Samarcanda - Maalouf Amin. Страница 21
No cabe duda de que Nizam ha ganado, pero a fuerza de embaucar tanto al sultan como a la sultana ha envenenado irremediablemente sus relaciones con la corte. Aunque Malikxah, no lamenta haber conquistado con tan poco esfuerzo las mas prestigiosas ciudades de Transoxiana, sufre en su amor propio haberse dejado enganar. Incluso se niega a organizar para la tropa el tradicional banquete de la victoria. «?Es pura avaricia!», cuchichea con mala intencion Nizam a quien quiera escucharle.
En cuanto a Hassan Sabbah, saca de su derrota una valiosa leccion. Antes de intentar convertir a los principes, va a forjarse un temible instrumento de guerra que no se parecera en nada a todo lo que la humanidad ha conocido hasta ese momento: la orden de los Asesinos.
XVII
A lamut. Una fortaleza sobre un penasco a seis mil pies de altitud; un paisaje de montes pelados, lagos olvidados, precipicios cortados a pico, desfiladeros sin salida. El ejercito mas numeroso no podria acceder a ella mas que en fila india. Las mas potentes catapultas no podrian ni rozar sus murallas.
Entre las montanas reina el Xah-Rud, llamado el «rio loco», que en primavera, con el deshielo de las nieves del Elburz, crece y se acelera, arrancando a su paso arboles y piedras. ?Ay del que ose acercarsele! ?Ay de la tropa que se atreva a acampar a sus orillas!
Del rio, de los lagos, sube cada noche una densa y algodonosa bruma que escala el farallon y se detiene a medio camino. Para los que alli viven, el castillo de Alamut se convierte entonces en una isla en medio de un oceano de nubes. Visto desde abajo es una guarida de genios.
En dialecto local, Alamut significa «la leccion del aguila». Se cuenta que un principe que queria construir una fortaleza para controlar aquellas montanas solto un ave rapaz amaestrada. Esta, despues de haber dado vueltas en el cielo, fue a posarse sobre ese penasco. El amo comprendio que ningun emplazamiento seria mejor.
Hassan Sabbah ha imitado al aguila. Recorre Persia a la busqueda de un lugar donde poder reunir a sus fieles, instruirlos y organizarlos. De su contratiempo en Samarcanda ha aprendido que seria ilusorio querer apoderarse de una gran ciudad, ya que el enfrentamiento con los selyuquies seria inmediato e inevitablemente redundaria en provecho del Imperio. Por lo tanto, necesita otra cosa: un reducto montanoso, inexpugnable, un santuario desde donde desarrollar su actividad en todas las direcciones.
En el momento en que las banderas capturadas en Transoxiana se despliegan en las calles de Ispahan, Hassan se encuentra en los alrededores de Alamut. Ese lugar es para el una revelacion. Desde que lo diviso a lo lejos, comprendio que era alli y en ningun otro sitio donde terminaria su vida errante, donde se alzaria su reino. Alamut es, en ese momento, un pueblo fortificado, uno, entre tantos otros, donde viven algunos soldados con sus familias, unos cuantos artesanos, algunos agricultores y un gobernador nombrado por Nizam el-Molk, un honrado castellano llamado Mahdi el Alaui, que solo se preocupa de su agua para el riego y su cosecha de nuez, de uvas y de granadas. Los tumultos del imperio no le quitan el sueno.
Hassan comienza por enviar a algunos companeros, nativos de la region, que se mezclan con la guarnicion, predican y convierten. Algunos meses mas tarde estan en condiciones de anunciar al maestro que el terreno esta preparado y que puede venir. Hassan se presenta disfrazado de derviche sufi, como de costumbre. Se pasea, inspecciona, comprueba. El gobernador recibe al hombre santo y le pregunta que le agradaria.
– Necesito esta fortaleza -dice Hassan.
El gobernador sonrie y se dice que a ese derviche no le falta humor. Pero su invitado no sonrie.
– He venido a tomar posesion de la plaza. ?Todos los hombres de la guarnicion me son adictos!
Hay que reconocer que la conclusion de ese intercambio es tan inaudita como inverosimil. Los orientalistas que han consultado las cronicas de la epoca, particularmente los relatos consignados por los ismaelies, tuvieron que leerlos y releerlos para asegurarse de que no eran victimas de una falsificacion.
Imaginemos de nuevo la escena. Estamos a finales del siglo XI, exactamente a 6 de septiembre de 1090. Hassan Sabbah, genial fundador de la orden de los Asesinos, esta a punto de apoderarse de la fortaleza que sera durante ciento sesenta y seis anos la sede de la secta mas temible de la historia. Esta alli, sentado con las piernas cruzadas, frente al gobernador, a quien repite sin alzar la voz:
– He venido a tomar posesion de Alamut.
– Esta fortaleza me fue entregada en nombre del sultan -responde el otro-. ?Pague para conseguirla!
– ?Cuanto?
– ?Tres mil dinares de oro!
Hassan Sabbah toma un papel y escribe: «Sirvanse pagar la suma de tres mil dinares de oro a Mahdi el Alaui como pago de la fortaleza de Alamut. Dios nos basta. Es el mejor de los Protectores.» El gobernador estaba inquieto y no creia que la firma de un hombre vestido con un sayal pudiera avalar semejante suma, pero nada mas llegar a la ciudad del Darngan pudo cobrar su oro sin ninguna demora.
XVIII
C uando la noticia de la conquista de Alamut llega a Ispahan, apenas suscita alborotos. La ciudad se interesa mucho mas por el conflicto que en ese momento estalla con violencia entre Nizam y el palacio. Terken Jatun no perdona al visir la operacion que ha dirigido contra el feudo de su familia e insiste ante Malikxah para que se deshaga sin demora de su demasiado poderoso visir. Nada es mas normal, dice, que el sultan, a la muerte de su padre, tuviera un tutor, ya que solo tenia diecisiete anos; hoy tiene treinta y cinco, es todo un hombre y no puede dejar indefinidamente la direccion de los asuntos en las manos de su ata . ?Ya es hora de que se sepa quien es el verdadero senor del Imperio! El problema de Samarcanda, ?no ha servido para probar que Nizam intentaba imponer su voluntad, que enganaba a su senor y le trataba como a un menor ante el mundo entero?
Si Malikxah duda aun de dar ese paso, un incidente va a empujarle a ello. Nizam ha nombrado gobernador de la ciudad de Merv a su propio nieto. Adolescente pretencioso, demasiado confiado en la omnipotencia de su abuelo, se ha permitido insultar en publico a un anciano emir turco. Este, lloroso, va a quejarse a Malikxah que, fuera de si, ordena inmediatamente que se escriba a Nizam una carta redactada en los siguientes terminos: «Si eres mi adjunto, debes obedecerme y prohibir a tus parientes que ataquen a mis hombres; si te consideras mi igual, mi asociado en el poder, tomare las decisiones pertinentes.»
Nizam da su respuesta al mensaje entregado por una delegacion de altos dignatarios del Imperio: «Decid al sultan, si es que hasta ahora lo ignoraba, que desde luego soy su asociado y que sin mi persona no hubiera podido jamas forjar su poderio. ?Ha olvidado que fui yo quien, a la muerte de su padre, se hizo cargo de sus asuntos, que fui yo quien alejo a los otros pretendientes y metio en cintura a todos los rebeldes? ?Que gracias a mi se le obedece y respeta hasta los confines de la tierra? ?Si, id a decirle que la suerte de su gorro esta unida a la de mi tintero!»
Los emisarios estan estupefactos. ?Como un hombre tan prudente como Nizam el-Molk puede dirigir al sultan unas palabras que van a causar su propia desgracia y, sin duda, su muerte? ?Su arrogancia raya en la locura!
Solo un hombre, ese dia, sabe con precision lo que explica semejante determinacion, y es Jayyam. Desde hacia semanas Nizam se le quejaba de atroces dolores que le mantenian despierto por la noche y por el dia le impedian concentrarse en su trabajo. Despues de examinarlo minuciosamente, de palparlo e interrogarlo, Omar le diagnostico un tumor flemonoso que no le permitiria vivir mucho tiempo.
Fue una noche muy penosa aquella en que Jayyam tuvo que declarar a su amigo la verdad sobre su estado.
– ?Cuanto tiempo me queda de vida?
– Algunos meses.
– ?Seguire sufriendo?
– Podria prescribirte opio para aliviar el sufrimiento, pero estarias continuamente aturdido y ya no podrias trabajar.
– ?No podria escribir?
– Ni mantener una larga conversacion.
– Entonces prefiero sufrir.
Entre una replica y otra se sucedian largos momentos de silencio. Y de sufrimiento dignamente contenido.
– ?Tienes miedo al mas alla, Jayyam?
– ?Por que tener miedo? Despues de la muerte esta la nada o la misericordia.
– ?Y el mal que he podido hacer?
– Por grandes que hayan sido tus culpas, el perdon de Dios es aun mayor.
Nizam se habia mostrado algo mas tranquilo.
– Tambien he hecho el bien. Construi mezquitas y escuelas y combati la herejia.
Como Jayyam no lo contradecia, habia proseguido:
– ?Se acordaran de mi dentro de cien anos, de mil anos?
– ?Como saberlo?
Nizam, despues de mirarlo de hito en hito con desconfianza, habia continuado:
– ?No fuiste tu quien dijo un dia: «La vida es como un incendio. Llamas que el que pasa olvida. Cenizas que el viento dispersa. Un hombre ha vivido»? ?Crees que sera ese el destino de Nizam el-Molk?
Jadeaba. Omar seguia callado.
– Tu amigo Hassan Sabbah recorre el pais clamando que no soy mas que un vil servidor de los turcos. ?Crees que sera eso lo que digan de mi el dia de manana? ?Que se me considerara la verguenza de los arios? ?Olvidaran que fui el unico que hizo frente a los sultanes durante treinta anos y que les impuso su voluntad? ?Que otra cosa podia hacer yo despues de la victoria de sus ejercitos? Pero no dices nada.
Hablaba con aire ausente.
– Setenta y cuatro anos, setenta y cuatro anos que vuelven a pasar ante mis ojos. Tantas decepciones, tantos pesares, tantas cosas que hubiera querido vivir de otro modo.