Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 73
—Ahi lo tiene... Tengo todas las razones para confiar en usted.
—Lo intentare —gruno Douglas Keatcher, y miro a Quejada.
—Por nuestra parte, es todo —dijo Quejada.
—Por la mia, tambien —dijo Andrei—. Les deseo suerte. Y diganle a Vareikis que pase.
Como era habitual, Vareikis no paso, sino que se deslizo en el despacho por partes, mirando de vez en cuando hacia atras, hacia la rendija de la puerta entreabierta. Despues, cerro bien la puerta, avanzo en silencio hasta el escritorio y se sento. En su rostro, la expresion de luto era muy nitida, las comisuras de los labios apuntaban hacia abajo.
—Para que no se me olvide —dijo Andrei—, estuvo aqui esa mujer, de la direccion de finanzas...
—Lo se —contesto Vareikis en voz baja—. La hija.
—Si. No tengo nada en contra.
—?Con Quejada? —dijo Vareikis, medio preguntando, medio mascullando.
—No, creo que seria mejor en el centro de calculo.
—Muy bien —dijo Vareikis, y saco una libretita de notas del bolsillo interior de la chaqueta—. La instruccion cero diecisiete —pronuncio, muy quedo.
—?Si?
—Ha terminado el ultimo concurso —prosiguio Vareikis, sin levantar la voz—. Se han encontrado ocho trabajadores con un indice intelectual inferior al estipulado de setenta y cinco.
—?Por que setenta y cinco? Segun la instruccion, el indice limite es de sesenta y siete.
—Segun la aclaracion de la Oficina personal de cuadros del presidente —los labios de Vareikis apenas se movian—, el indice intelectual limite para los trabajadores de la oficina personal del presidente para la ciencia y la tecnica es de setenta y cinco.
—Ah, no lo sabia. —Andrei se rasco la sien—. Humm... Pues, si, es logico.
—Ademas —continuo Vareikis—, cinco de esos ocho no llegan a sesenta y siete. Aqui tiene la lista.
Andrei tomo el papel y lo reviso. Dos hombres y seis mujeres, nombres y apellidos que habia oido mentar.
—Permitame —dijo, frunciendo el ceno—. Amalia Torn... ?Es mi Amalia! ?Que significa esto?
—Cincuenta y ocho —repuso Vareikis.
—?Y la vez anterior?
—La vez anterior yo no trabajaba aqui.
—?Es una secretaria! —dijo Andrei—. Mi secretaria. ?Mi secretaria personal!
Vareikis callaba, abatido. Andrei reviso la lista una vez mas. Rashidov... Al parecer, trabajaba en Geodesia... Alguien lo habia alabado. ?O lo habia criticado...? Tatiana Postnik, Mecanografa. Ah, era una chica simpatica, de pelo rizado y cara hermosa, que habia tenido algo con Quejada... aunque, no, se trataba de otra...
—Esta bien —dijo—. Aclarare esto y volveremos a hablar de ello. Seria bueno que usted, por sus canales, pida aclaraciones con respecto a cargos tales como el de secretaria, mecanografa... digamos, el personal auxiliar. No podemos exigirles lo mismo que a los cientificos. A fin de cuentas, tenemos hasta correos en la plantilla...
—A la orden —dijo Vareikis.
—?Alguna otra cosa? —pregunto Andrei.
—Si. La instruccion cero cero tres.
—No la recuerdo —dijo Andrei arrugando el rostro.
—Propaganda del Experimento.
—Ah. ?Y que?
—Se reciben senales sistematicas relativas a las siguientes personas.
Vareikis puso otra hoja de papel delante de Andrei. La lista tenia solo tres apellidos. Todos varones. Los tres, jefes de sectores. De los fundamentales. Cosmografia, psicologia social y geodesia. Sullivan, Butz y Quejada. Andrei tamborileo con los dedos sobre la nota.
«Que desgracia —penso—. De nuevo, las mismas idioteces. Calma, mucha calma. No perdamos los estribos. A este cretino no habra manera de neutralizarlo, y tendre que seguir trabajando con el.»
—Es desagradable —pronuncio—. Muy desagradable. Supongo que la informacion ha sido contrastada. ?No hay errores?
—La informacion ha sido contrastada varias veces y de diversas maneras —explico Vareikis con voz incolora—. Sullivan asegura que el Experimento sobre la Ciudad continua. Segun sus palabras, la Casa de Vidrio, incluso aunque no lo quiera, sigue materializando la linea del Experimento. Asegura que el Cambio no es mas que una de las etapas del Experimento...
«Santas palabras —penso Andrei—. Izya dice eso mismo, y a Fritz no le gusta en absoluto. Solo le esta permitido a Izya, pero al pobre de Sullivan, no.»
—Quejada —prosiguio Vareikis—. Delante de sus subordinados se asombra de la potencia cientifico-tecnica de los hipoteticos experimentadores. Rebaja el valor de la actividad del presidente y del consejo presidencial. En dos ocasiones comparo esa actividad con la de ratones encerrados en una caja de zapatos...
Andrei escuchaba con los ojos bajos. Su rostro seguia siendo de piedra.
—Y, finalmente, Butz. Habla del presidente con desagrado. En estado de embriaguez, declaro que nuestro sistema politico actual era la dictadura de la mediocridad sobre los cretinos.
Andrei no pudo contenerse y solto un graznido. «El mismo diablo les tira de la lengua —penso con enojo—. Se dicen la elite y escupen hacia arriba...»
—Y usted sabe todo eso —le dijo a Vareikis—, y usted esta al tanto de todo eso. —No tenia por que decir aquello. Era una idiotez. Vareikis, sin pestanear, lo observaba con expresion de luto—. Trabaja muy bien. Vareikis —anadio Andrei—. Detras de usted, me siento como protegido por una muralla... Supongo que esta informacion —afirmo, golpeando la hoja con la una—, ya ha sido enviada por los canales reglamentarios, ?no?
—La enviaremos hoy —dijo Vareikis—. Tenia la obligacion de ponerla antes en su conocimiento.
—Excelente —dijo Andrei, mas animado—. Enviela. —Unio las dos hojas con un clip y las metio en una bandeja azul con un letrero que decia: informar al presidente—. Veamos que decide Rumer sobre todo esto.
—Como no es la primera vez que recibe informacion de este tipo —dijo Vareikis—, supongo que el senor Rumer recomendara retirar a estas personas de sus cargos dirigentes.
—Ayer estuve en el pase de una nueva pelicula. Desnudos/descalzos.-Andrei miraba a Vareikis, tratando de enfocar los ojos en algun punto mas alla de su espalda—. Fue aprobada, asi que pronto estara en los cines. Le recomiendo que la vea sin falta. Alli pasa...
Se puso a contarle a Vareikis, en detalle y sin prisa, el contenido de aquella monstruosa vulgaridad, que por cierto le habia encantado a Fritz, y no solo a el. Vareikis lo escuchaba en silencio, asintiendo con la cabeza en los momentos mas inesperados, como si despertara. Su rostro seguia mostrando unicamente tristeza y luto. Se veia que habia perdido el hilo del todo y no entendia absolutamente nada. En el momento culminante, cuando Vareikis cayo en cuenta de que tendria que oir todo aquel relato hasta el final. Andrei callo de repente y bostezo sin cubrirse la boca.