Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 8
—Que lio —dijo Donald, saltando del camion.
Entraron corriendo en el edificio y al momento se perdieron en la densa multitud de personas vestidas de civil, personas que llevaban el uniforme de la policia y personas en panos menores. Retumbaba el ruido de muchas voces y el humo del tabaco hacia arder los ojos.
—?Dese cuenta! No puedo ir asi, en calzoncillos...
—Abrid de inmediato el arsenal y repartid las armas... ?Demonios, por lo menos a los policias!
—?Donde esta el jefe de policia? Ahora mismo estaba por aqui...
—Alli se ha quedado mi esposa, ?puede entender eso? ?Y mi anciana suegra!
—Oiga, no pasa nada. Son monos, nada mas que monos.
—?Imaginese! Me levanto, ?y que veo en el alfeizar de la ventana?
—?Y por donde anda el jefe de policia? Seguro que duerme, ese culo gordo.
—Teniamos una farola en el callejon. La derribaron...
—?Kovalevski! ?Corriendo, al despacho numero doce!
—Pero estaran de acuerdo en que, llevando solo los calzoncillos...
—?Quien sabe conducir? ?Choferes! ?Todos a la plaza! ?Junto al tablon de anuncios!
—Pero ?donde demonios se ha metido el jefe de policia? ?Habra huido, el muy miserable?
—Haz lo siguiente. Llevate a los muchachos a los talleres de fundicion. Alli, que recojan esas... las varillas, las que se usan para vallar los parques... ?Que las recojan todas, todas! Y regresan aqui de inmediato...
—Le di con tal fuerza a esa jeta peluda que hasta me he lastimado el brazo...
—Y las escopetas de aire, ?sirven?
—?Tres coches a la manzana setenta y dos! Cinco coches a la setenta y tres...
—Tenga la bondad de ordenar que les entreguen equipamiento de segunda reserva. Pero con recibo, para que lo devuelvan despues.
—Oiga, ?y tienen cola? ?O es mi imaginacion?
A Andrei lo empujaban, lo apretaban, lo acorralaban contra las paredes del pasillo, le habian pisado los dos pies, y el tambien empujaba, trataba de avanzar, de quitar a otros de su camino... Al principio buscaba a Donald para servirle de testigo de descargo en la confesion y entrega del arma, pero despues comprendio finalmente que la invasion de los babuinos era al parecer un hecho muy serio y por algo se habia armado semejante confusion. Enseguida lamento no saber conducir un camion, no conocer donde se encontraban los talleres de fundicion con las misteriosas varillas, y no tener ni idea de como entregar equipamiento de segunda reserva a nadie; como resultado, era totalmente innecesario alli. Intento, al menos, contar lo que habia visto con sus propios ojos, quiza aquellos datos serian de utilidad, pero unos no le prestaban la menor atencion, y otros, apenas comenzaba a hablar, lo interrumpian y narraban sus propias vivencias.
Constato con amargura que no encontraba caras conocidas en aquel torbellino de guerreras y calzoncillos, solo vio un instante el negro rostro de Silva, que llevaba la cabeza envuelta en un trapo ensangrentado, pero desaparecio enseguida. Mientras tanto, se emprendian algunas acciones, alguien organizaba a algunas personas, las enviaba a alguna parte, las voces subian de tono, cada vez mas firmes, los calzoncillos comenzaron a desaparecer y poco a poco las guerreras se hicieron notar mas. Hubo un momento en que a Andrei le parecio oir el paso ritmico de las botas y una cancion de filas, pero resulto que solamente habian dejado caer la caja fuerte portatil, que fue dando tumbos escaleras abajo hasta atascarse en la puerta del departamento de alimentacion...
En ese momento, Andrei descubrio un rostro conocido, el de un funcionario con quien habia trabajado en la contaduria de la Camara de Pesos y Medidas. Llego hasta el echando a un lado a las personas con las que se cruzaba, lo arrincono contra la pared y, de un tiron, le conto que el. Andrei Voronin («?se acuerda?, trabajamos juntos»), actualmente estibador del servicio de recogida de basura, no podia encontrar a nadie, por favor, digame a donde puedo ir para ser util, seguramente se necesita gente... El funcionario lo escucho durante cierto tiempo, pestaneando febrilmente mientras hacia intentos convulsivos por liberarse, pero finalmente lo aparto de un empujon.
—?Adonde puedo indicarle que vaya? —grito—. ?Que, no ve que llevo unos papeles para que los firmen?
Y huyo corriendo por el pasillo.
Andrei hizo varios intentos mas de tomar parte en la actividad organizada, pero todos lo rechazaban o se desentendian de el, todos estaban muy apurados, no encontro ni a una persona que estuviera tranquila en su puesto y, digamos, confeccionando una lista de voluntarios. Entonces, Andrei se enfurecio y se dedico a abrir de par en par las puertas de los despachos, con la esperanza de encontrar a algun funcionario responsable que no corriera, no gritara y no hiciera aspavientos. La idea mas logica sugeria que, en alguna parte, debia existir alli un puesto de mando, desde el cual se dirigia toda aquella actividad.
El primer despacho estaba vacio. En el segundo habia un hombre en calzoncillos que gritaba por un telefono, y otro que maldecia mientras trataba de ponerse una bata de trabajo que le venia estrecha. Por debajo de la bata asomaban unos pantalones de policia y unos zapatos de uniforme, limpios y brillantes, pero sin cordones. Al meter la cabeza en el tercer despacho, algo rosado con botones golpeo el rostro de Andrei, que retrocedio al momento despues de haber visto, un instante, cuerpos hermosos y obviamente femeninos. Pero en el cuarto despacho habia un Preceptor.
Estaba sentado en el alfeizar, con las rodillas entre los brazos, y miraba a la oscuridad mas alla del cristal, iluminada a veces por la luz de los faros de algun coche. Cuando Andrei entro, el Preceptor volvio hacia el su rostro rubicundo y bondadoso, alzo levemente las cejas como hacia siempre y sonrio. Y al ver la sonrisa, Andrei se tranquilizo enseguida. Su rabia y su furia desaparecieron y quedo claro que, al fin y al cabo, todo se arreglaria sin falta, todo volveria a quedar en su lugar y, en general, terminaria bien.
—Bueno —dijo, abriendo los brazos y sonriendo en respuesta—. Resulta que nadie me necesita. No se conducir, no se donde esta el gimnasio... Que contusion, no entiendo nada.
—Claro —asintio el Preceptor con simpatia—. Una horrible confusion. —Bajo los pies del alfeizar, metio las manos debajo del trasero y comenzo a agitar los pies como un nino—. Hasta da verguenza. Que indecencia. Gente adulta, seria, la mayoria de ellos con experiencia... ?Eso quiere decir que no hay suficiente organizacion! ?No es verdad. Andrei? Entonces, hay algunos puntos esenciales que se han quedado sin resolver. Falta de preparacion. Falta de disciplina... Y, por supuesto, burocracia.
—?Si! ?Por supuesto! —afirmo Andrei—. ?Sabe que he decidido? No volvere a buscar a nadie ni voy a aclarar nada mas, agarrare un palo y me ire. Me unire a algun destacamento. Y si no me aceptan, actuare yo mismo. Alli han quedado mujeres... y ninos... —El Preceptor asentia al escuchar cada una de sus palabras; ya no sonreia, en ese momento su rostro expresaba seriedad y simpatia—. Solo hay una cosa... —siguio Andrei, arrugando el rostro—. ?Que pasa con Donald?