Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 70

Nos pusimos a conversar. Le pregunte como andaba la cosa con la ultima novela corta de Valentin, titulada El viejo idiota.Me respondio que, despues de los recientes incidentes, en el Vigilante Trimestralno quisieron ni leerla, la trataron como si tuviera viruelas, pero en el Heraldo de la Guberniala habian leido. Mas por el momento callaban, esperaban el regreso del redactor principal. El redactor estaba ahora en Suecia, o quizas en Suiza, o es posible que en Suimbrecia. Por eso, en el Heraldo de la Gubernianadie tenia opinion sobre la novela. Pero cuando regresara el redactor principal y la leyera, entonces apareceria una opinion como por arte de magia...

Le pregunte como pensaba luchar para conservar el titulo. Me respondio que no tenia intencion de hacerlo, que la novela se titulaba ahora El viejo sabio, yque habia decidido dejar la escena de la seduccion. ?Que demonios! No queria arrancarse con sus manos un trozo de carne. Que cortaran ellos, para eso les pagaban. Y bastante...

Lo tranquilice, diciendole que a ellos no les temblaria la mano. No lo discutio. Lo sabia mejor que yo. A continuacion, me pregunto si Lionia no me habia llamado hoy. ?Pues no me habia llamado! Entonces, llamaria. Habia escrito una nueva frase y no estaba totalmente convencido de ella...

Despues de colgar pense: «?que regalarle a Sonechka?». No se hacer regalos. Sobre todo a las mujeres. ?Conac? No vale, aunque a Sonechka le gusta el buen conac. ?Perfume? No entiendo nada de esos perfumes. ?Quiza lo mejor seria simplemente regalarle cincuenta rublos en cheques del Vnieshpociltorg [13]? Resultaba violento. Lo que tendria que regalarle era un libro, eso. Ay, si tuviera alguna buena edicion con reproducciones de cuadros... o un poco mas de dinero, trescientos cincuenta rublitos, en Planeta estaban vendiendo la Galeria de Washington,?una maravilla!

Quiza, por asociacion con Washington, me vino a la mente Dashiell Hammett. Hace tiempo que Sonechka se afilaba los dientes para entrarle a mi ejemplar de Dashiell Hammett. Es un tomo con sus mejores cosas, yo diria que obras escogidas, como las que hay en mi tomito marron de Bulgakov. Cosecha rojaesta ahi, y El halcon maltes,y La llave de cristal...Me los se casi de memoria, y Sonechka tiene casi tanto derecho a ese libro como yo.

Tras llegar a esa decision, puse el libro de Bulgakov en su lugar, fui a las baldas de autores extranjeros y, echando a un lado una maqueta de un barco parecido a un dragon, un junco de Thuyeng, utilizado por los antiguos vietnamitas para pasear a sus soberanos, tome en mis manos The Novels of Dashiell Hammett.Mientras hojeaba las paginas de bordes dorados, pense que lo leeria ese dia y al siguiente, antes de despedirme del libro. Lentamente, para no irritar mi dolido costado, me acomode en el divan y el libro que tenia en las manos decidio abrirse por El halcon maltes.

Lei hasta el punto donde el teniente Dundee y el detective Tom visitan a Sam Spade de madrugada, y en ese momento me di cuenta de que no aguantaba mas. Puse el libro a un lado, me sente con mucho trabajo y baje los pies del divan.

Me dolia el costado, quien sabe cuantas veces me habia dolido aquel maldito costado izquierdo. Fui al bano, me levante la camisa ante el espejo y eche un vistazo. El costado era gordo, flaccido, y no mostraba senales del golpe. Igual que en ocasiones anteriores. Fui a la cocina, me servi el resto del conac y lo bebi a pequenos sorbos, como beben sake los japoneses.

La primera vez que me habia roto esa costilla fue en el sesenta y cinco, en invierno, en Murashi, cuando el diablo me empujo a deslizarme en un trineo fines por una abrupta pendiente hasta el rio. Todos se habian lanzado, y decidi que yo no era menos que ellos. Pero si lo era, porque a mitad del descenso senti miedo, de repente me parecio que mi velocidad era casi cosmica y, para no salir volando a la puneta, decidi catapultarme. Y me catapulte. Avance unos veinte pasos, saltando sobre el costado izquierdo, por un terreno accidentado. «Se ha roto la costilla», me dijo el cirujano de nuestra policlinica cuando al regresar de Murashi acudi a su consulta, quejandome de dolor en el costado. Esa fue la primera vez.

Dos anos despues, fui en una ocasion a comer al club. Busque una mesa libre, y en ese momento me ataco Trepa Nacional, bastante ebrio. Se encontraba en un estado de fascinacion agresiva (debido a los derechos de autor cobrados por su chapuza de turno), me abrazo con sus largas extremidades, de la misma manera que, en su epoca, Hercules abrazo a Anteo, me levanto sobre la madre tierra y me apreto de tal manera que la costilla solo tuvo tiempo de crujir. «?Sabes? Tienes una fisura», me dijo un amigo medico cuando me queje de dolor en su presencia. La segunda vez.

El ano antepasado, cuando navegue de Petropavlovsk a Vladivostok formando parte de una brigada de escritores, frente a la isla Matsua nos atrapo una tormenta de intensidad ocho. La brigada de escritores, banada en vomito, fallecia comodamente en sus literas, pero yo, que no me mareo, no se por que fui a la cubierta. Levante exactamente un segundo la mano de la barandilla y el viento me lanzo con terrible violencia contra la borda, golpeandome ese mismo costado. «Me temo que tiene usted una fractura», me dijo el medico de a bordo, y como despues quedo claro, sus temores tenian fundamento.

Con esa vez, fueron tres, y me parecia que como mi costado adoraba precisamente el numero tres, las desventuras de mi costilla terminarian ahi. Pero esta visto que no se construye una casa sin cuatro paredes...

Mire el mundo con tristeza a traves de la botella vacia, y la guarde en el armarito bajo el fregadero. Tomare un poco de te, eso es lo que hare. Puse la tetera al fuego y me quede de pie junto a la ventana, pegando la frente al vidrio frio.

Que basura, que porqueria. Parecia que todo estaba en orden, que todas las preocupaciones habian quedado atras, y ahora, de nuevo, la maldita costilla... El que guia mi destino se habia desentendido de cualquier proyecto elegante y habia apelado a metodos directos, groseros, malvados. ?Y a que se parecia todo esto? ?En pleno dia, en una enorme megalopolis, sin venir al caso se rompe una costilla un senor mayor, una persona seria, no un deportista frivolo, un maton ni un alcoholico! Es amargo, camaradas. Amargo e indecente.

Volvi al despacho a por Dashiell Hammett y comence a buscar junto a la mesa de la cocina una pose en la que me doliera menos. Como en ocasiones anteriores, resulto que lo mejor era la pose preferida de Katia: de rodillas sobre el taburete, los codos sobre la mesa, el trasero al aire. Comence a vivir en esa pose. A tomar el te, a leer sobre la pesada estatua de oro puro de un halcon, que los caballeros malteses confeccionaron una vez como regalo para el rey de Espana, y en nuestros dias los gangsters habian comenzado una sangrienta caceria en su busca. Cuando lei hasta el punto en que el capitan de La Palomacae en el despacho de Sam Spade, fulminado por cinco balas, se oyo el timbre de la puerta.

Gimiendo quedamente, sin deseo alguno de separarme de Sam Spade, me fui a abrir. Durante ese tiempo habia logrado olvidar totalmente las partituras del angel caido y a Goga Chachua, y por eso, al verlo en el umbral, senti un estremecimiento, sobre todo al ver su rostro...