Samarcanda - Maalouf Amin. Страница 13

Al dia siguiente, dos nuevas lineas en el manuscrito. La caligrafia es debil, vacilante y torturada:

?Que solo estabas, Jayyam, junto a tu amada!
Ahora que se ha ido, podras refugiarte en ella.

XI

Q axan, oasis de casas bajas en la ruta de la seda en el lindero del desierto de Sal. Alli las caravanas se acurrucan y recobran el aliento antes de bordear Karkas Kuh, el siniestro monte de los Buitres, guarida de bandoleros que asolan las inmediaciones de Ispahan.

Qaxan, construida con arcilla y barro. El visitante busca en vano alguna pared vistosa, alguna fachada decorada. Sin embargo, es alli donde se hacen los mas prestigiosos vidriados que van a embellecer de verde y oro las mil mezquitas, palacios o medersas desde Samarcanda a Bagdad. En todo el Oriente musulman, la ceramica se llama simplemente qaxi o qaxani , un poco como la porcelana lleva el nombre de China, tanto en persa como en ingles.

Fuera de la ciudad, un caravasar a la sombra de las palmeras. Una muralla rectangular, unas garitas de vigilancia, un patio exterior para las bestias y las mercancias y un patio interior bordeado de pequenas habitaciones.

Omar desearia alquilar una, pero el posadero se excusa desolado: no hay ninguna libre para la noche, acaban de llegar unos ricos mercaderes de Ispahan, con hijos y criados. Para verificar sus palabras no hace falta consultar ningun registro. El lugar es un hervidero de empleados gritones y de venerables monturas. A pesar del invierno que empieza, Omar habria dormido bajo las estrellas, pero los escorpiones de Qaxan son apenas menos famosos que su ceramica.

– ?De verdad no queda ni un rincon para extender mi estera hasta el alba?

El encargado se rasca la cabeza. Esta oscuro, no puede negar alojamiento a un musulman.

– Tengo una pequena habitacion de esquina ocupada por un estudiante. Pidele que te haga un sitio.

Se dirigen hacia alli, la puerta esta cerrada. El posadero la entreabre sin llamar, una vela titila, un libro se cierra apresuradamente.

– Este noble viajero partio de Samarcanda hace ya tres largos meses. He pensado que podria compartir tu habitacion.

Si el joven se siente contrariado evita manifestarlo y se muestra cortes, aunque no solicito.

Jayyam entra, saluda y declara una prudente identidad:

– Omar de Nisapur.

Un breve pero intenso fulgor de interes en los ojos de su companero, quien a su vez se presenta:

– Hassan, hijo de Ali Sabbah, nativo de Qom, estudiante en Rayy, en camino hacia Ispahan.

Esta enumeracion detallada incomoda a Jayyam. Es una invitacion a decir mas sobre si mismo, su actividad, el objeto de su viaje. No comprende la razon y desconfia del procedimiento. Por lo tanto, guarda silencio y sin prisa se sienta apoyandose contra la pared y mira con insistencia a ese hombrecillo de tez oscura, tan endeble y demacrado y de rasgos tan angulosos. Su barba de siete dias, su turbante negro apretado y sus ojos desorbitados le desconciertan.

El estudiante le acosa con la sonrisa:

– Cuando uno se llama Omar es imprudente aventurarse en las proximidades de Qaxan.

Jayyam finge la mayor de las sorpresas. Sin embargo, ha comprendido bien la alusion. Su nombre es el del segundo sucesor del Profeta, el califa Omar, odiado por los chiies, ya que fue un tenaz rival de su padre fundador, Ali. Aunque por ahora la poblacion de Persia es en su gran mayoria sunni, existen ya algunos islotes de chiismo, principalmente en las ciudades oasis de Qom y de Qaxan, donde se perpetuan extranas tradiciones. Todos los anos se celebra con un carnaval burlesco el aniversario del califa Omar. Con este fin, las mujeres se pintan, preparan golosinas y pistachos tostados y los ninos se apostan en las terrazas y vierten trombas de agua sobre los transeuntes gritando alegremente: «?Dios maldiga a Omar!» Fabrican un muneco con la efigie del califa llevando en la mano un rosario de cagarrutas ensartadas y lo pasean por algunos barrios cantando: «?Por ser tu nombre Omar, tienes tu sitio en el infierno, tu, el jefe de los malvados, tu, el infame usurpador!» Los zapateros de Qom y de Qaxan se acostumbraron a escribir «Omar» en las suelas que fabrican, los muleros ponen ese nombre a sus bestias, complaciendose en pronunciarlo en cada tunda de palos, y los cazadores, cuando no les queda mas que una flecha, murmuran al dispararla: «?Esta para el corazon de Oman»

Hassan evoca esas practicas con vagas palabras, evitando entrar crudamente en los detalles, pero Omar lo mira sin simpatia y deja caer en un tono hastiado y definitivo:

– No cambiare de ruta a causa de mi nombre y no cambiare mi nombre a causa de mi ruta.

Se produce un largo y frio silencio, los ojos se huyen. Omar se descalza y se tiende para tratar de conciliar el sueno. Es Hassan quien habla de nuevo:

– Quiza te haya ofendido recordandote esas costumbres, pero solo queria que fueras prudente cuando mencionaras tu nombre en este lugar. No te equivoques sobre mis intenciones. Desde luego durante mi infancia en Qom participe en esas actividades, pero desde la adolescencia las mire con otros ojos y comprendi que semejantes excesos no son dignos de un hombre culto, ni se atienen a las ensenanzas del Profeta. Y para decirlo todo, cuando te extasias, en Samarcanda o en otra parte, ante una mezquita admirablemente recubierta de ladrillos vidriados por los artesanos chiies de Qaxan y el predicador de esa misma mezquita lanza invectivas e imprecaciones desde lo alto de su pulpito contra «los malditos herejes sectarios de Ali», tampoco eso se atiene a las ensenanzas del Profeta.

Omar se incorpora ligeramente.

– Estas son palabras de un hombre sensato.

– Puedo ser sensato como puedo ser loco. Puedo ser amable o execrable. Pero ?como mostrarse con aquel que viene a compartir tu habitacion si ni siquiera se digna presentarse?

– Ha bastado con que te diga mi nombre para que me asaltes con palabras desagradables, ?que no me habrias dicho si te hubiera dado a conocer mi identidad completa?

– Quiza no te habria dicho nada de todo eso. Se puede detestar a Omar el califa y no sentir mas que estima y admiracion por Omar el geometra, Omar el algebrista, Omar el astronomo o incluso Omar el filosofo.

Jayyam se incorpora. Hassan triunfa:

– ?Crees que solo se identifica a las personas por su nombre? Se las reconoce por su mirada, por su forma de andar, su aspecto y el tono que emplean. Desde que entraste supe que eras un hombre sabio que acostumbra a recibir honores y al mismo tiempo los desprecia, un hombre que llega sin tener que preguntar su camino. Desde que pronunciaste el comienzo de tu nombre lo comprendi: mis oidos solo conocen a un Omar de Nisapur.

– Si has intentado impresionarme, tengo que admitir que lo has conseguido. ?Quien eres?

– Te he dicho mi nombre, pero no significa nada para ti. Soy Hassan Sabbah de Qom. No me enorgullezco de nada salvo de haber acabado a los diecisiete anos la lectura de todo lo que concierne a las ciencias de la religion, la filosofia, la historia y los astros.

– Nunca se lee todo. ?Hay tantos conocimientos que se pueden adquirir cada dia!

– Ponme a prueba.

Por juego, Omar comienza a formular a su interlocutor algunas preguntas sobre Platon, Euclides, Porfirio, Tolomeo, sobre la medicina de Dioscorides, de Galeno, de Razes y de Avicena, y luego sobre las interpretaciones de la ley coranica. Y siempre llega precisa, rigurosa, irreprochable la respuesta de su companero. Cuando apunta el alba, ninguno de ellos ha dormido, no han notado el paso del tiempo. Hassan siente un placer real. Omar esta subyugado y no tiene mas remedio que confesar:

– Jamas he conocido a un hombre que hubiera aprendido tantas cosas. ?Que piensas hacer con todos esos conocimientos acumulados?

Hassan lo mira con desconfianza, como si hubieran violado alguna parte secreta de su alma, pero se serena y baja los ojos:

– Quisiera introducirme en el circulo de Nizam el Molk; quiza tenga un trabajo para mi.

Jayyam, esta tan hechizado por su companero que esta a punto de revelarle que el mismo se dirige a ver al gran visir. Sin embargo, en el ultimo momento, cambia de opinion. Queda en el un resto de desconfianza que, no por haberse atenuado, ha desaparecido.

Dos dias mas tarde, al unirse ambos a una caravana de mercaderes, caminan uno al lado del otro, citando profusamente de memoria, en persa o en arabe, las mas bellas paginas de los autores que admiran. A veces se entabla una discusion, pero enseguida decae. Cuando Hassan habla de certidumbre alza el tono, proclama «verdades indiscutibles» y conmina a su companero a admitirlas. Omar permanece esceptico, juzga detenidamente diversas opiniones, rara vez escoge, muestra de buen grado su ignorancia. A sus labios vuelven incansablemente estas palabras: «Que quieres que te diga, esas cosas estan veladas, tu y yo estamos en el mismo lado del velo y cuando caiga ya no estaremos aqui.»

Una semana de camino y llegan a Ispahan.

XII

? E sfahan, nesfle Yahan!, dicen hoy, los persas. «?Ispahan, la mitad del mundo!» La expresion nacio mucho despues de la epoca de Jayyam, pero ya en 1074, ?cuantas palabras para alabar a esa ciudad!: «sus piedras son de galena; sus moscas son abejas; su hierba es azafran; su aire es tan puro, tan sano que sus graneros no conocen al gorgojo y la carne no se descompone». Verdad es que esta situada a cinco mil pies de altitud. Pero en Ispahan existen tambien sesenta caravasares, doscientos banqueros y cambistas, interminables bazares cubiertos. En sus talleres se hila la seda y el algodon. Sus tapices, sus tejidos, sus cofres se exportan a las mas alejadas regiones. Florecen mil variedades de rosas. Su opulencia es proverbial. Esta ciudad, la mas poblada del mundo persa, atrae a todos aquellos que buscan el poder, la fortuna o la sabiduria.