesar la plaza del mercado, se dirigieron al puente.

– No creo que tengamos que irnos ma?ana -le anunci? Binet-. De hecho, ma?ana por la noche actuaremos aqu?.

– Hablas como si no conocieras a Polichinela. Est? muy…

– No estoy pensando en Polichinela.

– Y entonces ?en qui?n?

– En ti.

– Me halagas. ?Y en qu? sentido has pensado en m?? -pregunt? Andr?-Louis, que hab?a notado algo demasiado lisonjero para su gusto en la voz del se?or Binet.

– Pues para que hagas el papel de Scaramouche.

– ?Sue?as! -dijo Andr?-Louis-. ?O me est?s tomando el pelo?

– Nada de eso. Estoy hablando muy en serio.

– Pero yo no soy actor.

– Pero has dicho que podr?as serlo.

– En ciertas ocasiones… Y si acaso, en papeles menores…

– Pues aqu? tienes un gran papel. ?sta es tu ocasi?n de llegar a la c?spide. ?Cu?ntos hombres han tenido una suerte as??

– Es una suerte que no ambiciono, se?or Binet. Ser? mejor que cambiemos de tema.

Andr?-Louis mostraba indiferencia, entre otras razones, porque intu?a en la actitud de Binet algo vagamente amenazador.

– Cambiaremos de tema cuando a m? me plazca -dijo Binet dejando traslucir en sus untuosas palabras un destello de dureza-. Ma?ana por la noche actuar?s en el papel de Scaramouche. Tienes la figura ideal, la sagacidad y la mordacidad requeridas para interpretar a ese personaje. Tendr?s un gran ?xito.

– Lo m?s probable es que tenga un rotundo fracaso.

– Eso no importa -dijo Binet c?nicamente y enseguida se explic?-: El fracaso ser?a tuyo, pero los ingresos ya estar?an en mi bolsillo.

– Muy amable de tu parte-dijo Andr?-Louis.

– Ma?ana por la noche haremos quince luises.

– Es una gran desgracia que te hayas quedado sin Scaramouche -dijo Andr?-Louis.

– Pero es una suerte que haya encontrado otro, se?or Parvissimus.

Andr?-Louis se solt? del brazo de Pantalone.

– Empieza a cansarme tu insistencia -dijo-, regreso a la posada.

– Un momento, se?or Parvissimus. Si he de perder esos quince luises, comprender?s que busque una compensaci?n por otra v?a…

– Eso no me concierne, se?or Binet.

– Perd?n, se?or Parvissimus. Me parece que s? te concierne -y diciendo esto Binet volvi? a cogerlo del brazo-. Por favor, te ruego que cruces la calle conmigo. Vamos s?lo hasta la oficina de Correos. All? quiero ense?arte algo.

Andr?-Louis lleg? con ?l hasta la puerta de Correos. Antes de leer la hoja de papel clavada en la puerta de la estafeta, ya hab?a adivinado su contenido: pagaban veinte luises a quien ayudara a capturar a un tal Andr?-Louis Moreau, abogado de Gavrillac, un acusado de sedici?n al que se buscaba por orden del procurador del rey.

Binet le observ? mientras le?a. Todav?a estaban cogidos del brazo y Pantalone no lo soltaba.

– Y ahora, amigo m?o -dijo-, escoge entre ser el c?mico Parvissimus y actuar ma?ana como Scaramouche o ser Andr?-Louis Moreau, de Gavrillac, e ir a Rennes a v?rtelas con el procurador del rey.

– ?Y si estuvieras en un error? -dijo Andr?-Louis ocult?ndose tras una m?scara imperturbable.

– Me arriesgar? a equivocarme -dijo Binet-. Delante de m? dijiste que eres abogado. Eso fue una indiscreci?n, querido amigo.