Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 10
Rumata se puso en pie con tanta energia que casi volco el banco. Hubiera querido alzarse y abrazar y besar en ambas mejillas al recien llegado, pero sus piernas, de acuerdo con la etiqueta, se flexionaron instintivamente, sus espuelas chocaron con solemnidad, su mano derecha describio un amplio semicirculo partiendo del corazon, y su cabeza se inclino en una reverencia hasta hundir la barbilla en los encajes de su pechera. Don Kondor se quito su birrete de terciopelo adornado con una pluma de viaje, lo sacudio hacia Rumata como si quisiera ahuyentar los mosquitos, y lo tiro sobre el banco. Luego se desabrocho los cierres de la capa. La prenda resbalaba aun por su espalda cuando ya se habia sentado en el banco con las piernas abiertas, la mano izquierda apoyada en el costado y la derecha en la dorada empunadura de su espada, cuya punta se hundia en la carcomida tablazon del suelo. Don Kondor era un hombre pequeno, delgado, en cuyo rostro estrecho y palido destacaban unos grandes ojos. Sus cabellos eran negros y los llevaba sujetos, al igual que Rumata, con una robusta diadema de oro adornada en su parte frontal con una gran piedra verde.
— ?Estais solo, Don Rumata? — pregunto con voz entrecortada.
— Si, noble Don — dijo Rumata, deprimido;
El padre Kabani gruno en aquel momento, con voz alta y clara:
— ?Noble Don Reba, sois una hiena! ?Eso es lo que sois!
Don Kondor ni se giro a mirarlo.
— He venido volando — dijo -. Acabo de aterrizar.
— Supongo que no os habran visto — dijo Rumata.
— Una leyenda mas o menos, ?que importa? — dijo Don Kondor irritado -. No tengo tiempo para viajar a caballo. ?Que ha ocurrido con Budaj? ?Donde se ha metido? ?Pero sentaos, Don Rumata!
Rumata se dejo caer sumisamente en el banco.
— Budaj ha desaparecido — dijo -. Lo espere en el I Soto de las Espadas. Pero en lugar suyo se presento un tuerto desharrapado que contesto al santo y sena y me entrego un saco lleno de libros. Espere dos dias mas, y luego me puse en contacto con Don Gug, que me dijo que habia acompanado a Budaj hasta la misma frontera y que este siguio su camino acompanado por un noble Don digno de confianza, ya que lo perdio todo jugando a las cartas y tuvo que venderse a Don Gug en cuerpo y alma. Por consiguiente, Budaj ha desaparecido aqui, en Arkanar. Eso es todo lo que se.
— Que no es mucho — dijo Don Kondor. — No obstante, creo que lo principal no es Budaj — protesto Rumata -. Si esta vivo, lo encontrare y lo sacare de donde sea. Se hacer esas cosas. Pero quisiera hablar con vos de otro asunto. Quisiera advertiros una vez mas que la situacion que se esta produciendo en Arkanar rebasa los limites de la teoria basica… — en el rostro de Don Kondor se dibujo una mueca de desagrado -. Oh, no, teneis que escucharme ahora — dijo Rumata firmemente -, porque he llegado a la conclusion de que por radio no conseguire jamas explicaroslo. ?En Arkanar todo ha sufrido un profundo cambio! Ha surgido un nuevo factor que influye sistematicamente. Esto se refleja en el hecho de que Don Reba incita conscientemente a toda la gente inculta del reino contra los intelectuales. Es mas; todo aquel que sobrepasa un poco el nivel cultural medio del vulgo se ve amenazado. ?Me ois, Don Kondor? Esto no es sentimentalismo: es un hecho. Si uno es inteligente, culto, tiene sus dudas, habla en forma ordinaria o simplemente no bebe vino, puede considerarse amenazado. Cualquier tendero tiene derecho a acosarlo hasta la muerte. Centenares, millares de personas han sido declaradas fuera de la ley. Los milicianos les dan caza y los cuelgan a lo largo de las carreteras, desnudos y boca abajo. Ayer mismo, en mi calle, patearon a un anciano por ser culto. Lo estuvieron golpeando, me han dicho, por mas de dos horas. Y quienes lo hacian eran gente bestial, de rostros feroces, que se ensanaban hasta quedar empapados en sudor. — Rumata hizo una pausa y finalizo, mas calmado -: En una palabra, dentro de poco no habra en Arkanar ni una sola persona que sepa leer. Pasara lo mismo que en la Region de la Orden Sacra despues de la matanza de Barkan.
Don Kondor lo miro fijamente y apreto los labios.
— No me gusta como piensas, Anton — dijo en ruso.
— A mi tampoco me gustan muchas cosas. Alexandr Vasilievich — respondio Rumata -. No me gusta que nos hayamos atado de pies y manos en el propio planteamiento del problema, con eso de la influencia sin efusion de sangre. Porque en mis condiciones esto no es mas que inaccion justificada cientificamente. ?Se perfectamente lo que me vas a responder! Yo tambien conozco la teoria. Pero aqui no hay nada teorico. Aqui estamos presenciando una practica tipicamente feudal. ?Esas bestias matan personas a cada momento! Aqui todo es inutil. Por una parte, nuestros conocimientos son insuficientes, y por otra, el oro pierde valor ya que llega demasiado tarde.
— Anton — dijo Don Kondor -, no te precipites. Yo tambien creo que la situacion en Arkanar es realmente extraordinaria. Pero tambien estoy convencido de que tu tampoco has preparado aun una proposicion constructiva.
— En efecto — asintio Rumata -. Aun no tengo preparada ninguna proposicion constructiva. Pero me es muy dificil dominarme.
— Anton — dijo Don Kondor -, somos en total doscientos cincuenta los que nos hallamos en este planeta. Todos se dominan, aunque a todos les sea muy dificil. Los mas veteranos hace veintidos anos que estan aqui. Vinieron desde la Tierra como simples observadores. Se les prohibio terminantemente inmiscuirse en nada. Imagina por un momento lo que representa esto: ?prohibido terminantemente! Ellos no hubieran podido ni salvar a Budaj, aunque hubieran visto que lo estaban pateando ante sus propios ojos.
— No necesito que se me hable como a un nino — dijo Rumata.
— Es que a veces sois tan impacientes como los ninos — exclamo Don Kondor -. Y hay que tener mucha paciencia.
Rumata sonrio amargamente.
— Y mientras nosotros esperamos, probamos y nos preparamos — dijo -, esas bestias seguiran matando personas cada dia.
— Anton — dijo Don Kondor -, en el universo hay millares de planetas a los cuales aun no hemos llegado, y en los que la historia sigue su curso normal.
— ?Pero aqui si hemos llegado!
— Si, aqui si hemos llegado. Pero no para satisfacer nuestra justa colera, sino para ayudar a esta humanidad. Si te sientes debil, marchate. Vuelve a casa. A fin de cuentas, no eres ningun nino: sabias perfectamente lo que ibas a encontrar aqui.
Rumata no respondio. Don Kondor, algo ablandado y como si hubiera envejecido, arrastrando la espada como si fuera un palo, se paseo por la habitacion, moviendo tristemente la cabeza.
— Me hago cargo de lo que sientes — dijo por fin -. Yo tambien he sufrido lo mismo. Hubo un tiempo en que esta sensacion de impotencia y de propia ruindad me parecian lo mas terrible del universo. Algunos, mas debiles, llegaban a perder la razon y tenian que ser evacuados a la Tierra para ser curados. Yo necesite quince anos para comprender que es en realidad lo mas horroroso. Finalmente llegue a la conclusion de que lo mas terrible es perder la condicion de ser humano. Anton, aqui somos dioses, y tenemos que ser mas inteligentes que esos dioses de leyenda que las gentes de aqui se forjan de cualquier manera, a su imagen y semejanza. Y avanzamos como por el borde de un cenagal. Si damos un paso en falso, nos hundiremos en el fango y nunca mas en la vida podremos limpiarnos de el. Horan el Irukano escribio en su Historia del Santo Advenimiento: «Cuando Dios bajo de los cielos y se presento al pueblo saliendo del pantano de Pitan, tenia los pies sucios.»