Viernes o Los limbos del Pac?fico - Tournier Michel. Страница 26

El araucano habia sabido atraerse la benevolencia de su amo por varias iniciativas que tuvieron exito. Una de las grandes preocupaciones de Robinson era desembarazarse de las basuras y de los restos de la cocina y del taller de un modo que no atrajeran a los buitres o las ratas. Pero ninguna de las soluciones imaginadas hasta aquel momento le producian entera satisfaccion. Los pequenos carnivoros desenterraban lo que hundia en tierra, las mareas arrojaban sobre la playa todo lo que el vertia en altamar y la destruccion mediante el fuego producia un humo acido que apestaba las casas y los vestidos. Viernes tuvo la idea de aprovechar la voracidad de una colonia de hormigas rojas que habia descubierto a un tiro de piedra de la residencia. Los desperdicios depositados en medio del hormiguero, contemplados a cierta distancia, parecian dotados de una especie de vida superficial, recorridos por un temblor epidermico, y era fascinante ver como la carne iba desapareciendo insensiblemente y aparecia el hueso, seco, desnudo, perfectamente limpio.

Viernes se revelo tambien como un excelente lanzador de bolas (tres guijarros redondeados atados a unos cordeles que confluian en un punto). Si son lanzadas con destreza, giran en el aire como una estrella con tres brazos y si son detenidas por algun obstaculo lo rodean y lo amarran. Viernes lo utilizo primero para inmovilizar a las cabras o a los machos cabrios que queria ordenar, cuidar o sacrificar. Luego fueron optimas para capturar corzos e incluso aves zancudas. Por ultimo persuadio a Robinson de que si se aumentaba el tamano de las piedras las bolas podrian convertirse en un arma magnifica capaz de destrozar el pecho de un enemigo tras haberle semiestrangulado. Robinson, que en todo momento temia un retorno ofensivo de los araucanos, le agradecio que hubiera anadido a su panoplia aquel arma silenciosa, facil de reemplazar y, sin embargo, mortifera. Ambos se ejercitaron durante mucho tiempo en la playa tomando como blanco un tronco de arbol del grosor de un hombre.

Las primeras semanas que siguieron a la llegada de Viernes, la isla administrada habia atraido de nuevo, por la fuerza de las cosas, toda la atencion de Robinson, reconvertido durante un tiempo, al menos, en gobernador, general, pastor… Creyo incluso, por un momento, que la presencia del recien llegado iba a aportar a su organizacion una justificacion, un peso, un equilibrio que acabaria definitivamente con los peligros que le habian amenazado, del mismo modo que algunos navios no adquieren su fondo normal mas que cargados con un determinado flete. Habia experimentado tambien el peligro que representaba el estado de tension permanente en que se mantenian los habitantes de la isla y la inflacion de bienes de consumo que desbordaban en los silos y, para solucionarlo, pensaba incluir un programa de fiestas y diversiones que irian acompanadas de banquetes y juergas. Pero sospechaba que este ultimo proposito -que en realidad respondia tan poco al espiritu de la isla administrada- le habia sido sordamente inspirado por la nostalgia de la «otra isla» que dormitaba y se hacia fuerte secretamente en su interior. Quizas era esa misma nostalgia la que le impedia asimismo mostrarse satisfecho con la total docilidad de Viernes y la que le inducia a llevarla, para probarla, hasta sus ultimos limites.

Log-book .- Evidentemente, me obedece con exactitud y estoy muy lejos de lamentarlo. Pero en esa sumision hay algo demasiado perfecto, mecanico incluso, que me deja helado -para no hablar de esa risa devastadora que parece que no puede reprimir en algunos casos y que se asemeja a la repentina manifestacion de un diablo que se hallaria dentro de el. Poseso. Si, Viernes esta poseido. E incluso doblemente poseido. Porque hay que reconocer que, al margen de sus estallidos de risa diabolica, soy yo enteramente quien actua y piensa a traves suyo.

No espero mucha racionalidad de un hombre de color -de colores, deberia decir, porque tiene parte de indio y de negro-. Pero al menos podria manifestar algun sentimiento. Y, sin embargo, dejando a un lado la absurda y chocante ternura que le une a Tenn, no se que experimente ningun tipo de afecto. En realidad estoy dando vueltas en torno a un malestar que me cuesta confesar, pero que tengo que expresar. Jamas me arriesgaria a decirle «amame», porque tengo muy claro que por vez primera no seria obedecido. Sin embargo, no tiene razon alguna para no amarme. Yo le he salvado la vida; involuntariamente, es verdad, ?pero como iba a sospecharlo el? Le he ensenado todo, comenzando por el trabajo, que es el bien supremo. Es cierto que le pego, ?pero como no va a comprender que solo es por su bien? Sin embargo, en este punto sus reacciones son desconcertantes. Un dia que le explicaba, con bastante viveza es verdad, de que modo debia descortezar y partir los tallos de mimbre antes de trenzarlos, hice un gesto un poco desmedido con la mano. Para sorpresa mia, vi como al instante retrocedia unos pasos y se cubria el rostro con su brazo. Evidentemente, yo tendria que haber sido un insensato para querer golpearle en el momento en que le ensenaba una tecnica dificil y que requeria toda su aplicacion. ?Y todo me hace pensar que ante sus ojos no soy mas que ese insensato a cualquier hora del dia y de la noche! Entonces me pongo en su lugar y me inunda la piedad ante ese crio entregado sin defensa en un isla desierta a todas las fantasias de un demente. Pero mi condicion es todavia peor, porque me veo a traves de los ojos de mi unico companero como un monstruo, como en un espejo deformante.

Cansado de verle realizar las tareas que le corresponden sin preocuparse nunca de su razon de ser, yo quise estar seguro. Le impuse entonces un trabajo absurdo considerado en todas las prisiones del mundo como la mas envilecedora de las vejaciones: hacer un agujero, luego hacer otro para meter en el los escombros del primero, despues un tercero para enterrar los del segundo y asi sucesivamente. Sufrio durante toda una jornada bajo un cielo plomizo, con un calor agobiante. Para Tenn, aquella actividad frenetica resultaba un juego apasionante, enervante. De cada agujero ascendian efluvios complejos y embriagadores. Cuando Viernes se levantaba y pasaba su antebrazo por su frente, Tenn se revolcaba en medio de la tierra removida. Hundia su hocico en medio de los terrones, aspirando y resoplando como una foca, despues cavaba freneticamente proyectando la tierra entre sus ancas. Por ultimo, en el colmo de la excitacion, galopaba en torno al agujero con gemidos quejosos y volvia de nuevo a sorber con una ebriedad nueva en el interior de aquella gleba margosa en la que el humus negro se mezclaba con la leche de las raices tronchadas, como la muerte se confunde con la vida en cuanto se alcanza una determinada profundidad.

Seria poco decir que Viernes no se enfado con aquel trabajo imbecil. Raras veces le h visto trabajar con tanto ardor. Ponia en el incluso una especie de alegria que tiraba n0r tierra a alternativa en que yo pretendia encerrarle -Viernes completamente embrutecido o Robinson considerado por el como un demente- y que ahora me obliga a plantearmelo desde otra perspectiva. Y yo me pregunto si la danza apasionada de Tenn en torno y dentro de las llagas abiertas gratuitamente en el cuerpo de Speranza no sera reveladora y si no habre cometido la imperdonable estupide2 de entregar al araucano, al pretender simplemente humillarle, el secreto de la loma rosa…

Una noche Robinson no pudo conciliar el sueno. El claro de luna proyectaba un rectangulo luminoso en las baldosas de la residencia. Un hada aullo y el creyo escuchar a la propia tierra que gemia de amor desairado. Bajo su vientre, el colchon de hierbas secas resultaba de una inconsistencia voluptuosa, absurda. Volvia a contemplar a Tenn danzando loco de deseo en torno a aquella gleba abierta, que se ofrecia despues de haber sido abierta por la herramienta del araucano. Hacia semanas que no habia vuelto a la loma. ?Sus hijas, las mandragoras, tenian que haber crecido mucho durante todo ese tiempo! Estaba sentado sobre la cama, con los pies posados en la alfombra formada por la luna y sentia un olor de savia que ascendia de su gran cuerpo, blanco como una raiz. Se levanto en silencio, salto por encima de los cuerpos de Viernes y Tenn y se dirigio hacia el bosque de gomeros y sandalos.