Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 64
«?Que le han hecho?», pense con horror.
Al momento quedo claro que ellos no le habian hecho nada, que el dia anterior, cuando regresaba de la asamblea, se distrajo discutiendo con el presidente del comite local y nuestro Trepa Nacional resbalo en los escalones y cayo por la escalera de caracol, desde el tercer piso hasta el primero. Hubo que llevar a tres personas al hospital; alli seguian todavia. Despues de la trepanacion. Pero el, Petia, estaba perfectamente.
—Pues cai dando vueltas por la escalera de caracol, del tercero al primero. Cabeza, pies, cabeza, pies. ?Y, como ves, casi nada! Tuve suerte, me agarre al presidente, es un tipo gordito, mullido...
Se sento a mi lado y estiro la pierna danada. El, como pato en el agua, nunca se mojaba con nada. Sin fijarse en tonterias tales como una oreja casi arrancada, un brazo dislocado, un esguince en el tobillo, comenzo a contarme una trola sobre como lo habian citado el dia antes por la tarde al Comite Estatal de Editoriales y le habian propuesto publicar sus obras en dos tomos, en edicion de lujo. Los libros serian ilustrados por los Kukriniksi [8]y serian impresos en una tipografia de Leipzig...
Al oir hablar de Leipzig, mire involuntariamente a mi derecha. Por suerte, el Grano Purulento no estaba.
—Y tu, ?que? —grito Petia de repente, arrancandome la carpeta de las manos—. ?Ah! ?Tambien te dedicas a la musica? —pregunto al ver las partituras—. Deja eso, no te lo aconsejo. Es perder el tiempo. —Me devolvio la carpeta—. Ahora mismo, yo... Te juro que yo mismo me sorprendi. He recibido una calificacion de locura. Simplemente, de locura. Ese tipo no me ha querido devolver los manuscritos. «No se los dare —me dice—, los utilizare de baremo». Y yo le explico: «De que baremo hablas, lo he escrito a la carrera, fue un pedido casual». Y el me responde: «Para usted sera un pedido casual, para nosotros es un baremo». ?No, Felix, no se puede enganar a la maquina, ni se te ocurra!
De nuevo se abrio la puerta del semaforo y el Grano Purulento regreso al pasillo. Cruzo el umbral, cerro bien la puerta a sus espaldas y se detuvo. Estuvo alli varios segundos, apoyando una mano en la pared mientras apretaba su cartapacio con la otra. Su rostro era verde, como el de un cadaver descompuesto, su boca estaba entreabierta y se le salian los ojos de las orbitas.
—?Como es posible? —siseo, esta vez con toda claridad—. ?Como es eso posible? Yo mismo, con mis propios ojos...
Se tambaleo, Petia y yo corrimos hacia el, para sostenerlo. Pero nos rechazo con la mano en la que llevaba el cartapacio.
—Yo mismo, personalmente... —grito, en un chillido, mirando al espacio entre nosotros—. Yo, personalmente... ?Yo mismo!
—Tonterias —le dijo Petia, animoso, mientras le rodeaba la cintura con la mano donde llevaba el baston—. No ha ocurrido nada de importancia. Eso ya paso antes y pasara muchas veces, Mefodi Kirilich...
—?Se da cuenta de lo que esta diciendo? —le pregunto Mefodi Kirilich con cierta desesperacion en la voz—. ?No sera que han sonado las trompetas del juicio final?
—?No, no, no, no, no, no! —objeto Petia—. Eso se lo garantizo. Las unicas trompetas que sonaran seran las de la banda municipal. Sentemonos, Mefodi Kirilich, hay que tomar aliento...
—?Yo, personalmente!... —grito ronco el anciano, mientras se sentaba, obediente—. Y despues, lo leyo...
—Usted, Mefodi Kirilich, leyo las lineas, y habia que leer entre lineas —explico Petia mientras me hacia un guino descarado—. Seguramente, habia un texto oculto que usted no capto. Por consiguiente, la maquina lo ha enganado.
—?Que texto oculto? ?Que maquina? Oiga, joven, ?acaso entiende de que estoy hablando?
Todo aquello me resultaba penoso y repulsivo, volvi el rostro y vi que en el semaforo estaba ahora encendido el letrero de entre. Me levante de mi asiento como un sonambulo y acepte la invitacion.
En alguna ocasion habia visitado un centro de informatica, por lo que los grandes armarios grises, los paneles llenos de lamparas parpadeantes, las pantallas y medidores no llamaron mi atencion en aquel recinto grande y bien iluminado. Lo mas extrano e interesante era el hombre que estaba sentado tras el escritorio, revisando carpetas y rollos de papel.
Tenia mi edad al parecer, era flaco, de cabellos castano claro, ralos, de rasgos corrientes, en los que a la vez habia detalles imperceptiblemente significativos. En aquel rostro algo causaba alarma, habia algo en el que concitaba una necesidad interior de centrarse y hablar poco, hablar literariamente y sin la menor jactancia. Vestia una bata azul de laboratorio, puesta por encima de un traje gris, una camisa de blancura nivea y una corbata pasada de moda, discreta, con un nudo tambien pasado de moda.
—Por favor, cierre bien la puerta —pronuncio con una voz suave y agradable.
Mire a mis espaldas y vi que habia dejado la puerta entreabierta, me disculpe y la cerre. A continuacion me presente. Algo cambio en el rostro del hombre y me di cuenta de que conocia mi nombre. Por cierto, el no dijo el suyo.
—Mucho gusto —se limito a responder—. Si me permite, echemos un vistazo a lo que nos ha traido. Venga para aca, sientese.
En estas palabras, tan simples y corrientes, me parecio oir cierta superioridad, tan clara que de repente senti la necesidad de explicarme, de justificarme, de decirle que no estaba eludiendo nada, que asi de complicadas habian sido mis circunstancias en los ultimos tiempos, que en general yo habia estado alli el dia anterior, literalmente a veinte pasos de su puerta, de nuevo por causas que no dependian de mi.
Por cierto, aquel ataque agudo, casi fisiologico, de respeto culpable paso enseguida y por supuesto, no le dije nada semejante, simplemente me acerque a su escritorio, le puse delante mi carpeta y me sente en un comodo butacon de respaldo bajo. De repente, senti un impulso en direccion contraria, un deseo de repantigarme, de cruzar las piernas, de mirar distraido a mi alrededor y decir alguna banalidad frivola, como: «?Que bien viven los cientificos, mira como se lo han montado!».
Mas, por supuesto, no dije nada asi, no cruce las piernas, y estuve alli sentado en una postura adecuada, mirando como tomaba mi carpeta, abria con cuidado las cintas, sonreia con sus labios finos y, al parecer, me miraba por entre los cabellos que caian ahora delante de su cara, con curiosidad, con picardia, pero obviamente con benevolencia.
Abrio la carpeta y vio las partituras. Sus cejas se alzaron levemente. Balbuceando una disculpa, estire la mano para recoger aquellas paginas, pero el, sin quitar la vista del pentagrama, me detuvo con un leve gesto de la mano. Indudablemente, sabia leer las notas y lo que habia leido le habia interesado, porque cuando finalmente me permitio retirar de la carpeta el manuscrito del angel caido, me miro con ojos grises y serios.
—Hay que decir que aparecen papeles curiosos en las viejas carpetas de los escritores —pronuncio.
No supe que responder, y el tampoco esperaba mi respuesta. Ahora hojeaba con cuidado las copias de mis resenas sobre manuscritos vulgares que ya se habian podrido en los archivos de las editoriales, las copias de los resumenes de patentes japonesas, los manuscritos de mis traducciones de revistas tecnicas japonesas y otros desperdicios, recuerdo de mis anos duros, cuando me dejaron de publicar y se dedicaban a calumniarme...