Viernes o Los limbos del Pac?fico - Tournier Michel. Страница 16
Hay, por tanto, dos problemas del conocimiento, o mas bien dos conocimientos, que hay que diferenciar con nitidez y que yo probablemente habria continuado confundiendo sin duda si no fuera por este extraordinario destino que me confiere un punto de vista absolutamente nuevo sobre las cosas: el conocimiento por otro y el conocimiento por mi mismo . Mezclar los dos con el pretexto de que otro es otro yo no conduce a ninguna parte. Pero esto es lo que se hace cuando uno se figura al sujeto cognoscente como un individuo cualquiera que entra en una pieza y ve, toca, siente, en una palabra: conoce los objetos que en ella se encuentran. Porque ese individuo es otro, pero esos objetos, es yo -observador de toda la escena- quien les conoce. Para plantear correctamente el problema hay que describir la situacion no con otro que penetra en la pieza, sino conmigo mismo hablando y viendo. Es lo que voy a intentar.
Cuando uno se esfuerza por describir al yo sin asimilarle al otro se impone una primera constatacion y es que el yo no existe mas que de forma intermitente y en ultimo termino bastante rara. Su presencia corresponde a un modo de conocimiento secundario y como reflexivo. ?Que ocurre, en efecto, de forma primaria e inmediata? Pues bien: los objetos estan alli, brillando al sol u ocultos en la sombra, rugosos o suaves, pesados o ligeros; son conocidos, gustados, pesados e incluso cocidos, limados, plegados, etc., sin que el yo que conoce, gusta, pesa, cuece, etc., exista de forma alguna si el acto de reflexion que me hace surgir no se ha realizado -y raramente se realiza-. En el estadio primero del conocimiento la conciencia que yo tengo de un objeto es este mismo objeto; el objeto es conocido, sentido, etc., sin nadie que conozca, sienta, etc. No es necesario hablar aqui de una vela que proyecta un haz luminoso sobre las cosas. Conviene sustituir esta imagen por otra: la de objetos fosforescentes por si mismos, sin nada exterior que les ilumine.
Hay en ese estado ingenuo, primario y como impulsivo, que es nuestro modo de existencia ordinaria, una hermosa soledad de lo conocido, una virginidad de las cosas que todas la poseen en si mismas -como otros tantos atributos de su intima esencia-, color, olor, sabor y forma. Entonces Robinson es Speranza. No tiene conciencia de si mismo mas que a traves de las hojas de los mirtos donde el sol clava un punado de flechas, no se conoce mas que en la espuma de la ola que se desliza sobre la rubia arena.
Y de repente se produce un detonador. El sujeto se separa del objeto despojandole de una parte de su color y de su peso. Algo se ha tambaleado en el mundo y todo un lado de las cosas se desmorona, al devenir jo. Cada objeto es descalificado en provecho de un sujeto correspondiente. La luz se convierte en ojo y ya no existe como tal: no es mas que la excitacion de la retina. El olor se convierte en nariz -y el mundo, a su vez, se hace inodoro. La musica del viento en los mangles es negada: no era mas que una conmocion del timpano. Al final el mundo entero se reabsorbe en mi alma que es la misma alma de Speranza, sustraida a la isla, que muere entonces bajo mi mirada esceptica.
Se ha producido una convulsion. Un objeto ha sido bruscamente degradado a sujeto. Y es sin duda porque lo merecia, ya que todo este mecanismo tiene un sentido. Nudo de contradicciones, foco de discordia, ha sido eliminado del cuerpo de la isla, expulsado, rechazado. La detonacion corresponde a un proceso de racionalizacion del mundo. El mundo busca su propia racionalidad y al hacerlo evacua ese desecho: el sujeto.
Un dia un galeon espanol singlaba hacia Speranza. ?Hay algo mas verosimil? Y, sin embargo, hace ya mas de un siglo que los ultimos galeones desaparecieron de la superficie de los oceanos. Pero alli se celebraba una fiesta a bordo. Pero el navio, en vez de recalar y arriar una chalupa, recorrio la orilla como si se encontrara a mil leguas. Pero una joven con vestidos anticuados me miraba desde el castillo de popa y aquella joven era mi hermana, muerta desde hacia lustros… Tantos despropositos no eran viables. La detonacion se produjo y el galeon fue rechazado de sus pretensiones a la existencia. Se convirtio en una alucinacion de Robinson. Quedo reabsorbido en ese sujeto: un Robinson salvaje, victima de una fiebre cerebral.
Un dia yo caminaba por el bosque. A un centenar de pasos se erguia en medio del camino el tocon de un arbol. Un tronco extrano -se habria dicho que tenia pelo- y que vagamente mostraba la silueta de un animal. Y despues el tronco se movio. Pero era absurdo, ?un tronco no se mueve! Y despues el tocon se transformo en macho cabrio. ?Pero como un tocon de arbol puede transformarse en macho cabrio? Fue preciso que interviniera el que he llamado detonador. Intervino. El tocon desaparecio definitivamente e incluso retroactivamente. Pero ?y el tronco? Era solo una ilusion optica, la vista defectuosa de Robinson.
El sujeto es un objeto descalificado. Mi ojo es el cadaver de la luz, del color. Mi nariz es todo lo que queda de los olores cuando su irrealidad ha sido demostrada. Mi mano refuta a la cosa que sostiene. A partir de ahi el problema del conocimiento nace de un anacronismo . Implica la simultaneidad del sujeto y del objeto, cuyas misteriosas relaciones quisiera establecer. Pero el sujeto y el objeto no pueden coexistir, ya que son la misma cosa, primero integrada en el mundo real, luego arrojada fuera de el. Robinson es el excremento personal de Speranza.
Esta espinosa formula me colma de una sombria satisfaccion. Y es porque me muestra la via estrecha y escarpada de la salvacion, o de una cierta salvacion en cualquier caso: la de una isla fecunda y armoniosa, perfectamente cultivada y administrada, fuerte por el equilibrio de todos sus atributos, que sigue rectamente su senda, sin mi, porque es tan proxima a mi que, incluso como pura mirada, seria demasiado cosa mia y seria preciso que yo me redujera a esa fosforescencia intima que hace que cada cosa pueda ser conocida sin nadie que conozca, consciente, sin que nadie tenga conciencia… ?Oh equilibrio sutil y purisimo, tan fragil, tan valioso!
Pero estaba impaciente por dejar sus ensonaciones y sus especulaciones y de pisar el suelo firme de Speranza. Cierto dia creyo que habia encontrado una via de acceso concreta a la mas secreta intimidad de la isla.