Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 13
—No va a aclarar —dijo Teddy, mirando atentamente el «pronosticador»—. Un invento diabolico. —Medito un poco y anadio—: Y vaya uno a saber, es posible que se haya roto hace tiempo, ?como comprobarlo? Lleva anos lloviendo.
—Se puede viajar al Sahara.
—Que tonteria —dijo Teddy con un sonido burlon—. Ese amigo vuestro, Pavor, me propone doscientas coronas por este cacharro.
—Seguramente porque esta borracho. No se para que lo necesita...
—Eso mismo fue lo que le dije. —Teddy le dio vueltas entre las manos al «pronosticador» y se lo acerco al ojo derecho—. No se lo dare —dijo, con decision—. Que se busque uno. —Metio el «pronosticador» bajo el mostrador, miro a Viktor, que hacia girar la copa entre las manos y le informo—: Tu Diana ha venido.
—Hace rato —dijo Viktor, sin prestar mucha atencion.
—Como a las cinco. Le di una caja de conac. Roscheper sigue divirtiendose, no para. Manda a la gente en busca de conac, el muy jeta. Vaya diputado. ?No temes por ella?
Viktor se encogio de hombros. De repente, vio a Diana a su lado. Habia aparecido junto al mostrador, vistiendo una capa empapada, con el capuchon a la espalda, ella no miraba hacia el, que veia solamente su perfil y pensaba que de todas las mujeres que habia conocido antes, ella era la mas bella y que con toda seguridad, nunca tendria otra asi. Diana estaba de pie, recostada en el mostrador, y su rostro era muy palido e indiferente, y era la mas bella de todas: en ella, todo era bello. Siempre. Cuando lloraba y cuando se reia, cuando se enfurecia o cuando algo no le importaba, e incluso cuando se moria de frio, y sobre todo cuando se sentia inspirada.
«Ay, que borracho estoy —penso Viktor—, y seguramente apesto a alcohol como R. Kvadriga.» Estiro el labio inferior y se echo el aliento a la nariz. No pudo poner nada en claro.
—Los caminos estan mojados, resbaladizos —decia Teddy—. Hay niebla... Y tambien te dire que ese tal Roscheper seguramente es un mujeriego, un viejo cabron.
—Roscheper es impotente —objeto Viktor, que bebia maquinalmente.
—?Eso te lo dijo ella?
—Basta, Teddy. Es suficiente.
Teddy lo miro atentamente, despues suspiro, se agacho con dificultad, busco algo bajo el mostrador, se levanto y puso ante Viktor un frasco con amoniaco y un paquete de te abierto. Viktor echo un vistazo al reloj y se puso a mirar como Teddy, sin prisa, tomaba una copa limpia, vertia soda en ella, echaba algunas gotitas del frasco y con la misma lentitud lo revolvia todo con una varilla de vidrio. Despues, empujo la copa hacia Viktor, que la tomo y se la bebio frunciendo el ceno y conteniendo la respiracion. Fresca y repulsiva, la corriente de amoniaco golpeo su cerebro y se derramo en algun lugar tras los ojos. Viktor respiro por la nariz un aire que se habia vuelto insoportablemente frio, y metio los dedos en el paquete de te.
—Bien, Teddy, gracias. Anota en mi cuenta lo que se debe. Ellos te diran cuanto es. Me voy.
Masticando te, volvio a su mesita. El joven de gafas gruesas y su acompanante larguirucho devoraban presurosos la cena. Ante ellos habia una botella con agua mineral de una marca local. Pavor y Golem habian hecho sitio sobre el mantel para jugar a los dados, mientras que el doctor R. Kvadriga se aguantaba la cabeza con las manos y cantaba monotonamente:
- La Legion de la Libertad es el baluarte del Presidente.Mural... En el feliz aniversario de Vuestra Excelencia... El Presidente es el padre de los ninos.Cuadro alegorico... —Me voy —dijo Viktor.
—Lastima —respondio Golem—. Bien, te deseo suerte.
—Saluda a Roscheper —dijo Pavor, guinando un ojo.
- Roscheper Nant, diputado-se animo R. Kvadriga—. Retrato. Barato. De medio cuerpo...
Viktor recogio su encendedor y el paquete de cigarrillos y camino hacia la salida. A sus espaldas, el doctor R. Kvadriga pronuncio, con voz clara: «Supongo, senores, que es hora de presentarnos. Soy Rem Kvadriga, doctor honoris causa, pero ustedes, senores, no se quienes son...». Al llegar a las puertas, Viktor tropezo con el robusto entrenador del equipo de futbol Hermanos de Raciocinio. El entrenador estaba muy preocupado, muy mojado y le cedio el paso a Viktor.
El autobus se detuvo.
—Hemos llegado —dijo el chofer.
—?El sanatorio? —pregunto Viktor.
Fuera habia una niebla lechosa, densa. En ella se dispersaba la luz de los faros y no se veia nada.
—El sanatorio, el sanatorio —gruno el chofer, mientras encendia un cigarrillo.
Viktor se acerco a la puerta.
—?Que niebla! —dijo al bajar del estribo—. No veo nada.
—Encontrara el camino —le prometio el chofer con indiferencia, y escupio por la ventanilla—. Vaya lugar para poner un sanatorio. Por el dia, niebla, por la noche, niebla...
—Que tenga buen viaje —se despidio Viktor.
El chofer no respondio. El motor comenzo a zumbar, las puertas se cerraron y el enorme autobus vacio, de grandes ventanillas e iluminado por dentro como un supermercado de madrugada, giro en busca del camino de vuelta, y a los pocos minutos no era mas que una mancha de luz difusa que se alejaba en direccion a la ciudad. Viktor recorrio con las manos la cerca metalica, encontro la portezuela con dificultad y echo a andar por el caminito sin ver nada. Cuando sus ojos se habituaron a la oscuridad, comenzo a distinguir confusamente las ventanas iluminadas del ala derecha y una oscuridad especialmente profunda en el lugar del ala izquierda, donde ahora dormian los miembros del equipo Hermanos de Raciocinio, agotados tras pasar el dia bajo la lluvia. En la niebla se escuchaban los sonidos habituales como a traves de algodon: sonaba un tocadiscos, se oia el entrechocar de platos, alguien gritaba con voz ronca. Viktor siguio adelante, intentando mantenerse en el centro del caminito de arena para no tropezar con ninguno de los jarrones de yeso. Apretaba con cuidado contra el pecho una botella de ginebra y se movia con muchas precauciones, pero a los pocos momentos tropezo con algo blando, cayo y se quedo a cuatro patas. Detras de el, alguien dijo un improperio con voz cansada y sonolienta, y despues pidio que encendieran la luz. Viktor busco en las tinieblas la botella caida y siguio adelante, con la mano libre extendida al frente. A los pocos pasos tropezo con un coche, lo palpo para rodearlo y tropezo con otro. Demonios, alli habia un monton de coches. Viktor, maldiciendo, caminaba entre ellos como en un laberinto, y durante largo rato no logro avanzar en direccion al turbio resplandor que indicaba la entrada al vestibulo. Los laterales lisos de los coches estaban empapados por la niebla que se les depositaba encima. En algun lugar cercano se oian risitas y gemidos de rechazo.
Esta vez, el vestibulo estaba vacio, nadie jugaba al escondite, nadie corria sacudiendo el gordo trasero, nadie dormia en los butacones. Por doquier yacian impermeables arrugados, y algun tio listo habia colgado su sombrero de una planta ornamental. Viktor subio al segundo piso por la escalera alfombrada. La musica retumbaba. Por el pasillo a la derecha, todas las puertas que daban a los alojamientos del diputado estaban abiertas; de ellas salian olores grasientos de comida, cigarrillos y cuerpos calientes. Viktor giro a la izquierda y toco en la puerta de la habitacion de Diana. Nadie respondio. La puerta estaba cerrada, la llave colgaba de la cerradura. Viktor entro, encendio la luz y coloco la botella sobre la mesita del telefono. Se oyeron pasos y el saco la cabeza y miro afuera. Por el pasillo, a la derecha, se alejaba a pasos largos y firmes un hombre corpulento que vestia un frac. En el descansillo de la escalera se detuvo ante el espejo, levanto la cabeza, se arreglo la corbata (Viktor logro distinguir el perfil aguileno, de un bronceado amarillento, y la barbilla aguda), y a continuacion su aspecto cambio: se encogio, se inclino levemente a un lado y, con un grotesco meneo de caderas, se perdio por una de las puertas abiertas de par en par.