Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 32
—En su declaracion hay varias incongruencias. En primer lugar, como establecio el peritaje, si usted se encontraba en la calle de los Papagayos, no podia distinguir ni la azotea, ni los tubos de la chimenea de un edificio de tres pisos. —La sorpresa hizo que la quijada de Eino Saari, saxofonista y mentiroso, quedara colgando, mientras los ojos, confusos, saltaban de un sitio a otro—. Hay mas —continuo Andrei—. Como se establecio durante la instruccion, la calle de los Papagayos no cuenta con ninguna iluminacion, y por eso no se entiende de que manera, en la mas absoluta oscuridad nocturna, a trescientos metros de la farola mas cercana, pudo usted distinguir todos esos detalles: el color del edificio, la antiguedad de los ladrillos, el picaporte de cobre en la puerta, la forma de las ventanas y, finalmente, el humo que salia de la chimenea. Quisiera saber como explica usted esas incongruencias.
Durante unos momentos. Eino Saari se limito a abrir y cerrar la boca, sin pronunciar sonido alguno. Despues trago en seco.
—No entiendo nada... —dijo—. Usted me deja perplejo. Eso no me paso por la cabeza. —Andrei, expectante, se mantuvo en silencio—. Es verdad, como no se me ocurrio antes... ?La calle de los Papagayos esta totalmente a oscuras! No se ve ni siquiera la acera que uno pisa. Y la azotea... Yo estaba parado junto al edificio, delante del portal. Pero recuerdo con toda claridad la azotea, los ladrillos y el humo por la chimenea, un humo nocturno, blanco, como iluminado por la luna.
—Si, es extrano —pronuncio Andrei con voz carente de expresion.
—Y el picaporte de la puerta... De cobre, pulido por las manos de muchas personas... con figuras entrelazadas de flores y hojas. Ahora mismo lo podria dibujar, si supiera. Y a la vez, la oscuridad era total, no podia distinguir el rostro de Ela, solo por la voz sabia que sonreia cuando... —En los ojos muy abiertos de Eino Saari aparecio una idea nueva. Se llevo las manos al pecho—. ?Senor juez de instruccion! —dijo, con voz en la que se oian notas de desesperacion—. Ahora tengo mucha confusion en la cabeza, pero entiendo perfectamente que mi testimonio va contra mi mismo, que estoy dando lugar a que usted sospeche. Pero soy una persona honrada, mis padres eran gente muy religiosa, honradisima. Todo lo que le estoy diciendo ahora es la pura verdad. Asi mismo fue como paso. Lo que pasa es que antes no se me habia ocurrido. Todo estaba oscuro, yo estaba parado junto al edificio, y a la vez recuerdo cada ladrillito, y veo el tejado con tanto detalle como si lo tuviera a mi lado ahora mismo... y las tres chimeneas, y el humo.
—Hum —Andrei golpeo la mesa con los dedos—. ?Y no sera que usted no lo vio personalmente? ?No podria ser que otra persona se lo hubiera contado? ?Habia oido hablar del Edificio Rojo hasta lo que le ocurrio con la senora Stremberg?
—Nnno... lo recuerdo... —balbuceo Eino Saari, sus ojos comenzaron de nuevo a moverse sin ton ni son—. Despues, cuando Ela desaparecio, cuando fui a la policia... cuando se inicio la busqueda... despues hubo muchas habladurias, pero antes... ?Senor juez de instruccion! —dijo, con solemnidad—. No puedo jurar que no haya oido hablar del Edificio Rojo antes de la desaparicion de Ela, pero si puedo jurarle que no lo recuerdo.
Andrei tomo la pluma y se dedico a escribir el acta. A la vez, hablaba con una voz intencionadamente monotona, oficial, que debia inspirar en los sospechosos una angustia sin cuento y un respeto al destino inevitable, movido por la implacable maquinaria de la justicia.
—Usted mismo debe comprender, senor Saari, que la investigacion no considera satisfactoria su declaracion. Ela Stremberg desaparecio sin dejar huella, y la ultima persona que la vio fue usted, senor Saari. El Edificio Rojo, que ha descrito aqui con tanto detalle, no existe en la calle de los Papagayos. La descripcion del Edificio Rojo que usted ofrece es inverosimil, ya que contradice las leyes mas elementales de la fisica. Finalmente, como hemos podido averiguar. Ela Stremberg vivia en una zona muy alejada de la calle de los Papagayos. Por supuesto, este detalle no constituye una prueba en contra suya, pero da lugar a otro tipo de sospechas. Me veo obligado a retenerlo hasta aclarar una serie de circunstancias. Le ruego que lea el acta y la firme.
Eino Saari, sin decir palabra, se aproximo a la mesa y, sin leer nada, firmo cada pagina del acta. El lapiz le temblaba en las manos, su fina mandibula colgaba y tambien temblaba. Despues volvio al taburete arrastrando los pies, se sento sin fuerzas y entrelazo las manos.
—Quiero subrayar de nuevo, senor juez de instruccion, que al declarar... —la voz se le quebro y trago en seco otra vez—. Que al declarar me daba cuenta de que estaba aportando elementos en mi contra. Hubiera podido inventar algo, mentir. En general, hubiera podido no tomar parte en la busqueda, nadie sabia que yo habia ido a acompanar a Ela.
—Esta declaracion suya esta de hecho incluida en el acta —dijo Andrei, con voz indiferente—. Si no es culpable, no tiene nada que temer. Ahora lo conduciran a la celda de detencion preventiva. Aqui tiene papel y lapiz. Puede colaborar con la investigacion y ayudarse a si mismo si enumera, de la forma mas detallada posible, las personas que hablaron con usted sobre el Edificio Rojo, cuando lo hicieron y en que circunstancias. Con la mayor cantidad de detalles: nombre, direccion, fecha exacta, hora del dia, donde se encontraba, de que hablaba, con que objetivo, en que tono. ?Me ha entendido?
Eino Saari asintio y, sin emitir sonido, dijo: «Si».
—Estoy seguro de que se entero de todos los detalles relativos al Edificio Rojo en alguna otra parte —prosiguio Andrei, mirandolo fijamente a los ojos—. Es probable que usted mismo no lo haya visto. Y le recomiendo encarecidamente que recuerde quien le conto todos esos detalles, cuando y en que circunstancias. Y con que objetivo.
Apreto el timbre para llamar al agente de guardia, y se llevaron al saxofonista. Andrei se froto las manos y grapo el acta al expediente, pidio te caliente y llamo al siguiente testigo. Estaba satisfecho de si mismo. De todos modos, la imaginacion y el conocimiento de la geometria elemental le habian sido utiles. El mentiroso de Eino Saari habia sido desenmascarado segun todas las leyes de la ciencia.
El siguiente testigo, mas exactamente, la siguiente. Matilda Husakova (sesenta y dos anos, teje en casa, viuda), parecia ser un caso mucho mas simple, al menos a primera vista. Era una anciana potente, con una cabecita pequena, totalmente canosa, mejillas rojas y ojos picaros. No parecia haber dormido mal, ni estaba asustada, sino por el contrario, al parecer estaba muy contenta con aquella aventura. Habia comparecido en la fiscalia con su cestita, madejas de lana de varios colores y un juego de agujas de hacer punto, y cuando entro al despacho se trepo enseguida al taburete, se puso las gafas y comenzo a tejer.
—Senora Husakova, en nuestro departamento se sabe que hace un tiempo, entre sus amistades, usted comento un suceso que le habia ocurrido a un tal Frantisek, que al parecer entro en lo que llaman el Edificio Rojo, tuvo alli dentro diferentes aventuras y logro salir con bastante trabajo. ?Es verdad eso?
La anciana Matilda solto una risita burlona, agarro una de las agujas con gesto habil, acerco la otra y comenzo a hablar, sin apartar los ojos de la labor.