Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 33

—Si, no lo niego. Lo he comentado varias veces, pero quisiera saber como se han enterado ustedes. Creo que no conozco a ningun juez de instruccion...

—Debo decirle —le comunico Andrei, en tono de confianza—, que en este momento se lleva a cabo la investigacion relacionada con el denominado Edificio Rojo, y estamos muy interesados en establecer contacto con alguna persona que haya estado dentro del edificio.

Matilda Husakova no lo escuchaba. Pensativa, se puso el tejido sobre las rodillas y miro a la pared.

—?Quien habra podido informar de eso? —balbuceaba—. ?No me lo esperaba! —Negaba con la cabeza—. Incluso aqui hay que tener cuidado con lo que uno dice, a quien se lo dice. Con los alemanes no podiamos abrir la boca. Vengo aqui, y es lo mismo.

—Perdoneme, senora Husakova —la interrumpio Andrei—. En mi opinion, esta enfocando las cosas incorrectamente. Por lo que se, usted no ha cometido delito alguno. La consideramos una testigo, una colaboradora nuestra, que...

—?Ay, jovencito! ?Colaboradora, yo? La policia es igual en todas partes.

—?Nada de eso! —Para ser mas convincente, Andrei se llevo las manos al pecho—. ?Buscamos una banda de criminales! Secuestran a las personas y, a juzgar por todo, las asesinan. Una persona que haya estado en poder de esos delincuentes puede prestar una gran ayuda en la investigacion del caso.

—Jovencito, ?me esta diciendo que cree en ese Edificio Rojo?

—?Y usted no? —pregunto Andrei, con cierta perplejidad.

La anciana no tuvo tiempo de responder. La puerta del despacho se entreabrio: del pasillo llego el ruido de voces airadas, y por la rendija hizo su entrada una figura de cabello negro, bajita y corpulenta.

—?Si, es urgente! —gritaba hacia el pasillo—. ?Lo necesito con toda urgencia!

Andrei fruncio el ceno, pero de nuevo alguien tiro del recien llegado hacia el pasillo y la puerta se cerro.

—Perdone, nos han interrumpido —dijo Andrei—. Creo que estaba diciendo que no cree en el Edificio Rojo.

—?Que persona adulta puede creer en eso? —pregunto Matilda, encogiendo solo un hombro sin dejar de mover las agujas de hacer punto—. Dicen que el edificio corre de un sitio para otro, que dentro todas las puertas tienen dientes, que uno sube las escaleras y termina en el sotano... Por supuesto, en este sitio puede pasar cualquier cosa. El Experimento es el Experimento, pero eso seria ya demasiado... No, no creo en eso. Claro, en todas las ciudades hay casas que devoran a la gente, seguro, y la nuestra no iba a ser menos que otras, pero no me parece que anden corriendo de un sitio para otro... y me parece que ahi las escaleras son de lo mas corriente.

—Permitame, senora Husakova —repuso Andrei—. Entonces, ?para que le cuenta esa historia a todo el mundo?

—?Y por que no iba a contarla, si a la gente le gusta oirla? Las personas se aburren, sobre todo los viejos como yo.

—?Asi que usted se lo ha inventado todo?

La anciana Matilda abrio la boca para responder, pero en ese momento, el telefono comenzo a sonar con desesperacion junto a su oreja. Andrei solto un taco y tomo el auricular.

—An-dri-i-u-sha... —se oyo la voz de Selma, completamente ebria—. Los he echado a todos... los he echado. ?Por que no vienes?

—Perdona —dijo Andrei, mordiendose el labio inferior y mirando de reojo a la anciana—. Ahora estoy muy ocupado, y tu...

—?No quiero! —declaro Selma—. Yo te amo, te estoy esperando. Estoy borracha, desnuda, tengo frio...

—Selma —dijo Andrei, bajando la voz—. Dejate de tonterias, estoy muy ocupado.

—De todos modos no vas a encontrar a otra chica asi en esta letrina. Estoy hecha una rosquilla... totalmente desnuda... desnudita...

—Dentro de media hora estare ahi —balbuceo Andrei, presuroso.

—Ton-tonti-to. Dentro de media hora estare dormida... ?A quien se le ocurre llegar dentro de media hora?

—Esta bien, Selma, hasta luego —dijo Andrei, maldiciendo el dia en que le dio el telefono de su despacho a aquella chica ligera de cascos.

—?Pues vete al infierno! —grito Selma de repente y colgo con violencia.

Seguro que habria hecho pedazos el telefono. Andrei, ardiendo de rabia, colgo el suyo con mucho cuidado y quedo callado durante varios segundos, sin atreverse a levantar la vista. Mil ideas le rondaban por la cabeza. Tosio un par de veces.

—Muy bien. Si. O sea, que contaba esas cosas solo porque estaba aburrida. —Por fin recordo su ultima pregunta—. Por lo tanto, ?seria correcto entender que usted misma invento toda esa historia con el tal Frantisek?

La anciana volvio a abrir la boca para responder, pero una vez mas no logro hacerlo. La puerta se abrio de par en par, y aparecio alli el agente de guardia.

—?Le pido mil perdones, senor juez de instruccion! —dijo, en tono marcial—. El testigo Petrov, a quien acaban de traer, exige que lo interroguen lo mas pronto posible, pues desea comunicar...

A Andrei se le enturbiaron los ojos y golpeo con ambas manos la mesa.

—?Que demonios le pasa, agente de guardia? —grito, con tanta furia que sus propios oidos retumbaron—. ?No conoce el reglamento? ?Que quiere que haga con ese Petrov suyo? ?Que se cree, que esta en la letrina de un bar? ?Desaparezca de mi vista!

El agente desaparecio como si nunca hubiera existido. Andrei, al darse cuenta de que la ira le hacia temblar los labios, se sirvio un vaso de agua y la bebio. El feroz rugido le habia danado la garganta. Miro a la anciana de reojo. Matilda seguia tejiendo, como si no ocurriera nada.

—Le pido que me perdone —gruno Andrei.

—No importa, jovencito —lo tranquilizo Matilda—. No estoy molesta con usted. Me ha preguntado si he sido yo la que lo ha inventado todo. No, carino, no he sido yo sola. ?Como se me iba a ocurrir semejante cosa! Imaginese, la escalera sube y uno termina abajo... No se me hubiera ocurrido ni en suenos. Lo he contado como me lo contaron a mi.

—?Y quien se lo conto?

—De eso ya no me acuerdo —respondio la anciana con un gesto de negacion, sin dejar de tejer—. Una mujer me lo conto en la cola. El tal Frantisek era yerno de una conocida suya. Seguro que tambien mentia. En la cola se oyen cosas que nunca salen en ningun periodico.

—?Y cuando ocurrio todo eso? —pregunto Andrei, que volvia en si poco a poco, lamentando haberse pasado de rosca.

—Creo que hace un par de meses, quiza tres.

«He tirado por la borda el interrogatorio —penso Andrei con amargura—. Lo he echado todo a perder a causa de esta arpia y del imbecil del agente de guardia. No pienso dejar esto asi, voy a hacer polvo a ese seso hueco. Lo voy a hacer bailar en un ladrillo. Ya lo vere corriendo en pos de los locos a las cinco de la madrugada... Bien, ?y que hago con la vieja? Mantiene la boca cerrada, no quiere mencionar nombres.»