Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel. Страница 13

?Pero que importa! Los flancos del navio que nos devolvio a la patria rebosaban bustos, torsos, bajorrelieves y piezas de ceramica. ?Si hubiera podido desmontar un templo entero y llevarmelo pieza a pieza! En cualquier caso, de esa primera expedicion nacio la idea de un Balthazareum, o, dicho de otra forma, de una fundacion real donde pudieran exponerse mis colecciones y los tesoros artisticos adquiridos por la Corona. El Balthazareum se enriquecio a cada nueva expedicion, y de ano en ano pudieron verse alli mosaicos punicos, sarcofagos egipcios, miniaturas persas, tapices chipriotas, y hasta idolos indios con trompa de elefante, reunidos en departamentos especializados. Este museo, reconozco que un poco heterocuto, era mi orgullo, la razon de ser, no solo de mis viajes, sino de toda mi vida. Cuando acababa de adquirir una nueva maravilla, me despertaba de noche para reir de jubilo imaginandomela expuesta en el lugar que le correspondia dentro de mis colecciones. Mis Narcisos habian entrado en el juego, y despues de convertirse por la fuerza de las cosas en expertos en mimbilia de todos los origenes, rastreaban y aumentaban mis colecciones con ardor juvenil. Por otro lado, yo no perdia la esperanza de ver que alguno de ellos diera un dia los frutos de la admirable educacion artistica de la que me eran deudores, y usara el estilete del grabador, la pluma del dibujante o el cincel del escultor. Porque el espectaculo de la creacion ha de ser contagioso, y las obras maestras no son plenamente ellas mismas hasta que suscitan el nacimiento de otras obras maestras. Por eso alente los tanteos de un joven de nuestro grupo que se llamaba Asur, y que era de origen babilonio. Pero ademas de la hostilidad de nuestro clero, le veia chocar con la contradiccion que antes he querido expresar entre el arte hieratico, en el que se helaban las obras que veiamos, y las manifestaciones espontaneas de la vida mas sencilla que le deslumbraban de alegria y de admiracion. Su busqueda era la mia, pero mas ardiente, mas angustiada, debido a su juventud y a su ambicion.

Despues se produjo el accidente, el negro atentado de la noche sin luna, aquel equinoccio de otono que me hizo pasar de golpe, desde la juventud eterna en la que me habia encerrado con mis Narcisos y mis maravillas, a una vejez amarga y reclusa. En pocas horas mis cabellos encanecieron y mi cuerpo se encorvo, mi mirada se empano, se endurecio el oido, mis piernas se hicieron pesadas y mi sexo se encogio.

Nos encontrabamos en Susa, y buscabamos entre los vestigios de la Apadana de Dario I lo que la dinastia de los aquemenidas podia transmitirnos. La cosecha era hermosa, pero de un augurio bastante siniestro. Sobre todo las vasijas pintadas que exhumabamos solo nos hablaban de sufrimiento, ruina y muerte. Hay senales que no enganan. Sacabamos de una tumba craneos incrustados en crisoprasa, la mas malefica de las piedras, cuando vimos un caballo negro alado de polvo que venia del oeste hacia nosotros. Nos costo reconocer en el jinete al hermano menor de un Narciso, hasta tal punto tenia el rostro demudado despues de cinco dias de galopar freneticamente… para no hablar, ay, tambien de la terrible noticia de la que era portador. El Balthazareum ya no existia. Un motin que empezo en los barrios mas miserables de la ciudad le habia puesto sitio. Los fieles servidores que intentaron defender sus puertas fueron exterminados. Luego lo saquearon todo, sin dejar nada de las maravillas que contenia. Lo que no pudieron llevarse lo destrozaron a mazazos. A juzgar por los gritos y los estandartes de los amotinados, las causas de esa colera popular eran de caracter religioso. Queria destruir un lugar cuyas colecciones insultaban el culto al verdadero Dios y a la prohibicion de los idolos y de las imagenes.

O sea que el crimen estaba firmado. Yo conocia suficientemente al turbio populacho de los barrios bajos de mi capital para saber que le importa un comino el culto del verdadero Dios y el de las imagenes. En cambio es sensible a las consignas que se acompanan de dinero y de alcohol. La mano del vicario Cheddad era visible en aquel supuesto levantamiento popular. Pero, como es natural, habia sabido permanecer al margen. Mi peor enemigo me habia herido sin dar la cara. Si le castigase obraria como un tirano, y toda la poblacion sometida al clero me maldecidiria. Encontraron y vendieron como esclavos a los cabecillas y a los que se probo que habian dado muerte a los guardianes del Balthazareum. Luego me retire, tambien yo herido de muerte, al fondo de mi palacio.

Fue entonces cuando empezo a hablarse de un cometa. Venia del sudoeste, se dirigia, segun decian, hacia el norte. Mis astrologos -todos caldeos- estaban muy excitados, y discutian interminablemente acerca del significado de aquel fenomeno. La mayoria lo considera como una amenaza. Epidemia, sequia, terremoto, advenimiento de un despota sanguinario, hechos asi se suponen precedidos por extraordinarios meteoros. Y mis astrologos no se privaban de rivalizar en pesimismo en sus predicciones. La tristeza de ebano en la que estaba sumido me empujaba a la contradiccion. Ante su gran sorpresa, afirme en voz muy alta que la situacion presente era tan mala que un cambio profundo tenia que ser benefico. O sea que el cometa era de buen augurio… Pero cuando por fin aparecio en el cielo de Nippur, mis interpretaciones dejaron aun mas estupefactos a mis gorros puntiagudos. Hay que precisar que para mi el saqueo del Balthazareum se sumaba, con cincuenta anos de intervalo, a la perdida de mi bella mariposa, aquel Caballero Baltasar victima del mismo fanatismo estupido. En mi rencor, identificaba al suntuoso insecto portador de mi efigie con el palacio en el que habia dispuesto lo mejor de mi vida. Asi, pues, afirme friamente que el astro tembloroso y antojadizo que habia hecho su aparicion sobre nuestras cabezas era una mariposa sobrenatural, un angel-mariposa, que llevaba esculpido en su torax el retrato de un soberano, y que indicaba, a quien queria comprenderlo, que se preparaba una revolucion benefica, y que esta iba a producirse por el lado de poniente. Ninguno de mis sabios rascacielos se atrevio a contradecirme, incluso algunos, por adulacion, afirmaron que era como yo decia, y de este modo acabe por creer yo mismo lo que en un principio solo habia dicho por espiritu de provocacion. Asi nacio en mi la idea de partir una vez mas, de dar curso a mi humor atrabiliario siguiendo la mariposa de fuego, del mismo modo que antano descubri la alqueria magica de Maalek empunando un cazamariposas.

Los Narcisos, que desde el saqueo del Balthazareum se morian de tedio, prorrumpieron en gritos de jubilo, y reunieron los caballos y las provisiones que se necesitaban para una lejana expedicion al Occidente. Por mi parte, como se habia reavivado el recuerdo de Maalek y de sus mariposas, ya no me separaba del bloque de mirra que el me confio. Yo veia confusamente en esa masa olorosa y translucida la clave de una solucion para la dolorosa contradiccion que me desgarraba. La mirra, segun el uso de los antiguos embalsamadores egipcios, era la carne corruptible prometida a la eternidad. Siguiendo un camino desconocido, en una edad en la que se suele pensar en el retiro y en el repliegue hacia los propios recuerdos, yo no buscaba como otros un camino nuevo hacia el mar, las fuentes del Nilo o las Columnas de Hercules, sino una mediacion entre la mascara de oro impersonal e intemporal de los dioses griegos y… el rostro de una gravedad pueril de mi pequena Miranda.

Desde Nippur a Hebron hay unas cien jornadas, con el rodeo por el sur necesario si se quiere cruzar el mar Muerto en barco. Cada noche veiamos la mariposa de fuego agitarse por el oeste, y con el dia sentia que las fuerzas de mi juventud volvian a mi cuerpo y a mi alma. Nuestro viaje no era mas que una fiesta que se hacia mas radiante de etapa en etapa. Solo nos faltaban dos dias para alcanzar Hebron cuando unos jinetes destacados en avanzada me comunicaron que una caravana camellera conducida por negros venia de Egipto -y probablemente de la Nubia-, como si fuera a nuestro encuentro, aunque sus intenciones parecian pacificas. Habiamos plantado nuestro campamento a las puertas de Hebron desde hacia veinticuatro horas cuando el enviado del rey de Meroe se presento ante los guardianes de mi tienda.