Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 44
—Esta claro —dijo Andrei, que no habia entendido nada—. Oye, ?quieres una taza de te? Aqui podemos pedir te y bocadillos. Gratis.
—Eso seria mucha molestia —se nego Van—. No vale la pena.
—No es ninguna molestia —dijo Andrei, molesto, y llamo por telefono para pedir dos tazas de te y bocadillos. Despues de colgar, miro a Van y comenzo a indagar, con delicadeza—: De todos modos. Van, no logro entender con claridad por que no has querido ser director de esa fabrica. Es un cargo muy respetable, conocerias una profesion nueva, serias de gran utilidad, tu eres una persona muy trabajadora, muy cumplidora... Yo conozco esa fabrica, alli siempre hay robos, con frecuencia se llevan cajas enteras de zapatos. Si tu fueras el director, eso no ocurriria. Ademas, alli el salario es mucho mas alto, y tu tienes esposa e hijo. ?Cual es el problema?
—Creo que te seria dificil entenderlo —dijo Van, meditabundo.
—?Y que hay que entender? —repuso Andrei con impaciencia—. Esta claro que es mejor ser director de una fabrica que palear basura toda la vida. O que trabajar seis meses en las cienagas.
—No —repuso Van con un gesto de negacion—, no es mejor. Lo mejor es estar donde no puedas caer mas bajo. No lo comprenderias, Andrei.
—?Y por que hay que caer sin remedio? —pregunto Andrei, confuso.
—No se por que. Pero eso es seguro. O para sostenerse ahi hay que hacer tales esfuerzos que lo mejor es caer enseguida. Lo se, ya he pasado por todo eso.
Un policia con cara de sueno trajo el te, saludo con un balanceo y salio al pasillo de costado. Andrei coloco una taza delante de Van y le acerco el plato con los bocadillos. Van dio las gracias, sorbio un poco de te y cogio el bocadillo mas pequeno.
—Simplemente, tienes miedo de la responsabilidad —dijo Andrei con tristeza—. Perdoname, pero eso no es del todo honesto con respecto a los demas.
—Siempre trato de hacer el bien para las demas personas —objeto Van, sin alterarse—. Y si hablamos de responsabilidad, ya tengo una grandisima: mi esposa y mi nino.
—Eso es verdad —contesto Andrei, de nuevo algo confuso—. No lo pongo en duda. Pero debes coincidir conmigo en que el Experimento exige de cada uno de nosotros...
Van lo escuchaba atentamente y asentia.
—Te entiendo —dijo, cuando Andrei concluyo—. Desde tu punto de vista, tienes razon. Pero tu viniste aqui a construir, y yo vine huyendo. Tu buscas el combate y la victoria, y yo busco la tranquilidad. Somos muy diferentes, Andrei.
—?Que significa la tranquilidad? ?Te estas calumniando a ti mismo! Si hubieras buscado la tranquilidad, habrias encontrado un rinconcito caliente y vivirias sin muchos problemas. Aqui hay muchisimos rincones calentitos. Pero elegiste el trabajo mas sucio, mas impopular, y trabajas honestamente, sin escatimar tiempo ni esfuerzos. ?Que tranquilidad es esa!
—?La espiritual, Andrei, la espiritual! —dijo Van—. En paz conmigo mismo y con el universo.
—?Y entonces tienes la intencion de ser conserje toda la vida? —Los dedos de Andrei tamborileaban sobre la mesa.
—No necesariamente conserje —dijo Van—. Cuando vine aqui, primero fui estibador en un almacen. Despues, la maquina me designo secretario del alcalde, me negue y me enviaron a las cienagas. Trabaje seis meses, regrese, y de acuerdo a la ley, por haber sido sancionado, me dieron el puesto laboral mas bajo de todos. Pero despues, la maquina comenzo a empujarme nuevamente hacia arriba. Fui a ver al director de la bolsa y se lo explique todo, como a ti ahora. El director era un judio, habia venido aqui desde un campo de trabajo, y me entendio perfectamente. Mientras fue director, no me volvieron a molestar. —Van callo un momento—. Hace un par de meses desaparecio. Dicen que lo hallaron muerto, seguramente conoces el caso. Y todo comenzo de nuevo... No importa, cumplire mi condena en las cienagas y volvere a ser conserje. Ahora todo eso me resulta mas facil, mi hijo ya es grande y el tio Yura me ayudara en las cienagas.
En ese momento, Andrei descubrio que miraba fijamente a Van de una forma totalmente descortes, como si no fuera el quien estuviera sentado frente a el, sino una criatura extrana. Ciertamente, era un poco extrano.
«Dios mio —penso Andrei—, que vida habra tenido para adoptar semejante filosofia. Tengo que ayudarlo. Estoy obligado a hacerlo. ?Como?»
—Esta bien —dijo finalmente—. Como quieras. Pero no tienes por que ir a las cienagas. ?No sabras por casualidad quien es ahora el director de la bolsa?
—Otto Frijat —respondio Van.
—?Quien? ?Otto? ?Y cual es el problema?
—Pues... yo iria a verlo, claro, pero es todavia pequeno, no entiende nada y le tiene miedo a todo.
Andrei agarro la guia de telefonos, encontro el numero y levanto el auricular. Tuvo que esperar largo rato: al parecer. Otto dormia como un liron. Finalmente, respondio.
—Aqui el director Otto Frijat —dijo, con voz entrecortada, en un tono mezcla de miedo e irritacion.
—Hola, Otto —dijo Andrei—. Te habla Voronin, de la fiscalia.
Se hizo el silencio. Se oyo toser a Otto varias veces.
—?De la fiscalia? —pronuncio despues, precavido—. Digame.
—?Que te pasa, aun no te has despertado? —gruno Andrei, irritado—. ?Fue Elsa la que te dejo asi? ?Soy Andrei! ?Voronin!
—?Ah, Andrei! —la voz de Otto cambio radicalmente—. Estas loco, mira que llamar a esta hora. Dios mio, mira como me late el corazon... ?Que quieres?
Andrei le explico la situacion. Como esperaba, todo se arreglo sin el menor problema, sin la menor traba. Otto estuvo totalmente de acuerdo con todo. Si, siempre habia considerado que Van estaba en su sitio. Claro, coincidia en que Van no lograria ser un buen director de fabrica. Le causaba una admiracion obvia y sincera el hecho de que Van quisiera permanecer en un puesto tan poco envidiable («Nos haria falta mas gente como el, pues todos aspiran a subir, a llegar bien arriba...»), rechazaba indignado la idea de enviar a Van a las cienagas, y en lo relativo a la ley, lo embargaba una santa indignacion contra los burocratas cretinos que pretendian sustituir el sano espiritu de la ley por su letra muerta. A fin de cuentas, la ley existe para impedir los viles intentos de diversos arribistas de subir, pero no tiene que ver con las personas que desean permanecer abajo. El director de la bolsa de trabajo entendia perfectamente todo aquello.
—?Si! —repetia—. ?Claro que si, por supuesto!
En realidad, Andrei se quedo con la impresion nebulosa, ridicula y lamentable, de que Otto hubiera aceptado cualquier propuesta que el, Andrei Voronin, le hubiera hecho: nombrar alcalde a Van, por ejemplo, o meterlo en el calabozo. Otto siempre se habia sentido dolorosamente agradecido hacia Andrei, seguramente por el hecho de que era la unica persona de su grupo (y quiza de toda la ciudad) que lo trataba de forma humana. Pero, a fin de cuentas, lo mas importante era dejarlo todo bien atado.