Samarcanda - Maalouf Amin. Страница 24
El entrenamiento del fiday es una tarea delicada a la que Hassan se consagra con pasion y refinamiento: aprender a ocultar el punal, a sacarlo con un ademan furtivo, a plantarlo de un golpe seco en el corazon de la victima, o en el cuello si el pecho esta protegido por una cota de mallas; familiarizarse con las palomas mensajeras, memorizar los alfabetos codificados, instrumentos de comunicacion rapida y discreta con Alamut; aprender a veces un dialecto, un acento regional; saber infiltrarse en un medio extranjero, hostil, mezclarse con el durante semanas, meses, aplacar todas las desconfianzas esperando el momento propicio para la ejecucion; saber seguir a la presa como un cazador, estudiar con precision su forma de andar, su ropa, sus costumbres, sus horas de salida; a veces, cuando se trata de un personaje excepcionalmente bien protegido, encontrar el medio de ser contratado dentro de su circulo, acercarsele, trabar amistad con algunos de sus parientes. Se cuenta que para ejecutar a una de sus victimas, dos fiday tuvieron que vivir dos meses en un convento cristiano haciendose pasar por monjes. ?Notable capacidad de camaleon que, logicamente, no puede acompanarse de ningun consumo de haxix ! Lo mas importante de todo es que el adepto debe adquirir la fe necesaria para afrontar la muerte, la fe en un paraiso que el martirio le hace merecer en el instante mismo en que la multitud enfurecida le quita la vida.
Nadie podria discutirlo; Hassan Sabbah ha conseguido construir la maquina de matar mas temible de la Historia. Sin embargo, frente a ella se ha erguido otra en ese sangriento fin de siglo y es la Nizamiyya, que por fidelidad al visir asesinado va a sembrar la muerte con metodos diferentes, quiza mas insidiosos, ciertamente menos espectaculares, pero cuyos efectos no seran menos devastadores.
XX
M ientras la multitud se ensanaba con los restos del Asesino, cinco oficiales se reunieron llorando en torno al cadaver aun caliente de Nizam; cinco manos derechas se tendieron, cinco bocas repitieron al unisono: «?Duerme en paz, senor, ninguno de tus enemigos te sobrevivira!»
?Por quien empezar? Larga es la lista de los proscritos, pero las consignas de Nizam son claras. Los cinco hombres apenas necesitan consultarse. Murmuran un nombre. Sus manos se extienden de nuevo y luego hincan la rodilla en tierra. Juntos levantan el cuerpo enflaquecido por la enfermedad, que la muerte ha vuelto pesado, y lo llevan en procesion hasta sus cuarteles. Las mujeres ya estan reunidas para gemir y la vista del cadaver reaviva sus lamentos. Uno de los oficiales se irrita: «?No lloreis hasta que no haya sido vengado!» Aterrorizadas, las planideras se interrumpen y todas miran al hombre que se aleja. Luego reanudan sus ruidosas lamentaciones,
Llega el sultan. Estaba con Terken cuando oyo los primeros gritos. Un eunuco enviado a buscar noticias volvio temblando: «?Es Nizam el-Molk, senor! ?Un asesino ha saltado sobre el! ?Te ha entregado lo que le quedaba de vida!» El sultan y la sultana intercambiaron una mirada y luego Malikxah se levanto. Se puso un largo abrigo de caracul, se dio unos golpecitos en la cara ante el espejo de su esposa y acudio ante el difunto fingiendo sorpresa y la mayor afliccion.
Las mujeres se separan para dejar que se acerque al cuerpo de su ata . Se inclina y pronuncia una oracion, algunas formulas de circunstancias, antes de volver junto a Terken para celebrar discretamente el acontecimiento.
Curioso comportamiento el de Malikxah. Se habria podido pensar que aprovecharia la desaparicion de su tutor para al fin tomar entre sus propias manos los asuntos del Imperio. Nada de eso. Demasiado contento de haberse librado al fin del que frenaba sus pasiones, el sultan retoza; no hay otra palabra. Se anula de oficio toda reunion de trabajo, asi como cualquier recepcion de embajador; los dias estan dedicados al polo y a la caza y las veladas a las borracheras.
Mas grave aun: despues de su llegada a Bagdad envia este mensaje al califa: «Tengo la intencion de hacer de esta ciudad mi capital de invierno; el Principe de los Creyentes tiene que desalojarla lo antes posible y buscarse otra residencia.» El sucesor del Profeta, cuyos antepasados han vivido en Bagdad desde hace tres siglos y medio, pide un mes de plazo para poner orden en sus asuntos.
Terken se inquieta por esa frivolidad, poco digna de un soberano de treinta y siete anos, dueno de la mitad del mundo, pero su Malikxah es lo que es y, por lo tanto, lo deja divertirse y aprovecha la ocasion para afirmar su propia autoridad. Es a ella a quien recurren los emires y dignatarios, son sus hombres de confianza los que reemplazan a los fieles de Nizam. El sultan da su aprobacion entre dos paseos y dos borracheras.
El 18 de noviembre de 1092, Malikxah se encuentra al norte de Bagdad cazando el onagro, en una zona boscosa y cenagosa. De sus ultimas doce flechas, solo una ha fallado el blanco; sus companeros lo cubren de alabanzas, ninguno de ellos sonaria con igualar sus proezas. La caminata le ha abierto el apetito y lo expresa con reniegos. Los esclavos se apresuran a complacerle. Son aproximadamente doce para descuartizar, destripar y ensartar a los animales salvajes que pronto se estan asando en un calvero. El anca mas gorda es para el soberano, que la coge, la despedaza y la saborea con mucho apetito, acompanandola con un licor fermentado. De vez en cuando mordisquea frutos encurtidos, su plato preferido, del que su cocinero transporta por todas partes unas inmensas vasijas de barro para estar seguro de que no falte jamas.
De pronto, sobrevienen los colicos desgarradores. Malikxah aulla de dolor, sus companeros tiemblan. Con nerviosismo tira su copa y escupe lo que tiene en la boca. Esta doblado en dos, su cuerpo se vacia, delira, se desmaya. A su alrededor, decenas de cortesanos, de soldados y de sirvientes tiemblan y se observan con desconfianza. No se sabra jamas que mano ha deslizado el veneno en el licor. A menos que fuera en el vinagre. ?O en la carne de la caza? Pero todos echan la cuenta: han transcurrido treinta y cinco dias desde la muerte de Nizam. Este habia dicho «menos de cuarenta». Sus vengadores han cumplido el plazo.
Terken Jatun esta en el campamento real, a una hora del lugar del drama. Le llevan al sultan exanime, pero aun vivo. Se apresura a alejar a todos los curiosos y solo conserva a su lado a Yahan y a dos o tres fieles mas, asi como a un medico de la corte que sostiene la mano de Malikxah.
– ?El senor podra recuperarse? -interroga la China.
– El pulso se debilita. Dios ha soplado la vela que tiembla antes de apagarse. No tenemos otro recurso que la oracion.
– Si esa es la voluntad del Altisimo, escuchad bien lo que voy a decir.
No es el tono de una futura viuda, sino el de una senora del Imperio.
– Nadie fuera de esta tienda debe saber que el sultan no esta ya entre nosotros. Contentaos con decir que se restablece lentamente, que necesita descanso y que nadie puede verlo.
Fugaz y sangrienta epopeya la de Terken Jatun. Aun antes de que el corazon de Malikxah cesara de latir, exige de su punado de fieles que juren lealtad al sultan Mahmud de cuatro anos y algunos meses de edad. Luego envia un mensajero al califa anunciandole la muerte de su esposo y pidiendole que confirme la sucesion para su hijo; a cambio, no se volvera a hablar de inquietar al Principe de los Creyentes en su capital y su nombre sera glorificado en los sermones de todas las mezquitas del Imperio.
Cuando la corte del sultan reanuda su camino hacia Ispahan, Malikxah ha muerto hace ya algunos dias, pero la China continua ocultando la noticia a las tropas. Colocan el cadaver en un gran carro cubierto con una tienda, pero ese tejemaneje no puede eternizarse; un cuerpo que no ha sido embalsamado no puede permanecer entre los vivos sin que la descomposicion traicione su presencia. Terken opta por deshacerse de el y es asi como Malikxah, «el sultan venerado, el gran Shahimshah, el rey de Oriente y de Occidente, el pilar del Islam y de los musulmanes, el orgullo del mundo y de la religion, el padre de las conquistas, el firme sosten del califa de Dios» es enterrado por la noche, precipitadamente, al borde de un camino, en un lugar que nadie ha podido volver a encontrar. Jamas, dicen los cronistas, se habia oido decir que un soberano tan poderoso hubiese muerto asi, sin que nadie orara ni llorara sobre su cuerpo.
La noticia de la desaparicion del sultan termina por propalarse, pero Terken se justifica facilmente: su primera preocupacion ha sido ocultar la noticia al enemigo en un momento en que el ejercito y la corte se encontraban lejos de la capital. En realidad, la China ha ganado el tiempo que necesitaba para instalar a su hijo en el trono y tomar ella las riendas del poder.
Las cronicas de la epoca no se equivocan al respecto. Desde ese momento, al hablar de las tropas imperiales dicen «los ejercitos de Terken Jatun». Al hablar de Ispahan precisan que es la capital de la Jatun. En cuanto al nombre del sultan-nino, sera casi olvidado; solo se le recordara como «el hijo de la China».
Sin embargo, frente a la sultana se yerguen los oficiales de la Nizamiyya. En la lista de proscritos, Terken Jatun va en segunda posicion, justo despues de Malikxah. Proclaman su apoyo al hijo mayor de este ultimo, Barkyaruk, de once anos de edad. Lo rodean, lo aconsejan y lo conducen al combate. Los primeros enfrentamientos les son favorables; la sultana tiene que replegarse en Ispahan, que pronto es sitiada. Pero Terken no es mujer que se reconozca vencida. Para defenderse esta dispuesta a valerse de toda clase de artimanas, que se haran famosas.
Por ejemplo, escribe a varios gobernadores de provincias unas cartas asi redactadas: «Soy viuda y tengo bajo mi custodia a un hijo menor de edad que necesita un padre para guiar sus pasos, para dirigir el Imperio en su nombre. ?Quien mejor que tu desempenaria ese cometido? Ven lo antes posible a la cabeza de tus tropas, liberaras a Ispahan y entraras en ella como triunfador; yo me casare contigo y todo el poder estara en tus manos.» El argumento surte efecto, los emires acuden, tanto desde Azerbeiyan como desde Siria y, aunque no consiguen romper el cerco de la capital, le procuran a la sultana largos meses de respiro.