Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 9
—Por supuesto, a ti eso no te interesa en absoluto —decia Lola—. Vives en la capital, rodeado de actrices y bailarinas... Lo se todo. No pretendas que aqui no sabemos nada de tu dinero loco, tus amantes, tus escandalos constantes... Si quieres saberlo, nada de eso me importa, nunca fui un obstaculo para ti, vivias como querias...
Lo que siempre la hunde es que habla demasiado. Cuando estaba soltera, era callada, tranquila, misteriosa. Hay chicas que saben como comportarse desde la mas tierna infancia. Ella lo sabia. En general, todavia esta bien cuando se sienta y ensena las rodillas... o se lleva la mano a la nuca y se estira. Eso debe de volver loco a un abogado de provincias. Viktor imaginaba una velada casera: la mesita junto al divan, la botella en una cubeta, el cava que burbujea en las copas, la caja de bombones atada con una cinta, y el abogado en persona, envuelto en tela almidonada y atado con un lacito negro. Como en las mejores familias, y de repente, entra Irma...
«Que pesadilla —penso Viktor—. Por supuesto, es una mujer desgraciada...»
—Debes entender que no se trata de dinero —seguia diciendo Lola—, el dinero no pinta nada aqui. —Se habia serenado, las manchas rojas habian desaparecido de su rostro—. Se que, a tu manera, eres un hombre honesto, algo desordenado, extravagante, pero sin maldad. Siempre nos has ayudado, en este sentido no tengo ninguna queja. Pero ahora necesito otro tipo de ayuda. No puedo decir que sea feliz, pero tampoco lograste hacerme una infeliz. Tienes tu vida, yo tengo la mia. A proposito, no soy una vieja, aun tengo mucha vida por delante...
«Tendre que llevarme conmigo a la nina —penso Viktor—. Se ve que ya lo ha decidido todo. Si dejo a Irma aqui, esto sera el infierno. Bien, ?y donde la meto? Se honesto —se dijo—. Basta con ser honesto. No se trata de un juguete. —Recordo con total honestidad su vida en la capital—. Muy mal —penso—. Claro, siempre puedo contratar a una institutriz. Lo que significa alquilar un piso permanentemente. Pero no se trata de eso, la nina debe estar conmigo y no con una institutriz. Dicen que los mejores hijos son los que han sido educados por sus padres. Ademas, ella me gusta aunque sea una nina muy rara. Y, en general, es mi deber. Como persona honesta, como padre. Y soy culpable ante ella. Pero todo esto no es mas que literatura. ?Honestamente? Honestamente, tengo miedo. Porque ella se parara delante de mi como un adulto, sonriendo con su boca grande, ?y que podre decirle? Lee, lee mas, lee todos los dias, no tienes que dedicarte a nada mas, simplemente lee. Ella lo sabe, sin necesidad de que yo se lo diga. Por eso tengo miedo... Pero no estoy siendo totalmente honesto. El problema es que no lo deseo. Estoy acostumbrado a vivir solo. Me encanta vivir solo. No quiero cambiar. Honestamente, esa es la cuestion. Como todas las verdades, tiene un aspecto repelente. Es algo miserable, egoista, cinico. Honestamente.»
—?Por que callas? —pregunto Lola—. ?Pretendes quedarte callado?
—No, te escucho —se apresuro a decir Viktor.
—?Que es lo que escuchas? Llevo media hora esperando a que tengas la bondad de reaccionar. A fin de cuentas, no es hija mia solamente...
«?Y debo ser honesto con ella? —penso Viktor—. No tengo el menor deseo de ser honesto con ella. Me parece que cree que puedo resolver el problema aqui mismo, sin moverme del lugar, entre dos cigarrillos.»
—Entiendeme —proseguia Lola—, no estoy diciendo que te hagas cargo de ella. Yo se que no lo haras, y le doy gracias a Dios por ello, no sirves para eso. Pero tienes relaciones, conocidos, eres una persona bastante famosa, ?ayudame a meterla en alguna parte! Hay institutos de primera, internados, escuelas especiales. Ella es una nina inteligente, tiene talento para los idiomas, las matematicas, la musica...
—Un internado —repuso Viktor—, si, claro... Un internado. Un orfanato... No, perdona, estoy bromeando. Vale la pena pensar en ello.
—?Y que hay que pensar? Cualquier persona estaria satisfecha de poder matricular a su hijo en un buen internado o en una escuela especial. La esposa de nuestro director...
—Escuchame, Lola, es una buena idea e intentare hacer algo. Pero no es tan sencillo, se necesita tiempo. Por supuesto, voy a escribirles.
—?A escribirles! Es lo unico que sabes hacer. No se trata de escribir, sino de ir personalmente, de solicitar, de hacer antesala. De todos modos, aqui no estas haciendo nada. No me digas que te resulta tan dificil, para tu hija...
«Demonios —penso Viktor—, intenta explicarselo ahora.» Encendio otro cigarrillo, se levanto y comenzo a pasearse por la habitacion. Tras la ventana se hacia de noche y seguia cayendo la lluvia, una lluvia densa, pesada, lenta, una lluvia considerable que no se apresuraba a cesar.
—?Ay, que harta estoy de ti! —dijo Lola con rabia inesperada—. Si supieras cuan harta estoy de ti...
«Es hora de irse —penso Viktor—. Comienza la sagrada ira materna, la furia de la mujer que ha sido abandonada, etcetera. De todos modos, hoy no le voy a responder nada. Ni le voy a prometer nada.»
—No se puede contar contigo para nada —seguia diciendo ella—. Inutil como marido, una nulidad como padre, ?vaya, un escritor de moda! No ha sido capaz de educar a su hija. ?Cualquier paleto entiende a las personas mejor que tu! ?Que puedo hacer ahora? No es posible esperar nada de ti. Estoy sola, agotada, soy incapaz de emprender nada. Para ella soy un cero, para ella cualquier mocoso es cien veces mas importante que yo. ?Pero no importa, ya te arrepentiras! ?Si no la educas tu, ellos la educaran! Llegara el momento en que ella te escupira a la cara, como a mi...
—Basta, Lola —dijo Viktor, con el ceno fruncido—. De todos modos, tu siempre... Es verdad que soy el padre, pero tu eres la madre. Para ti, todos a tu alrededor tienen la culpa...
—?Largate!
—Bueno. No tengo la intencion de discutir contigo. Lo pensare. Y tu...
Ella estaba ahora de pie, muy erguida, temblando casi, saboreando por adelantado los reproches, dispuesta a lanzarse a la pelea con pasion.
—Y tu, intenta no ponerte nerviosa —prosiguio el—. Algo se nos ocurrira. Te llamare.
Paso al vestibulo y se puso el impermeable, que aun estaba mojado. Metio la cabeza en la habitacion de Irma para despedirse, pero la nina no estaba. La ventana se encontraba abierta de par en par, y la lluvia repiqueteaba en el antepecho. De la pared colgaba una tela, donde estaba escrito, con letras hermosas: ruego no cerrar nunca la ventana. La tela estaba arrugada, mostraba agujeros y manchas oscuras, como si la hubieran arrancado y pisoteado varias veces. Viktor cerro la puerta.
—Hasta la vista, Lola —dijo, pero Lola no le respondio.
La calle estaba totalmente a oscuras. La lluvia le golpeaba los hombros y el capuchon. Viktor se encogio y metio las manos en los bolsillos.
«En esta plazuela nos besamos por primera vez —penso—. Entonces, ese edificio no existia, habia un terreno baldio, y mas alla un basurero, alli cazabamos gatos con tirachinas. En la ciudad habia una cantidad exagerada de gatos, pero ahora no veo ninguno... En aquellos tiempos no leiamos nada, sin embargo Irma tiene su habitacion llena de libros. En mis tiempos, ?como eran las ninas de doce anos? Seres patilargos, que soltaban risitas por cualquier cosa, llenos de cintas, munecas, cuadros con liebres y florecitas blancas, que andaban en grupos de dos o tres, susurrando, con caramelos en el bolso y dientes echados a perder. Limpias, quejicas, y las mejores entre ellas eran exactamente como nosotros: las rodillas llenas de aranazos, ojos salvajes, como de lince, aficionadas a poner zancadillas. ?Sera que han llegado los nuevos tiempos? No —se respondio—. No se trata de los nuevos tiempos. Bueno, estos tiempos tienen algo que ver... ?No sera que Irma es una nina prodigio? Existen los ninos prodigio. Yo soy padre de una nina prodigio. Algo honroso, pero complicado, no tan honroso como complicado, a fin de cuentas, de honroso no tiene nada... Y siempre me ha gustado esta callejuela porque es la mas estrecha. Un tropezon, y comenzaba la pelea. Es asi, no podemos vivir sin eso, de ninguna manera. Desde el inicio de los tiempos. Y dos contra uno...»