Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 54

—?Que desean? —pregunto.

—?Podemos sentarnos? —replico el leproso.

—Si, por supuesto —dijo el jefe de policia con cierto embarazo, tras una corta pausa.

Todos tomaron asiento.

—Senor jefe de policia —comenzo a decir el leproso—. Se me ha encomendado que le manifieste una protesta por la repetida retencion ilegal de cargas destinadas a la leproseria.

—Si, he oido algo de eso —respondio el jefe de policia—. El conductor estaba bebido, nos vimos obligados a retenerlo. Pienso que todo se aclarara en los proximos dias.

—Ustedes no retuvieron al conductor, sino la carga —objeto el leproso—. Sin embargo, eso no es tan esencial. Gracias a la bondad del senor Banev, la carga fue entregada con un pequeno retraso, y usted debe darle las gracias al senor Banev aqui presente, ya que un retraso considerable de esa carga por culpa suya, senor jefe de policia, hubiera podido causarle grandes problemas.

—Que curioso —dijo el jefe de policia—. No entiendo ni quiero entender de que se trata, ya que como funcionario oficial no acepto amenazas. Con respecto al senor Banev, en ese sentido existe un codigo de leyes donde se han previsto semejantes conductas.

Era obvio que no se atrevia a mirar a Viktor.

—Veo que, en realidad, usted no comprende en que situacion se encuentra. Pero se me ha encomendado informarle que en caso de una nueva retencion de nuestras cargas, tendra que verselas con el general Pferd.

Se hizo el silencio. Viktor no sabia quien era el general Pferd, pero el jefe de policia conocia perfectamente aquel apellido.

—Creo que se trata de una amenaza —dijo, inseguro.

—Si —acepto el leproso—. Y una amenaza mas que real.

El jefe de policia se puso en pie de un salto. Viktor y el leproso lo imitaron.

—Tomare en consideracion todo lo que he oido hoy. Su tono, caballero, deja mucho que desear; sin embargo, prometo a las personas que le han dado esta encomienda que estudiare el caso y tan pronto aparezcan los culpables seran castigados. Eso tambien se aplica al senor Banev.

—Senor Banev —dijo el leproso—, si debido a este incidente tiene algun problema con la policia, comuniqueselo de inmediato al senor Golem. Hasta la vista —le dijo al jefe de policia.

—Hasta la vista —respondio aquel.

A las ocho de la noche, Viktor bajo al restaurante, y se dirigia a su mesita, donde ya estaba reunido el grupo de siempre, cuando Teddy lo llamo.

—Hola, Teddy —dijo Viktor, recostandose en el mostrador—. ?Como va todo? —Y, en ese momento, se acordo—: ?Ah! ?La cuenta! ?Ayer me pase bebiendo!

—La cuenta, bien —gruno Teddy—. No es para tanto: rompiste el espejo y tiraste un lavamanos. ?Te acuerdas del jefe de policia?

—?Y que paso con el? —se asombro Viktor.

—Ya sabia que no te ibas a acordar. Tenias los ojos como los de un cerdito asado. No te dabas cuenta de nada... Tu, tu mismo —insistio Teddy clavando el indice en el pecho de Viktor—, encerraste al pobrecillo en el servicio, aseguraste la puerta con una escoba y no lo dejaste salir. Nosotros no sabiamos quien estaba alli, creiamos que se trataba de Kvadriga. Bueno, que se quede ahi un rato, pensamos... Y despues, tu mismo lo sacaste, y te pusiste a gritar: «?Pobrecillo, si se ha embarrado todo!». Y le metias la cabeza en el lavamanos. El lavamanos se cayo y nos costo Dios y ayuda separarte de el.

—?En serio? —dijo Viktor—. Vaya, vaya. Por eso hoy me mira mal. —Teddy asintio, comprensivo—. Demonios, que feo —balbuceo Viktor—, tendria que disculparme... ?Como me permitio hacerle eso? Es un tipo fuerte...

—Temo que te acusen de cualquier cosa —dijo Teddy—. Hoy por la manana andaba por aqui un poli, tomando declaraciones... seguro te cae el articulo sesenta y tres: ofensas a la dignidad con agravantes. O pudiera ser algo peor. Un acto terrorista. ?Te das cuenta de como puede terminar todo? Yo, en tu lugar...

Teddy sacudio la cabeza.

—?Que? —pregunto Viktor.

—Dicen que hoy ha venido a verte el burgomaestre.

—Si.

—?Y que queria?

—Una tonteria. Quiere que escriba un articulo. Contra los leprosos.

—?Aja! —dijo Teddy y se animo—. En realidad, es una tonteria. Escribele ese articulo y todo se arreglara. Si el burgomaestre queda satisfecho, el jefe de policia no se atrevera a chistar, puedes meterle la cabeza en el inodoro todos los dias. El burgomaestre lo tiene aqui... —Teddy mostro un enorme puno huesudo—. Asi que todo se arreglara. Por este motivo, la casa te invita a un trago. ?Bidestilada?

—Si, la bidestilada va bien —dijo Viktor, pensativo.

Ahora veia la visita del burgomaestre desde un angulo totalmente distinto.

«Mira como me han trincado —penso Viktor—. Si... O te largas, o haces lo que te decimos, o te metemos al calabozo. Por cierto, tampoco seria tan facil largarse. Si es un acto terrorista, te encuentran. Ay, hermanito alcoholico, da asco verte. Y no te metiste con cualquiera, sino con el jefe de policia.» Sinceramente, la idea y la realizacion estuvieron bien. No recordaba nada, aparte del suelo de mosaico cubierto de agua, pero podia imaginarse bien toda la escena. «Si, Viktor Banev, la persona mas querida, mi cerdito asado, oposicionista de cafe con leche, y ni siquiera de cafe con leche, de cafe aguado, favorito del senor Presidente... Si, se ve que te ha llegado el momento de venderte, como se dice. Rots-Tusov es un tipo con experiencia, que en estos casos dice que hay que venderse sin dificultades y bien caro, mientras mas honesta sea tu pluma, mas deben pagar por ella los que tienen el poder, asi al venderte, causas danos al adversario, y hay que esforzarse para que ese dano sea el maximo...» Viktor se bebio de un trago la copa de licor sin sentir el menor placer por ello.

—Bien, Teddy, gracias. Dame la cuenta. ?Es mucho?

—Tu bolsillo lo resistira. —Teddy sonrio, burlon, y saco una hoja de papel de la caja registradora—. Debes: por un espejo de bano, setenta y siete, por un lavamanos grande de loza, sesenta y cuatro, en total, como habras calculado, ciento cuarenta y uno. La lampara la incluimos en la pelea anterior. Lo unico que no entiendo —prosiguio, mientras miraba como Viktor contaba el dinero— es con que rompiste el espejo. El vidrio era grueso, de tres dedos. ?Le entraste de cabeza, o que?

—?La cabeza de quien? —pregunto Viktor, sombrio.

—Esta bien, no te preocupes —dijo Teddy, mientras recibia el dinero—. Escribes un articulillo, te rehabilitas, te pagan tus honorarios y todo se arreglara... ?Te sirvo otra?

—No, gracias, despues... Despues de cenar, vengo por aqui —dijo Viktor y se marcho a su sitio.