Scaramouche - Sabatini Rafael. Страница 32

Scaramouche qued? meditabundo, sonriendo para sus adentros. En el ?ltimo momento hab?a visto al marqu?s de La Tour d'Azyr asomando la cabeza entre las sombras de su palco: en su rostro hab?a c?lera y desped?a fuego por los ojos.

– ?Dios m?o! -exclam? Rhodomont recobrando el aplomo despu?s de su histri?nico terror-. Has tenido una ma?a incre?blemente fabulosa para sacar a relucir un tema tan delicado. Andr?-Louis le mir? sonriendo.

– Esa ma?a suele serme muy ?til algunas veces -dijo y se fue al camerino para cambiarse de ropa.

Asuntos relacionados con el argumento de una nueva obra que deb?a estrenarse la noche siguiente le retuvieron en el teatro, cuando el resto de la compa??a ya se hab?a ido. M?s tarde, llam? a unos hombres que llevaban una silla de mano y en ella lo condujeron a la posada. Era uno de los peque?os lujos que ahora pod?a permitirse.

Pero en la posada le esperaba una reprimenda. Al entrar en la habitaci?n del primer piso que hac?a las veces de sal?n de reuniones para los artistas, se encontr? a Binet discutiendo vehementemente con algunos actores. Nada m?s verlo entrar, Binet se encar? con Scaramouche.

– ?Al fin has venido! -saludo al que Scaramouche s?lo correspondi? con un leve gesto de sorpresa-. Espero tus explicaciones acerca de la infortunada escena que has provocado esta noche.

– ?Infortunada? ?Te parece un infortunio que el p?blico me aplauda?

– ?El p?blico? La chusma, querr?s decir. ?Quieres privarnos del mecenazgo de las personas de buena familia por culpa de tu apoyo a las m?s bajas pasiones del populacho?

Encogi?ndose de hombros, Andr?-Louis se dirigi? a la mesa. Pantalone estaba a punto de sacarlo de sus casillas.

– Est?s exagerando.

– No exagero. Soy el due?o de esta compa??a. ?sta es la Compa??a Binet, y aqu? todo debe hacerse seg?n mi criterio.

– ?Y qui?nes son esas personas de buena familia, cuyo mecenazgo mencionaste?

– ?Crees que no hay gente as? entre nuestro p?blico? Pues te equivocas. Despu?s de la funci?n de esta noche, vino a verme el marqu?s de La Tour d'Azyr y me habl? en los t?rminos m?s severos a prop?sito de tu escandaloso arranque pol?tico. Me vi obligado a disculparme, y…

– Porque eres un necio -dijo Andr?-Louis-. Un hombre que se respetase a s? mismo hubiera puesto a ese caballero de patitas en la calle. El se?or Binet se puso rojo. Pero Andr?-Louis sigui?:

– Dices que eres el due?o de la compa??a, pero te portas como un lacayo al recibir ?rdenes del primer insolente que viene a decirte que no le gust? un parlamento de uno de tus actores. Te repito que si realmente tuvieras una gota de respeto por ti mismo, le hubieras echado con cajas destempladas.

Un murmullo de aprobaci?n se dej? o?r entre varios miembros de la compa??a que hab?an sido testigos del tono arrogante que antes empleara el marqu?s, por lo cual se sent?an ofendidos en su condici?n de artistas.

– Es m?s -continu? Andr?-Louis-, un hombre digno, en otro terreno, se hubiera alegrado de poder darle una patada en los cuartos traseros a ese marqu?s.

– ?Qu? quieres decir? -vocifer? Binet y Andr?-Louis mir? a todos los comediantes sentados en torno a la mesa.

– ?D?nde est? Clim?ne? -pregunt? alarmado. L?andre se puso en pie de un salto y, casi temblando, dijo:

– Poco despu?s de acabada la funci?n, sali? del teatro con el marqu?s, y se fueron en su carruaje. Yo o? c?mo el se?or de La Tour d'Azyr la invitaba a traerla en coche hasta aqu?.

Andr?-Louis mir? el reloj que estaba en la repisa de la chimenea y que parec?a tardar una eternidad para avanzar un segundo.

– Eso fue hace una hora. Tal vez m?s. ?Y a?n no ha llegado?

Busc? la mirada de Binet. Los ojos de Pantalone elud?an los suyos. De nuevo fue L?andre quien le contest?:

– Todav?a no.

– ?Ah!

Andr?-Louis se sent? a la mesa y se sirvi? una copa de vino.

Se hizo un silencio embarazoso. L?andre miraba a Scaramouche esperando su reacci?n; Colombina le compadec?a en silencio. Hasta el se?or Pantalone parec?a esperar que dijera algo. Pero sus primeras palabras decepcionaron a todos: -?Me han dejado algo de comer?

Le acercaron los platos, y Andr?-Louis comi? tranquilamente, en silencio, y al parecer, con apetito. Binet se sent? tambi?n, frente a ?l, y empez? a beber una copa de vino. Al poco rato, trat? de iniciar alguna conversaci?n insustancial. Pero aquellos a quienes se dirig?a le contestaban lac?nicamente, o con monos?labos. Por lo visto, aquella noche el se?or Binet hab?a ca?do en desgracia con los de su compa??a.

Al fin se oy? en la calle el ruido de un carruaje y el piafar de unos caballos, y luego unas voces, y la sonora risa de Clim?ne. Andr?-Louis sigui? comiendo, como si aquello no tuviera nada que ver con ?l.

– ?Qu? magn?fico actor! -le susurr? Arlequ?n a Polichinela, quien asinti? tristemente.

La damisela entr? d?ndose aires de gran actriz, alzando la barbilla, los ojos risue?os, el gesto triunfal. Sus mejillas ard?an y su negra cabellera estaba un poco desordenada. Llevaba en la mano izquierda un ramo de flores y en su dedo anular luc?a un diamante cuyo brillo cautiv? inmediatamente a todos. Su padre se levant? apresuradamente para recibirla con inusitadas muestras de afecto: -?Al fin llegas, hija m?a!

La llev? hasta la mesa. Ella se dej? caer en una silla, demostrando estar algo cansada, un poco nerviosa, pero sin que la sonrisa desapareciera de sus labios ni siquiera al ver a Scaramouche al otro lado de la mesa. S?lo L?andre, que la observaba anhelante, descubri? algo parecido al miedo en sus pupilas, algo que el r?pido movimiento de sus azulados p?rpados ocult? enseguida.

Andr?-Louis sigui? comiendo tranquilamente sin mirar siquiera a Clim?ne. Pronto los miembros de la compa??a comprendieron que amenazaba tormenta, pero que no estallar?a hasta que todos se hubieran retirado. Polichinela dio la se?al levant?ndose, y todos salieron de la habitaci?n. En menos de dos minutos no quedaba all? nadie salvo el se?or Binet, su hija y Andr?-Louis. Entonces Scaramouche dej? cuchillo y tenedor, bebi? una copa de vino de Borgo?a y se arrellan? en la silla para contemplar a Clim?ne.

– Creo -dijo- que vuestro paseo en coche ha sido agradable.

– Muy agradable, se?or.

Imprudentemente, ella trataba de remedar la frialdad de Scaramouche, aunque sin conseguirlo.

– Y ha sido un paseo provechoso, a juzgar por la piedra preciosa que desde aqu? puedo ver. Debe de valer por lo menos doscientos luises, lo que es mucho dinero incluso para alguien tan rico como el marqu?s de La Tour d'Azyr. ?Ser?a impertinente que vuestro futuro esposo os preguntara, se?orita, qu? es lo que hab?is dado a cambio de esa sortija?

Pantalone se ech? a re?r con una mezcla de cinismo y enfado.

– Nada -dijo Clim?ne airada.

– Todo el mundo sabe que una joya es una especie de anticipo.

– ?En nombre de Dios! Lo que dices es indecente -protest? Binet.

– ?Indecente? -Andr?-Louis mir? a Binet con un desprecio tan fulminante que el muy sinverg?enza se removi? intranquilo en su asiento-. ?Has mencionado la palabra decencia, Binet? No me hagas perder la paciencia, que es lo que m?s detesto en la vida -y volvi? a mirar a Clim?ne, que estaba con los codos apoyados en la mesa y la barbilla en la palma de las manos, mir?ndole entre indiferente y desafiante. Entonces dijo-: Se?orita, por vuestro bien os aconsejo que pens?is un poco adonde conducen vuestros pasos.

– No necesito vuestros consejos para saberlo.

– Ya tienes la respuesta que te mereces -dijo Binet riendo-. Espero que haya sido de tu agrado.

El rostro de Andr?-Louis hab?a palidecido ligeramente y sus ojos, que no se apartaron un momento de su prometida, reflejaban una gran incredulidad. Ni siquiera oy? el comentario de Binet.

– No quisiera equivocarme ?pero est?is diciendo que, conscientemente, quer?is cambiar el honrado estado de esposa que os he ofrecido por… por lo que un hombre como el marqu?s de La Tour d'Azyr puede ofreceros?

El se?or Binet hizo un gesto de fastidio volvi?ndose a su hija.

– Ya oyes lo que dice este gazmo?o. Ahora ver?s con claridad que casarte con ?l ser?a tu ruina. Siempre estar?a atravesado en tu camino. Ser?a el peor de los maridos, te quitar?a todas las oportunidades que se te presenten, hija m?a.

Ella asinti? sacudiendo su linda cabeza.

– Empiezo a aburrirme de sus est?pidos celos -confes? mirando a su padre-. A decir verdad, me temo que como marido Scaramouche es imposible.

A Andr?-Louis se le encogi? el coraz?n. Pero, siempre actor, no dej? traslucir nada. Se ri? un poco forzadamente y se levant?.

– Es vuestra decisi?n, se?orita. Espero que no teng?is que arrepentiros.

– ?Arrepentirse? -exclam? Binet sin dejar de re?r, aliviado al ver que su hija al fin romp?a con un novio que ?l nunca hab?a aprobado, exceptuando las pocas horas en que crey? de verdad que era un exc?ntrico arist?crata de inc?gnito-. ?Y por qu? habr?a de arrepentirse? ?Porque acepta la protecci?n de un noble tan poderoso que puede regalarle una joya tan valiosa que una actriz consagrada en la Comedia Francesa no podr?a comprarse con el trabajo de todo un a?o? -Binet se hab?a levantado y avanz? hacia Andr?-Louis de forma conciliadora-. Vamos, vamos, amigo m?o, no seas rencoroso. ?Qu? diablos! No te interpondr?s en el camino de mi hija, ?verdad? Realmente no puedes reprocharle su elecci?n. ?Sabes lo que significa para ella? ?No te has parado a pensar que con el mecenazgo de un caballero as? puede llegar muy alto y muy lejos? ?No ves la suerte maravillosa que ha tenido? Si la quisieras tanto como demuestra tu temperamento celoso, no podr?as desearle nada mejor.

Andr?-Louis le mir? en silencio largo rato y luego se tuvo que re?r.

– ?Eres absurdo! -dijo con desprecio-. Eres un ser absolutamente irreal -le dio la espalda y se dirigi? a la puerta.

La actitud de Andr?-Louis, su mirada de asco, su risa y sus palabras, hicieron estallar la ira del se?or Binet por encima de su ?nimo conciliador.

– ?Absurdo yo? Irreal, ?eh? -grit? siguiendo a Scaramouche y mir?ndolo con sus peque?os ojos donde ahora brillaba la maldad-. ?Soy absurdo porque prefiero para mi hija la poderosa protecci?n de ese noble caballero antes que casarla con un bastardo don nadie como t??

Andr?-Louis se volvi?, ya con la mano en el picaporte.

– No -dijo-, me equivoqu?. No eres absurdo, simplemente eres un canalla, al igual que tu hija, pues ambos est?is envilecidos.

Y sali?.

CAP?TULO X Contrici?n

La se?orita de Kercadiou paseaba al sol de un domingo de marzo, en compa??a de su t?a, por la terraza del castillo de Sautron.

A pesar de su dulzura, de un tiempo a esta parte Aline estaba bastante irritable, rezumando cinismo. Lo cual hizo pensar a la se?ora de Sautron que su hermano Quint?n hab?a descuidado un poco su educaci?n. Parec?a que estaba muy instruida acerca de todo lo que una muchacha deb?a ignorar e ignoraba todo lo que una se?orita deb?a conocer. Al menos eso pensaba la se?ora Sautron.