Viernes o Los limbos del Pac?fico - Tournier Michel. Страница 42

El sol comenzaba a declinar. Era la hora en que Robinson acostumbraba a exponerse a sus rayos para acumular su energia calurosa antes de que las sombras se extendieran y la brisa marina hiciera cuchichear entre si a los eucaliptos de la playa. A una sugerencia de Joseph se tumbo sobre la toldilla, a la sombra del cataviento, y contemplo durante largo rato la flecha del mastil de la gavia escribir signos invisibles en el cielo azul donde se habia perdido una delgada y creciente luna de porcelana traslucida. Girando un poco la cabeza, podia ver a Speranza, linea de arena dorada a ras de las olas, derroche de verdor y caos rocoso. Fue alli donde tomo conciencia de la decision, que iba madurando inexorablemente dentro de el, de dejar que partiera de nuevo el Whitebird y quedarse en la isla con Viernes. Mas aun que por todo lo que le separaba de los hombres de aquel navio, se veia empujado por su rechazo aterrado del torbellino de tiempo, degradante y mortal, que ellos segregaban a su alrededor y en el cual vivian. Diecinueve de diciembre de 1787. Veintiocho anos, dos meses y diecinueve dias. Aquellos indiscutibles datos no dejaban de llenarle de estupor. De ese modo, si el no hubiera naufragado en las costas de Speranza, seria ya casi quincuagenario. Sus cabellos serian grises y sus articulaciones crujirian. Sus hijos serian mas viejos de lo que era el cuando les dejo y quiza seria incluso abuelo. Pero nada de aquello se habia producido. Speranza se erguia a dos cables de distancia de aquel navio, repleto de miasmas, como luminosa negacion de toda aquella siniestra degradacion. En realidad era mas joven hoy que aquel joven piadoso y avaro que embarco en el Virginia . Porque no era joven de juventud biologica, putrescible y sustentador como de una especie de impulso hacia la decrepitud. Su juventud era mineral, divina, solar. Cada manana representaba para el un primer comienzo, el comienzo absoluto de la historia del mundo. Bajo el sol-dios, Speranza vibraba en un presente perpetuo, sin pasado ni porvenir. No iba a sustraerse a ese instante eterno, situado en equilibrio en el vertice de un paroxismo de perfeccion, para caer en un mundo de usura, de polvo y de ruinas.

Cuando comunico su decision de permanecer en la isla, solamente Joseph manifesto sorpresa. Hunter nada mas mostro una helada sonrisa. Seguramente agradecia, en el fondo, no tener que embarcar a dos pasajeros suplementarios en un buque, al fin y al cabo modesto, y cuyas plazas estaban rigurosamente calculadas. Tuvo la cortesia de considerar todo lo que habla sido embarcado durante la jornada, como pruebas de la generosidad de Robinson, dueno de la isla. Le ofrecio a cambio la pequena yola de reconocimiento estibada sobre la toldilla, que se sumaba a las dos chalupas de salvamento reglamentarias. Era una canoa ligera y de buen aspecto, ideal para uno o dos hombres en tiempo calmo o incluso regular y que vendria a sustituir con ventaja a la vieja piragua de Viernes. Fue en aquella embarcacion en la que Robinson y su companero regresaron a la isla al caer el sol.

La alegria que experimento Robinson al volver a tomar posesion de aquella tierra que habia creido perdida para siempre era acorde con los rojizos resplandores del crepusculo. Era inmenso, desde luego, su desahogo, pero habia algo funebre en la paz que le rodeaba. Mas aun que herido, se sentia envejecido, como si la visita del Whitebird hubiera marcado el fin de una juventud muy prolongada y dichosa. Pero ?que importaba? Con las primeras luces del alba el navio ingles levaria el ancla y reemprenderia su carrera errante, conducido por la fantasia de su tenebroso capitan. Las aguas de la Bahia de la Salvacion se volverian a cerrar sobre la estela del unico navio que se habia acercado a Speranza en veintiocho anos. Con medias palabras, Robinson habia dejado entender que no deseaba que la existencia y la posicion de aquel islote fueran reveladas por la tripulacion del Whitebird. Aquella promesa iba bien con el caracter del misterioso Hunter y probablemente iba a hacerla respetar. Asi se cerraria para siempre aquel parentesis que habia introducido veinticuatro horas de tumulto y desunion en la eternidad serena de los Dioscuros.