Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 10

En la esquina habia una farola. Al borde del espacio iluminado se empapaba un coche con techo de lona, y junto al coche, dos tipos que llevaban impermeables brillantes retenian en el suelo a otro, empapado, de negro. Los tres se revolvian sobre los adoquines, con esfuerzo, trabajosamente. Viktor se detuvo, y a continuacion se aproximo. No es extrano que recuerde todo eso tan bien. Viktor descubrio entonces que sus mejillas y la punta de su nariz habian palidecido. Asi era yo entonces, era facil gritarme. Pero el, pobrecillo, no sabia que yo palidecia de rabia, como Luis XIV, y no de miedo... Pero despues de la pelea, no vale. Que importancia tiene la causa por la que uno palidece. No sigamos por ese camino. Mas para recobrar la calma, para poder acicalarme antes de aparecer en publico, para recuperar el color normal de este rostro nada apuesto pero viril, debo recordarle, senor Banev, que si no le hubiera mostrado su panuelito al senor Presidente, tendria ahora una vida floreciente en nuestra famosa capital, y no estaria en este agujero mojado...

De un trago, Viktor se bebio la ginebra y bajo al restaurante.

—Por supuesto, puede que fueran gamberros —dijo Viktor—. Pero en mis tiempos, ningun gamberro se hubiera metido con un gafudo. Que le tiraran una piedra, eso ocurria, pero agarrarlo, arrastrarlo y, en general, tocarlo... Teniamos panico al contagio.

—Os digo que es una enfermedad genetica —intervino Golem—. No son contagiosos en absoluto.

—?Como que no son contagiosos? —objeto Viktor—. ?Si tienen lobanillos, como los sapos! Eso lo sabe todo el mundo.

—Los sapos no contagian lobanillos —dijo Golem placidamente—. Los mohosos, tampoco. Que verguenza, senor escritor. Es verdad que los escritores son incultos.

—Como toda la gente. El pueblo es inculto, pero sabio. Y si la voz del pueblo asegura que los sapos y los ganidos contagian los lobanillos...

—Por ahi viene mi inspector —dijo Golem.

Hacia su entrada Pavor, que venia directamente de la calle, con la capa empapada.

—Buenas noches —dijo el recien llegado—. Estoy mojado hasta los huesos, me apetece beber.

—De nuevo apesta a limo —pronuncio indignado el doctor R. Kvadriga, que despertaba de un trance alcoholico—. Siempre apesta a limo. Como un estanque. O una planta acuatica.

—?Que estais bebiendo? —pregunto Pavor.

—?Quien? ?Nosotros? —respondio Golem—. Yo, como siempre, bebo conac. Viktor bebe ginebra. Y el doctor, de todo, por turno.

—?Que verguenza! —exclamo el doctor R. Kvadriga con indignacion—. ?Escamas! ?Y cabezas!

—?Un conac doble! —le grito Pavor al camarero.

Tenia el rostro mojado por la lluvia, el cabello pegado a la cabeza, y por sus mejillas afeitadas corrian brillantes hilillos de agua. Otro rostro viril, seguramente muchos se lo envidiaban. ?De donde saca semejante rostro un inspector sanitario? Un rostro viril significa: llueve, los proyectores lo iluminan todo, las sombras pasan volando por los vagones oscuros, se distorsionan... Todo es negro y reluciente, solamente negro y solamente reluciente, y no hay conversaciones, no hay habladurias, unicamente ordenes y todos obedecen... Y no tiene que ser en vagones, puede ser en aviones, un aerodromo, y despues nadie sabe donde estuvo, de donde vino... Las chicas se desmayan, y los hombres sienten deseos de hacer algo viril, por ejemplo, enderezar los hombros y meter la panza. A Golem no le vendria mal meter la panza, pero no tiene donde meterla, todo el sitio esta ocupado. El doctor R. Kvadriga si podria hacerlo, pero no podria enderezar los hombros, lleva encorvado demasiados dias, para siempre. Por las noches esta encorvado sobre la mesa, por las mananas sobre el lavabo, y por el dia se encoge a causa de su higado enfermo. Y eso significa que aqui soy el unico capaz de meter la panza y enderezar los hombros, pero es mejor que virilmente me beba un vaso de ginebra.

—Ninfomano —dijo el doctor R. Kvadriga con tristeza, mirando a Pavor—. Ondinomano. Con algas.

—Cierre esa boca, doctor —dijo Pavor, que se secaba el rostro con servilletas de papel, las arrugaba y las tiraba al suelo. Despues, se puso a secarse las manos.

—?Con quien ha peleado? —pregunto Viktor.

—Violado por un mohoso —pronuncio el doctor R. Kvadriga, que a duras penas trataba de separar los ojos que se le habian cruzado sobre el puente de la nariz.

—Por ahora, con nadie —respondio Pavor y miro atentamente al doctor, pero R. Kvadriga no se dio cuenta de ello.

El camarero trajo la copa. Pavor se la bebio lentamente y se levanto.

—Voy a lavarme —dijo, con voz calmada—. Fuera de la ciudad solo hay fango, todo esta hundido en la mierda. —Y se fue, tropezando con una silla por el camino.

—A mi inspector le ocurre algo —dijo Golem, que con un movimiento de los dedos tiro una servilleta al suelo—. Algo de escala mundial. ?No sabreis por casualidad de que se trata?

—A usted le resultaria mas facil saberlo —replico Viktor—, el lo inspecciona a usted, y no a mi. Y ademas, usted lo sabe todo. A proposito, Golem, ?de donde lo sabe usted todo?

—Nadie sabe nada —objeto Golem—. Algunos adivinan. Muy pocos, solo los que quieren hacerlo. Pero no es posible preguntar de donde lo adivinan, seria violar el idioma. ?Adonde va la lluvia? ?Con que sale el sol? Si Shakespeare hubiera escrito algo por el estilo, ?se lo perdonaria? Seguramente a Shakespeare se lo perdonaria. A Shakespeare le perdonamos muchas cosas, pero a Banev... Oiga, senor literato, tengo una idea. Yo me bebo el conac y usted termine con esa ginebra. ?O ya no bebe mas?

—Golem —dijo Viktor—, ?sabe que soy un hombre de hierro?

—Lo adivino.

—?Y que conclusion saca de ello?

—Que teme oxidarse.

—Supongamos —dijo Viktor—. Pero no hablo de eso. Quiero decir que puedo beber mucho y largo rato, sin perder el equilibrio moral.

—Ah, se trataba de eso —dijo de repente el doctor R. Kvadriga, con voz clara—. ?Me he presentado ya, senores? Tengo el honor: Rem Kvadriga, pintor, doctor honoris causa, miembro de honor... A ti te conozco —le dijo a Viktor—. Tu y yo estudiamos juntos y tambien... Pero usted, perdoneme...

—Me llamo Yul Golem.

—Es un placer. ?Escultor?

—No. Medico.

—?Cirujano?

—Soy el medico principal de la leproseria —explico Golem con paciencia.

—?Ah, claro! —respondio el doctor R. Kvadriga, sacudiendo la cabeza como un caballo—. Por supuesto. Perdoneme, Yul... Pero ?por que lo oculta? Usted no es medico alli. Usted cria mohosos... Me hago una idea. Necesitamos personas asi... Perdone —dijo repentinamente—. Ahora vengo.