La Joven De Las Rosas - Kretser Michelle de. Страница 11
Hay que reconocer que los motivos que la hicieron volver a esas publicaciones los meses que siguieron no siempre fueron sentimentales ni enteramente cientificos. Ciertos pasajes del gran Linneo, por ejemplo, tenian que provocar forzosamente sensaciones perturbadoras si bien no desagradables: «Cierto dia, hacia el mediodia, al ver el estigma totalmente humedo, retire con unas finas tenazas una antera y la frote ligeramente sobre una de las partes extendidas de los estigmas. La espiga de flores permanecio ocho o diez dias, y en la flor de la que habia retirado previamente la antera se formo un fruto…». O la obra de Joseph Gottlieb Kolreuter, profesor de historia natural en la Universidad de Karls-ruhe: «Los nudosos estigmas de color rojo oscuro, que hasta entonces se habian mantenido bastante secos, empezaron desde sus largas, delgadas y puntiagudas papilas a secretar la humedad femenina y adquirieron un brillo, como si los hubieran cubierto de barniz o empapado de fino aceite».
Con el tiempo Sophie acumulo una considerable cantidad de conocimientos botanicos. En esta, como en las demas ciencias, su siglo habia hecho avances importantes. La sexualidad de las plantas habia sido reivindicada, al igual que el papel que desempenaban los insectos en la polinizacion (atribuida anteriormente al viento). Los botanicos de toda Europa habian llevado a cabo numerosos experimentos de polinizacion artificial e hibridacion de las plantas para llegar a tales conclusiones. Naturalmente, eso no impidio que sus hallazgos recibieran ataques. Los moralistas arguyeron que escribir sobre la promiscuidad de las flores era fomentar la depravacion. Mas dolorosas fueron las acusaciones de colegas cientificos cuestionando la validez de los experimentos. Kolreuter bufaba de colera contra los «escepticos contumaces» que tan prontamente sostenian, contra lo que veian con sus propios ojos, que el luminoso mediodia era la oscura medianoche. Pero el escepticismo es esencial a la investigacion cientifica, en la que esta en juego el conocimiento en si. Los jardineros, atentos por encima de todo a los resultados practicos, no estaban tan interesados en lo que los experimentos de los botanicos habian demostrado como en lo que tenian que ofrecer.
Sophie advirtio que el profesor Kolreuter, al visitar los jardines de otras personas de Westfalia en primavera con un fino pincel que utilizaba para trasladar polen de una planta a otra, efectuo varios cruces exitosos entre especies de clavelinas chinas. Al cruzar una flor doble con una sencilla, observo que los cruces resultantes presentaban por lo general multiples petalos; lo que significaba no solo que era posible trasladar caracteristicas de unas especies a otras, sino tambien que ciertas caracteristicas, como la duplicidad, eran mas fuertes que otras. Ese germen de pensamiento genetico reaparecio en otros experimentos en los que el profesor estudiaba el efecto de cruzar flores de distintos colores. El rojo cruzado con el blanco producia un morado palido, el blanco cruzado con el morado daba un tono blanquecino veteado de violeta, el amarillo y el rojo cruzados resultaban en un intenso amarillo anaranjado.
A traves de todos sus experimentos, el profesor Kolreuter detecto un grado de irregularidad mucho mayor en las plantas hibridas que en las originadas de forma natural. Esa era una forma academica de decir que no habia modo de saber que iba a resultar. Por otra parte, el profesor Richard Bradley, de la Universidad de Cambridge, al narrar sus incursiones en la polinizacion manual de los tulipanes, concluyo con esta emocionante promesa: «Una persona curiosa podria, basandose en estos conocimientos, producir variedades de plantas de las que no se ha oido hablar aun».
?Soy lo bastante curiosa?, se pregunto Sophie, analizando sus secretos. ?Y si no estoy a la altura de semejante irregularidad?
Pero ?que tenia que perder?
Porque de lo contrario solo habia esa interminable costura, y el pensamiento insoportable que acechaba los bordes de sus dias: ?sera siempre asi mi vida?
4
Avergonzado, confeso no tener las veinticuatro livres que costaba la cuota anual del club. Cobraba cincuenta sous por visita a domicilio, el precio de dos libras de carne de vaca o de cinco misas. Ricard le ofrecio enseguida el dinero, rechazando con un ademan los reparos de Joseph. En su opinion, dijo, las cuotas de socio eran ridiculamente altas, «concebidas para excluir a los franceses corrientes».
Los Amigos de la Constitucion, como se llamaban a si mismos los Patriotas, se reunian una vez a la semana en casa de su presidente, Etienne Luzac, un hombrecillo rechoncho de andares saltarines que, desde la desaparicion del imperio Nicolet, dirigia la mayor parte del negocio textil de Castelnau. Dos lacayos -sin librea, para manifestar el rechazo de Luzac a los distintivos de la servidumbre personal- servian copas y refrescos a los doscientos hombres reunidos en la enorme sala de recepcion: ricos comerciantes, abogados, banqueros, dos magistrados, un marques que habia renunciado a su titulo y ahora daba palmaditas en la espalda al recien llegado al tiempo que le encajaba una escarapela tricolor en el ojal. Por todas partes se veia el uniforme de la Guardia Nacional: tirante sobre la alta tripa de Luzac, amoldandose a los elegantes miembros del ex marques.
Era asimismo de notar, dada la eminente compania, la deferencia con que todo el mundo trataba a Ricard. Despues de presentar a Joseph a un joven moreno de facciones angulosas, el carnicero se movio de un corro a otro; su mole le hacia facilmente reconocible en la sala. Cuando le ensenaron un fajo de papeles, asintio en senal de aprobacion. Unos hombres, cuya indumentaria y maneras indicaban que estaban por encima de el socialmente, parecian estar pidiendole su opinion; Ricard se encogio de hombros, dijo algo que hizo reir a sus interlocutores y siguio andando.
El hombre moreno, un impresor llamado Mercier, no perdio tiempo en interrogar a Joseph. ?Cuanto hacia que conocia a Ricard? ?Donde le habia conocido? ?Por que queria unirse a los Patriotas? ?Conocia a alguien mas alli? ?Cuanto hacia que vivia en Castelnau? ?Que opinion le merecia Luzac? Los ojos negros y entrecerrados del impresor recorrian la habitacion constantemente. La unica informacion personal que ofrecio fue que hacia anos que conocia a Ricard, mirando a Joseph fijamente como para grabarselo en la memoria. Poco despues, llamo a un conocido que se hallaba en el otro extremo de la sala y se acerco a saludarlo. Joseph se quedo donde estaba, no muy lejos de la puerta, donde los lacayos eran facilmente interceptados.
Se abrio la reunion. La formalidad de la misma fue otra sorpresa para Joseph, quien puso las manos en las rechonchas del ciudadano Luzac y juro lealtad a la Nacion, la Ley y al Rey. Prometio hacer todo lo que estuviera en su poder para defender la Constitucion aprobada por la Asamblea Nacional y aceptada por Su Majestad. Luzac hablo de la importancia que tenia el que se reunieran todos los que buscaban la razon y la justicia, y rogo a Joseph que permaneciera alerta en todo momento en nombre de la libertad, la igualdad y los derechos del hombre. Hubo aclamaciones. La cara de Luzac brillaba de sudor, emocion y por el excelente vino que servian sus lacayos.
Las actas de la reunion anterior fueron leidas en alto por Ricard, que era uno de los dos secretarios del club. Otro miembro resumio la correspondencia recibida en el transcurso de la semana, la mayoria de clubes revolucionarios de otras ciudades. Un banquero que acababa de regresar de la capital informo de la reunion a que habia asistido en un convento jacobino abandonado de la rue Saint-Honore; su pedante informe sobre la rutinaria discusion en la oficina central de Paris fue recibido con silenciosa reverencia.
Se invito a los asistentes a hacer preguntas.
Joseph se armo de coraje y pregunto si no podia reducirse la cuota de socio para acoger a aquellos que amaban la razon y la justicia y cuyos recursos eran limitados. Luzac se tiro de sus charreteras amarillas y replico que esa cuestion ya habia sido discutida y descartada en una reunion previa.
– Nuestros gastos son considerables, ciudadano, tan considerables como tendra ocasion de apreciar. Mantener relaciones con nuestros hermanos de todo el pais es necesario pero costoso. Y estamos suscritos a por lo menos dieciseis periodicos solo de Paris.
– ?Por que? -pregunto Joseph, y vio a Ricard disimular una sonrisa.
Fue el ex marques quien respondio, mientras Luzac, cenudo, tamborileaba con los dedos en sus muslos.
– Informacion, estimado hermano, informacion. El primer deber de un ciudadano es mantenerse informado. Los periodicos de Paris nos mantienen al corriente de los acontecimientos que tienen lugar en la capital, en especial de las deliberaciones de la Asamblea. En cuanto a la prensa reaccionaria, es esencial para ponernos en guardia frente a las estrategias contrarrevolucionarias. Una valiosisima ventana abierta a la mente del viejo Caussade, ?no lo comprende?
Joseph lo comprendia, pero persistio. Si no era posible reducir la cuota anual, ?por que no la hacian mensual? Discusion, reparos. Finalmente quedo decidido por votacion no unanime que las cuotas serian mensuales.
Joseph miro a Ricard en busca de reconocimiento, pero este ya estaba de pie con su propia propuesta: se necesitaban voluntarios para leer en alto y explicar los periodicos y panfletos seleccionados a los trabajadores analfabetos de la ciudad, «llevando la Revolucion al pueblo». Esta vez la aprobacion fue general. Ricard sonrio y se sento.
Un hombre que estaba de pie no muy lejos de Joseph tomo la palabra. Propuso que se permitiera a las mujeres hacerse miembros. Las ciudadanas habian desempenado un papel significativo en la Revolucion; no necesitaba recordar a sus hermanos a las mujeres del mercado que habian marchado sobre Versalles el pasado octubre. Las mujeres estaban a cargo de los ninos, desempenaban un papel decisivo en la inculcacion de los ideales patrioticos en los ciudadanos del futuro. Ademas, ya habian llegado noticias de Paris de clubes que admitian mujeres, como la Sociedad Fraterna de Patriotas de Ambos Sexos; desde un punto de vista practico, ?no corrian los Amigos de la Constitucion el riesgo de ceder terreno a organizaciones rivales si seguian cerrando las puertas de entrada a las mujeres?
Joseph asentia -los argumentos le parecian de sentido comun, irrefutables- al tiempo que advertia que estaba agradablemente achispado.
La voz de Ricard hendio la algarabia.