La Joven De Las Rosas - Kretser Michelle de. Страница 9
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1
Su sobrino hizo pompas de saliva desde su rodilla y rio.
– Cada vez se parece mas a ti -dijo. Y pensando: Menos mal, se vio obligada a preguntar-: ?Como esta Hubert?
Desde que el nino habia nacido, Claire rara vez se molestaba en fingir interes por su marido. La cara que puso estaba compuesta a partes iguales de indiferencia hacia Hubert e irritacion con Sophie por fingir lo contrario.
– ?Como voy a saberlo? Apenas lo vi en Paris. El y Sebastien se pasaban la vida conferenciando con miembros comprensivos de la Asamblea. Un grupo de ellos consiguio una audiencia con Lafayette y le sugirieron que el y su Guardia Nacional debian apoyar la causa de los aristocratas. Solo que la llaman la causa del rey, naturalmente, cuando se acuerdan.
– ?Y…?
– Todo lo que Hubert me dijo cuando le pregunte fue que me prohibia hablar de ese pedante. -Claire sonrio-. Pero Anne se entero por Sebastien que no habian dicho ni tres palabras cuando el general les ordeno que se marchasen antes de que los hiciera detener por traicion. Y mientras salian en tropel, les pregunto por que no llevaban su nueva escarapela tricolor y los obligo a hacer cola para que un guardia se las colocara. -Miro a Sophie y se echaron a reir-. ?Te lo imaginas? ?Hubert obligado a llevar una escarapela tricolor!
El nino, poco acostumbrado a la alegria, empezo a lloriquear. Su tia trato de calmarlo estrechandolo contra su cuello, pero Claire toco un timbre e hizo que se lo diera a su ninera.
– No, Sophie, no lo entiendes… No hay que mimar a los ninos.
Eso era otra cosa desde que habia nacido Olivier, penso Sophie. A la lista de todo lo que no podia comprender como mujer soltera habia que sumar todo lo que estaba fuera de su alcance como mujer sin hijos.
Claire, despues de haber dejado en claro lo que pensaba, se sintio como de costumbre movida a la conciliacion.
– Me alegro de que hayas podido venir enseguida. No tenia ninguna razon de ser el empeno de Hubert en que me marchara de Paris un mes antes de lo previsto. Esta convencido de que el populacho se volvera contra nosotros, prendera fuego al faubourg y nos cortara el cuello… es como una obsesion para el. Alarmo a Sebastien lo suficiente para que Anne se marchara a casa de su suegra en Blois. Yo queria que se quedara aqui conmigo y alegamos que cuantos mas fueramos, mas seguros estariamos, pero la pobre vuelve a estar delicada y Sebastien penso que el viaje a Toulouse la agotaria. Cuenta con que esta vez sea un heredero, asi que el bienestar de ella es de extrema importancia.
Hay que ver, penso Sophie. No hay nada como el matrimonio para volverte cinico.
– Segun padre -dijo-, ahora todo es cuestion de palabreria mientras discuten la Constitucion. ?Seguro que no hay peligro real?
Claire puso los ojos en blanco.
– Solo de aburrimiento. No te puedes creer lo tedioso que se ha vuelto Paris. Hasta el teatro… Todas las obras nuevas tratan de la caida de tiranos y la soberania del pueblo, y tienen titulos como El triunfo de la libertad o La mujer del patriota. ?Te lo imaginas? Por supuesto, tambien ha habido manifestaciones y demas. Protestas por el precio del pan.
Hastiado desden; esa era la actitud que madame la marquesa trataba de adoptar ante la revolucion.
– Tambien ha habido manifestaciones en Castelnau. Los fabricantes de pelucas protestan porque se les ha arrebatado su forma de ganarse la vida desde que el pelo natural se ha convertido en un signo de patriotismo.
– El protagonista de una obra de teatro que vimos llevaba el pelo muy corto y peinado sobre la frente en un flequillo.
– ?Que tal le quedaba?
– Fatal. Se parecia a uno de esos horribles bustos romanos. No te creerias las modas, Sophie. Trajes rectos y blancos. Zapatos atados con lazos rojo, blanco y azul en lugar de las hebillas de plata. Supongo que solo es cuestion de tiempo el que los veamos en provincias.
– Bueno, no debe de haber sido muy doloroso marcharse de alli.
– Claro que siempre tienes cerca a gente divertida. -Claire cogio su bordado y fruncio el entrecejo sobre las alas anil de una mariposa. Creaba sus propios disenos, desdenando los que se vendian dibujados ya sobre raso. Los insectos eran su especialidad: pesadas abejas, peludas orugas. A los once anos habia pedido empezar a coser su trousseau.
Sophie bebia te a sorbos. Al cabo de un rato, dijo:
– ?Ha tenido padre noticias de Stephen?
– No.
Por separado, contemplaron los efectos de unos ojos azul verdosos, una sonrisa indolente.
Sophie estaba resuelta a no perder la serenidad.
– ?Has visto a Stephen, entonces?
– Si, los De la Motte organizaron una recepcion en su honor. Louis de la Motte combatio en la guerra norteamericana con el padre de Stephen… -Claire dejo la aguja y miro a su hermana a los ojos-. Quiere hacerme un retrato.
Sophie miro la pared de encima de la chimenea, dominada por un retrato de Claire y Hubert -ella sentada, el con una mano posesiva en su hombro- sobre un fondo de arboles, colinas y ciervos: la finca de Lupiac, de Hubert, extranamente dotada a medio fondo de varias columnas rotas que sugerian un templo griego en ruinas.
– Oh, si, si. -Claire resto importancia al retrato con un ademan-. Pero ese sera totalmente distinto: Stephen esta a favor del nuevo estilo natural, al aire libre pero sin posar, no artificial. Va a ser totalmente natural, ?comprendes? Y tambien le gustaria hacerme un estudio estilo Rafael o… o… uno de esos italianos, con Olivier.
– ?Una Madona con hijo?
– Exacto. Esta rechazando encargos de todo Paris, ?sabes? Esta muy solicitado… -Sophie no dijo nada-… asi que es un gran cumplido. Tiene contactos con la Asamblea, gracias a sus primos, y es probable que le encarguen un cuadro para conmemorar el aniversario de la toma de la Bastilla o el juramento del Juego de la Pelota, no estoy segura. Tendra que suavizar su estilo para adecuarse al gusto oficial, que es terriblemente conservador. Tiene pensado hacer una gran obra alegorica…
– ?El triunfo de la libertad, tal vez?
– Exacto. -Luego tuvo el detalle de reirse; despues de todo, era hermana de Sophie-. Te estas burlando de mi, para variar. Pero es cierto que tiene mucho talento, todo el mundo lo dice, y quiere pintarme en Montsignac, en tu jardin. Va a escribir a padre para preguntarle si puede pasar el mes de junio con nosotros.
En invierno, hasta en el mas pequeno de los tres salones de Claire habia corrientes de aire. Una doncella que habia entrado para recoger la bandeja recibio instrucciones de atizar el fuego.
– ?No te parece una idea esplendida?
Sophie miro la estrecha espalda de la joven arrodillada ante las llamas. Asi es todo en la vida de Claire, penso, todo puede arreglarse.
– Estoy segura de que padre accedera -dijo, respondiendo la pregunta no formulada.
– Se por que titubeas, Sophie. Pero el se ha ofrecido, con mucha delicadeza, por supuesto, a pagar por el alojamiento. Comprende… en fin, la situacion. En este sentido no hay que preocuparse.
– Es un alivio saberlo.
– Te preocupas demasiado. Stephen tambien lo ha notado.
Han hablado de mi, penso. Eso era espantoso.
– Esa pequena arruga entre tus ojos se hace mas profunda por momentos. Debo ensenarte la nueva crema de albaricoque que me compre en Paris, todo el mundo cree ciegamente en ella. Y tengo unos encajes y un par de guantes de noche para ti.
Ella hizo un esfuerzo.
– ?Ningun traje recto y blanco? ?Ni siquiera una faja tricolor?
– Dios nos libre. Por cierto, debemos repasar tu vestuario y escoger un vestido para manana por la noche. Estamos invitadas a comer en casa de los Linguet. Estara el hermano de Marianne, el teniente… ella lo ha mencionado especialmente. Se quedo prendado de ti el ano pasado, ?te acuerdas?
Dios nos libre, penso Sophie.
2
La primavera llego, y le recordo lo solo que estaba. Los medicos con consulta fija, como Ducroix, podian permitirse escoger a sus pacientes; el no. El invierno lo habia visto recorrer penosamente las embarradas calles hasta las granjas y aldeas de la periferia (no podia permitirse tener un caballo, aunque alquilaba uno de los establos cuando se trataba de un caso urgente) o cruzar el puente hasta Lacapelle, donde no podian ser muy exigentes con sus medicos. Recorria una y otra vez el conocido plano de sus calles, los sucios callejones y las exiguas casas donde la enfermedad se acurrucaba entre los pobres como un amante, compartiendo su lecho, aferrandolos mientras dormian. Habia alli un olor caracteristico, un dulzon y persistente hedor compuesto de rio, sopa de col, tinte, excremento, alquitran, serrin, sudor, el barro dejado atras por la indefectible riada anual. Al desnudarse por la noche, lo imaginaba adherido a su ropa y olia las prendas que se habia quitado, asqueado solo a medias. El olor de su ninez, esperando siempre para reclamarlo. Cada dia cruzaba el puente y volvia a entrar en su dominio.
Tenia alquilada una habitacion en el segundo piso de la viuda de un cerrajero. Habria sido mas practico haberse alojado al otro lado del rio, en Lacapelle, donde ejercia de medico. Pero alli no dormiria.
Conforme los dias se hacian mas largos y el tiempo mas benigno, la soledad lo sacaba de su estrecha habitacion por las noches y lo llevaba hasta los confines de la ciudad, donde los jardines se fundian con los campos, y el mundo se extendia ante el en una oscuridad insondable. A menudo lo acosaban prostitutas durante esas excursiones. Pero le asustaban las infecciones de las que sabia eran portadoras y se apresuraba a dar media vuelta antes de que el deseo pudiera mas que el miedo.
Habia hecho dos visitas a Montsignac. En ambas ocasiones ella no habia estado. De todos modos, parecia imposible desde el principio. Por empobrecidos y afables que fueran los Saint-Pierre, no dejaban de ser los Saint-Pierre.
Tomo la costumbre de detenerse en las tabernas que medraban en las afueras de la ciudad, locales bulliciosos frecuentados por tenderos y artesanos -carniceros, panaderos, fabricantes de velas y palmatorias- asi como por unos cuantos porteros, criados y jornaleros. Lo saludaban con la cabeza, le invitaban a beber con ellos o lo dejaban tranquilo si lo preferia; su conversacion pasaba por encima de el envolviendolo, calmando su desazon.
Esa primavera solo se hablaba de las recientes elecciones municipales en las que el vicomte de Caussade habia salido nombrado alcalde, junto con un consejo formado por aristocratas, administradores de elite y clerigos de rango superior. Lacapelle habia votado por los revolucionarios; pero el resto de Castelnau, o al menos la parte de su poblacion masculina que tenia derecho a voto, habia preferido las promesas del vizconde de empleo para todos, fin de la carestia de alimentos y eliminacion de los indeseables; en pocas palabras, la restauracion del orden establecido.