Samarcanda - Maalouf Amin. Страница 20
Es cierto que una tarde de noviembre, el antiguo protector de Jayyam llega inopinadamente a Ispahan con mujeres y equipajes, desgranando reniegos e imprecaciones. Nada mas cruzar la puerta de Tirali ordena que le conduzcan ante su amigo, que lo instala en su casa, feliz de tener por fin la ocasion de demostrarle su gratitud. Una vez despachadas rapidamente las efusiones de costumbre, Abu Taher ruega, al borde de las lagrimas:
– Tengo que hablar con Nizam el-Molk lo antes posible.
Jayyam nunca ha visto al cadi en semejante estado e intenta tranquilizarlo:
– Iremos a ver al visir esta misma noche. ?Tan grave es?
– He tenido que huir de Samarcanda.
No puede continuar; se le ahoga la voz y las lagrimas corren por sus mejillas. Ha envejecido mucho desde el ultimo encuentro; tiene la piel marchita, la barba blanca. Solo las cejas siguen siendo una marana negra y temblorosa.
Omar pronuncia algunas frases de consuelo. El cadi se recobra, se ajusta el turbante y declara:
– ?Te acuerdas de ese hombre al que llamaban el estudiante de la cicatriz?
– ?Como voy a olvidarme de aquel que agito ante mis ojos mi propia muerte!
– ?Te acuerdas de que se volvia loco ante la menor sospecha de olor a herejia? Pues bien, hace tres anos se unio a los ismaelies y hoy proclama sus errores con el mismo celo que desplegaba para defender la verdadera fe. Cientos, miles de ciudadanos le siguen. Es el amo de la calle e impone su ley a los comerciantes del bazar. He ido a ver al kan en varias ocasiones. Tu conociste a Nasr Kan, sus coleras repentinas que se aplacaban tan subitamente como se encendian, sus accesos de violencia o de prodigalidad. Que Dios lo tenga en la gloria, lo menciono en todas mis oraciones. Hoy el poder esta en manos de su sobrino Ahmed, un joven imberbe, indeciso imprevisible, nunca se como tratarle. Me queje a el varias veces de las intrigas de los herejes, le expuse los peligros de la situacion, pero solo me escuchaba distraidamente, aburrido. Al ver que no se decidia a actuar, reuni a los comandantes de la milicia, asi como a algunos funcionarios en cuya lealtad confio y les pedi que vigilaran las reuniones de los ismaelies. Tres hombres de confianza se relevaban para seguir al estudiante de la cicatriz, ya que mi objetivo era presentar al kan un informe detallado de sus actividades con el fin de abrirle los ojos. Hasta el dia en que mis hombres me informaron de que el jefe de los herejes habia llegado a Samarcanda.
– ?Hassan Sabbah?
– En persona. Los mios se apostaron a ambos lados de la calle Abdak, en el barrio de Gatfar, donde tenia lugar la reunion de los ismaelies. Cuando Sabbah salio de alli, disfrazado de sufi, se echaron sobre el, le cubrieron la cabeza con un saco y me lo trajeron. Inmediatamente lo conduje al palacio, orgulloso de anunciar al soberano mi captura. Por primera vez se mostro interesado y pidio ver al personaje, pero cuando Sabbah estuvo en su presencia ordeno que desataran sus ligaduras y que le dejaran solo con el. Por mas que le previne contra ese peligroso hereje y le recorde las fechorias de las que era culpable, todo fue inutil. Queria, dijo, convencer al hombre de que volviera al camino recto. La entrevista se prolongo. De vez en cuando, uno de sus allegados entreabria la puerta; los dos hombres seguian discutiendo. Subitamente, al amanecer, se les vio prosternarse uno al lado del otro para la oracion, murmurando las mismas palabras. Los consejeros se empujaban para observarlos.
Despues de beber un trago de jarabe de horchata, Abu Taher formula unas palabras de agradecimiento antes de proseguir:
– Hubo que rendirse ante la evidencia. El senor de Samarcanda, soberano de Transoxiana, heredero de la dinastia de los Kanes Negros, acababa de adherirse a la herejia. Desde luego evito proclamarlo y continuo simulando su fidelidad a la verdadera Fe, pero ya nada fue como antes. Los consejeros del principe fueron reemplazados por ismaelies. Los jefes de la milicia, autores de la captura de Sabbah murieron brutalmente uno despues de otro. Mi propia guardia fue sustituida por los hombres del estudiante de la cicatriz. No me quedaba otra eleccion que partir con la primera caravana de peregrinos y venir a exponer la situacion a aquellos que sostienen la espada del Islam, Nizam el-Molk y Malikxah.
Esa misma noche Jayyam acompana a Abu Taher a casa del visir. Lo presenta y luego los deja a solas. Nizam escucha a su visitante con recogimiento y en su rostro se lee la inquietud. Cuando el cadi se calla, Nizam le lanza:
– ?Sabes quien es el verdadero responsable de las desgracias de Samarcanda y de todas nuestras desgracias? ?Ese hombre que te ha acompanado hasta aqui!
– ?Omar Jayyam?
– ?Quien, si no? Fue jawaye Omar quien intercedio en favor de Hassan Sabbah el dia en que yo pude obtener su muerte. Nos impidio matarlo. ?Podria ahora impedirle matarnos?
El cadi no sabe que decir. Nizam suspira. Se sucede un corto y embarazoso silencio.
– ?Que sugieres que hagamos?
Es Nizam quien interroga. Abu Taher tiene su idea muy preparada y la enuncia con la lentitud de las proclamaciones solemnes.
– Ha llegado la hora de que la bandera de los selyuquies ondee sobre Samarcanda.
El rostro del visir se ilumina y luego se ensombrece.
– Tus palabras valen su peso en oro. Desde hace anos no ceso de repetir al sultan que el Imperio debe extenderse hacia Transoxiana, que unas ciudades tan prestigiosas y prosperas como Sarnarcanda y Bujara no pueden permanecer fuera de nuestra autoridad. Es una perdida de tiempo; Malikxah no quiere saber nada.
– Sin embargo, el ejercito del kan esta muy debilitado. Sus emires ya no reciben la paga y sus fortalezas estan en ruinas.
– Eso ya lo sabemos.
– ?No sera que Malikxah teme sufrir la misma suerte que su padre Alp Arslan si como el cruzara el rio?
– En modo alguno.
El cadi no pregunta mas y espera la explicacion.
– El sultan no teme ni al rio ni al ejercito enemigo -dice Nizam-. ?Tiene miedo de una mujer!
– ?Terken Jatun?
– Ella le ha jurado que si cruza el rio, le negara para siempre su lecho y transformara su haren en un infierno. No olvidemos que Samarcanda es su ciudad, que Nast Kan era su hermano y Ahmed Kan es su sobrino. Transoxiana pertenece a su familia. Si el reino construido por sus antepasados se derrumbara, perderia el puesto que ocupa entre las mujeres del palacio y comprometeria las oportunidades que tiene su hijo de suceder un dia a Malikxah.
– ?Pero su hijo solo tiene dos anos!
– Precisamente. Cuanto mas joven, mas tiene que luchar su madre por mantener sus derechos.
– Si he comprendido bien -concluye el cadi-, el sultan no aceptara jamas conquistar Samarcanda.
– No he dicho eso, pero es necesario hacerle cambiar de opinion y no sera facil encontrar unas armas mas persuasivas que las de la Jatun.
El cadi enrojece. Sonrie cortesmente pero no se deja apartar de su proposito.
– ?No bastaria con que yo repitiera ante el sultan lo que acabo de decirte? ?No bastaria con que le informara de la conspiracion urdida por Hassan Sabbah?
– No -comenta secamente Nizam.
Por el momento esta demasiado absorto para argumentar. En su cabeza se esta elaborando un plan. Su visitante espera a que se determine.
– Veamos -enuncia el visir con autoridad-. Manana por la manana te presentaras a la puerta del haren del sultan y pediras ver al jefe de los eunucos. Le diras que vienes de Samarcanda y que desearias transmitir a Terken Jatun noticias de su familia. Tratandose del cadi de su ciudad, de un viejo servidor de su dinastia, no puede hacer otra cosa que recibirte.
El cadi solo mueve la cabeza y Nizam prosigue:
– Cuanto estes en la sala de las colgaduras, contaras la miseria en la que se encuentra Samarcanda por culpa de los herejes, pero omitiras evocar la conversion de Ahmed. Por el contrario, daras a entender que Hassan Sabbah ambiciona su trono, que su vida esta amenazada y que solo la Providencia podria aun salvarla. Anadiras que has venido a verme pero que no he querido prestarte atencion, incluso que te he disuadido de hablar de ello al sultan.
Al dia siguiente, la estratagema dio resultado sin encontrar el menor obstaculo. Mientras que Terken Jatun se hace cargo de convencer al sultan de la necesidad de salvar al kan de Samarcanda, Nizam el-Molk, que aparenta oponerse a ello, se ocupa intensamente de los preparativos de la expedicion. Con esta guerra de enganos, Nizam no trata solamente de anexionarse Transoxiana, y, menos aun, de salvar a Samarcanda; quiere, sobre todo, restablecer su prestigio escarnecido por la subversion ismaeli. Y para ello necesita una victoria total y resonante. Desde hace anos, sus espias le juran cada dia que Hassan ha sido localizado, que su detencion es inminente, pero el rebelde permanece inasequible, sus tropas se evaporan al primer contacto. Nizam busca, pues, una ocasion para enfrentarse con el cara a cara, ejercito contra ejercito. Samarcanda es un terreno inesperado.
En la primavera de 1089, un ejercito de doscientos mil hombres se pone en marcha con elefantes e instrumentos de asedio. Poco importan las intrigas y las mentiras que han presidido su creacion; realizara lo que todo ejercito debe realizar. Comienza por apoderarse de Bujara sin la menor resistencia y luego se dirige hacia Samarcanda. Una vez a las puertas de la ciudad, Malikxah anuncia a Ahmed Kan, con un patetico mensaje, que ha llegado al fin a liberarlo del yugo de los herejes. «No he pedido nada a mi augusto hermano» responde friamente el kan. Malikxah se asombra ante Nizam, que no se inmuta: «El kan ya no es libre en sus movimientos. Hay que hacer como si no existiera.» De todas maneras el ejercito no puede volver sobre sus pasos, los emires quieren su parte del botin y no regresaran con las manos vacias.
Desde los primeros dias, la traicion de un guardian de una torre permite a los sitiadores introducirse en la ciudad y tomar posiciones al oeste, cerca de la puerta del Monasterio. Los defensores se repliegan hacia los zocos del sur, en torno a la puerta de Kix. Una parte de la poblacion decide apoyar a las tropas del sultan, las alimenta y las anima; otra parte abraza la causa de Ahmed Kan, cada uno segun su fe. Los combates se suceden con una violencia extrema durante dos semanas, pero en ningun momento existe la menor duda de su desenlace. El kan, que se habia refugiado en casa de un amigo en el barrio de las copulas, pronto es apresado, asi como todos los jefes ismaelies. Unicamente Hassan consigue escapar atravesando de noche un canal subterraneo.