Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 74

—?Llevaos a los imbeciles! —gritaba—. ?Llevaos a los bomberos! ?Son la muerte! ?Que se vayan! ?Diana!

Era imposible saber que gritaba cada cual en la multitud, pero aquella masa, inmovil hasta entonces, comenzo a estremecerse ritmicamente, como un gigantesco plato de gelatina, y el oficial dejo caer el megafono, retrocedio hasta la cabina del centinela, mientras los rostros de los soldados se endurecian, se erizaban, y arriba, en la torre, dejaron de moverse para apuntar. Y en ese momento se escucho la Voz.

Era como un trueno, brotaba a la vez de todas partes y acallo de inmediato todos los demas sonidos. Era serena, hasta melancolica, en ella se adivinaba un hastio inconmensurable, una condescendencia infinita, como si hablara un gigante, soberbio y despectivo, que daba la espalda a la multitud molesta; como si hablara por encima del hombro, abandonando un momento sus ocupaciones trascendentales en aras de aquellas minucias que lo habian sacado de quicio.

—Dejad de gritar. Dejad de hacer gestos y de amenazar. ?Acaso es tan dificil callarse y pensar en calma unos minutos? Vosotros sabeis perfectamente que vuestros hijos han huido de casa por propia voluntad, nadie los obligo, nadie los arrastro. Se han marchado porque vosotros os habeis vuelto del todo desagradables para ellos. No quieren seguir viviendo asi, como habeis vivido vosotros y han vivido vuestros antepasados. A vosotros os encanta imitar a vuestros antepasados, y suponeis que la dignidad humana es eso, pero ellos piensan de otra manera. No quieren crecer para convertirse en borrachos y depravados, en gentuza insignificante, en esclavos y conformistas, no quieren que los conviertan en criminales, no quieren vuestras familias ni vuestro estado.

La Voz callo durante un minuto. Y durante un minuto no se escucho sonido alguno, solo un murmullo como causado por la niebla al arrastrarse sobre el terreno.

—Podeis estar tranquilos respecto a vuestros hijos —comenzo la Voz de nuevo—. Estaran bien, mejor que con vosotros y mucho mejor que vosotros. Hoy ellos no pueden recibiros, pero podeis venir desde manana. En el valle de los Caballos se instalara una casa de encuentros, venid todos los dias si lo deseais, despues de las tres de la tarde. Todos los dias saldran tres autocares desde la plaza central, a las dos y treinta. Eso no sera suficiente, en todo caso es lo que hay para manana, que vuestro burgomaestre se ocupe de incrementar el transporte.

La Voz callo de nuevo. La multitud estaba inmovil, como una muralla. Era como si la gente temiera el menor movimiento.

—Solo tened en cuenta una cosa —prosiguio la Voz—: Depende unicamente de vosotros que los ninos quieran veros. Los primeros dias todavia podremos hacer que los ninos vengan a vuestro encuentro, incluso si no lo desean, pero mas adelante... es asunto vuestro. Y ahora, dispersaos. Sois una molestia para nosotros, para vuestros hijos, para vosotros mismos. Y os doy un consejo: meditad, tratad de pensar que podeis darles a vuestros hijos. Examinaos a vosotros mismos. Los habeis parido y los destrozais a vuestra imagen y semejanza. Pensad en ello. Y ahora, dispersaos.

La multitud seguia inmovil. Quiza intentaba pensar. Viktor lo intentaba. Eran pensamientos fragmentarios. Ni siquiera pensamientos, sino retazos de recuerdos, pedazos de conversaciones, el rostro tonto y maquillado de Lola... ?No seria mejor un aborto? ?Que falta nos hace esto ahora?... El padre, con los labios temblorosos de rabia... Cachorro sarnoso, hare de ti un hombre, te voy a moler a palos... Resulta que tengo una hija de doce anos, ?no podrias ayudarme a meterla en algun sitio decente? Irma mira con curiosidad a Roscheper, hinchado en su insolencia... no mira a Roscheper, sino a mi... Si, me da verguenza, pero ?que entiende ella de eso, mocosa? ?A la cama! Ahi tienes la muneca, ?te gusta? Eres muy pequena todavia, creceras y entenderas.

—?Por que estais ahi parados? —trono nuevamente la Voz—. ?Dispersaos! —Una rafaga de viento azoto los rostros y se esfumo—. Idos ya —anadio la Voz.

Y de nuevo azoto el viento, un viento denso como una pesada mano mojada, que empujo los rostros y desaparecio. Viktor se seco las mejillas y vio que la multitud habia retrocedido. Alguien grito, se escucharon voces inseguras, se formaron pequenos remolinos en torno a los coches y los autocares. Treparon a la trasera del camion, todos deprisa, empujandose unos a otros, ocuparon los asientos de la cabina, otros montaban deprisa en sus bicicletas, los motores se pusieron en marcha. Muchos se iban caminando, mirando atras con frecuencia, pero no hacia los soldados ni la ametralladora en la torre, ni al blindado, que se habia aproximado haciendo rechinar sus metales y se habia detenido a la vista de todos, con las escotillas abiertas. Viktor sabia por que la gente se volvia y por que se apresuraba, tenia las mejillas encendidas, y si algo le daba miedo era que la Voz les ordenara de nuevo que se fueran, que otra vez una pesada mano mojada les empujara el rostro con asco.

El grupo de idiotas de camisas doradas seguia ante el porton, de pie, indecisos, pero su numero habia disminuido. El oficial se acerco a los que quedaban y les grito una orden, con firmeza, imperativo, cumpliendo un agradable deber, y ellos tambien retrocedieron, despues se dieron la vuelta y echaron a andar, recogiendo por el camino los impermeables y capas grises, azules, oscuros, que yacian sobre el terreno, hasta que no quedo ni una mancha dorada. Por su lado pasaban autocares y coches, y la gente en la trasera del camion, impacientes y asustados, miraban en derredor y preguntaban donde estaba la conductora.

Al rato, aparecio Diana, Diana Airada, subio al estribo y miro a la trasera del vehiculo.

—?Solo hasta el cruce! —grito muy molesta—. ?El camion va al sanatorio!

Y nadie se atrevio a objetar, todos estaban inusitadamente callados, conformes con cualquier cosa. Teddy no aparecio, seguramente se habia marchado en otro coche. Diana saco el camion a la carretera, dejando atras grupos de peatones y ciclistas, mientras a su vez, autos repletos de gente hasta el tope los adelantaban. No llovia, solo habia niebla y un aire humedo y frio. La lluvia comenzo cuando Diana llego al cruce, la gente bajo del camion y Viktor paso a la cabina.

Se mantuvieron callados hasta llegar al sanatorio.

Diana fue enseguida a ver a Roscheper (al menos, eso fue lo que dijo que haria), y Viktor fue a su habitacion, se despojo del impermeable, se dejo caer en la cama, encendio un cigarrillo y clavo los ojos en el techo. Estuvo fumando sin cesar una hora, quiza dos, dio vueltas en la cama, se levanto, camino por la habitacion, miro por la ventana sin objetivo alguno, subio y bajo las cortinas, fue al grifo a beber agua para aliviar la sed que lo atormentaba y volvio a la cama.

«Que humillacion», penso. Si, por supuesto. Te han abofeteado, te han llamado miserable, como a un mendigo que tiene harto a todos, pero de todas maneras, se trataba de padres y madres, de personas que amaban a sus crios, les pegaban pero estaban dispuestos a dar la vida por ellos, los corrompian con su ejemplo, pero no lo hacian intencionadamente, sino por ignorancia... Las madres los parian con dolor, y los padres los alimentaban, los vestian, y estaban orgullosos de sus hijos y se jactaban de ellos entre si, con frecuencia los maldecian, pero no se imaginaban la vida sin ellos... y ahora, la vida se habia vaciado de sentido, no quedaba absolutamente nada. ?Como era posible tratarlos con tal crueldad, con tal desprecio, tan friamente, tan racionalmente, y como despedida darles una bofetada...?