Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel. Страница 16

Callo, como para dejar que esas oscuras palabras penetraran en mi, y luego anadio, dandome su dibujo:

– Mira, Melchor, yo he visitado los monumentos de la arquitectura egipcia y los de la estatuaria griega. Los artistas que realizaron esas obras maestras debian de estar inspirados por los dioses, y sin duda ellos mismos eran semidioses. Es un mundo que esta banado por una luz de eternidad, y en el que no se puede entrar sin sentirse en cierta manera muerto. Si, nuestros pobres cuerpos febriles y famelicos no deberian estar ni en Gizeh ni en la Acropolis. Y estoy completamente de acuerdo en que si esos cuerpos nunca fueran mas que!o que son, ningun artista, a no ser que fuese un pervertido, estaria justificado celebrandolos. Pero a veces esta… eso -volvio a coger su dibujo-, el reflejo, la gracia, la eternidad anegada en la carne, intimamente mezclada con la carne, transverberando la carne. Y, mira, hasta hoy nunca ningun artista ha pensado en recrearlo segun sus medios de expresion. Reconozco que es una revolucion importante la que espero. Incluso me pregunto si es posible concebir una mas profunda que esta. Por eso estoy lleno de paciencia y de comprension frente a las oposiciones y persecuciones de que son victimas los artistas. Solo hay una infima esperanza de lograrlo, pero vivo gracias a esta esperanza.

Esperamos diez dias antes de poder ver al rey Herodes por vez primera, pero su presencia opresiva nos rodeaba desde que llegamos. Aunque aquel palacio era inmenso, y su personal innumerable, ni por un instante pudimos olvidar que estabamos en el cubil de una terrible fiera, y que estaba alli, muy cerca, que respiraba el mismo aire que nosotros, que nosotros respirabamos, noche y dia, su aliento calido. A veces se veia correr a unos hombres, resonaban gritos, unas puertas giraban sobre sus goznes, una caracola convocaba a los soldados: el monstruo invisible se movia, y su gesto se propagaba en ondas formidables que debian alcanzar hasta los confines del reino. A pesar de las comodidades, aquella estancia hubiera sido insoportable de no estar sostenidos por una ardiente curiosidad, constantemente mantenida y exacerbada por todo lo que nos contaban acerca de su pasado y de su presente.

Herodes el Grande estaba entonces en el septuagesimo cuarto ano de su vida, y en el trigesimo septimo de su reinado, un reinado que desde el primer momento habia estado bajo el signo de la violencia y del crimen. Una de las maldiciones originales que pesaban sobre el era la de que aquel rey de los judios -el mayor que tenian entonces- no era judio, y siempre habia sido rechazado por una parte de su propio pueblo, la mas influyente y la mas duramente intolerante. Su familia era oriunda de la Idumea, una provincia meridional y montanosa, recien conquistada e incorporada al reino de Judea por Hircan I. Para los judios de Jerusalen, los idumeos, aquellos hijos de Esau convertidos a viva fuerza al judaismo, seguian siendo unos barbaros, groseros, mal circuncidados, siempre sospechosos de paganismo. Que uno de ellos se sentara en el trono de Jerusalen era una provocacion inconcebible y blasfema. Herodes solo habia podido convertirse en el sucesor de David y de Salomon a fuerza de adular a los romanos, de quienes era la hechura, y casandose con Mariamna, nieta de Hircan II y ultimo descendiente de los Macabeos. Este matrimonio, al principio inesperado, providencial para el idumeo, no tardo mucho en ser para el una pesada carga, porque nunca dejo de parecer un aventurero a los ojos de sus suegros, de su mujer e incluso de sus propios hijos, todos de origen mas noble que el. Con Herodes todo termina siempre en un bano de sangre. Esta inferioridad imborrable -que Mariamna no dejaba nunca de recordarle- el la ahogaba en una serie de ejecuciones y crimenes de los que nadie escapaba, y que le convertia en el unico amo del reino, frente al odio de su propio pueblo, que permanecia fiel a la dinastia de los Macabeos.

Por otra parte, Herodes no se toma la menor molestia para no herir la susceptibilidad de los judios integristas. Viaja por todo el mundo mediterraneo, adquiriendo sobre todas las cosas criterios cosmopolitas, universales. Envia a sus hijos a estudiar a Roma. Es aficionado a las artes, a los juegos, a las fiestas. Quisiera hacer de Jerusalen una gran ciudad moderna. Construye en ella un teatro dedicado a Augusto. La adorna con parques, fuentes, palomares, canales, un hipodromo. A los judios les repugnan tales innovaciones sacrilegas. Acusan a su rey de volver a introducir en Jerusalen las costumbres que Amioco Epifanes -de execrada memoria- habia admitido, y que habian conseguido desterrar despues de un siglo de rigorismo. Herodes no los tiene en cuenta. Subvenciona indiferentemente templos, termas, vias triunfales de Ascalon, Rodas, Atenas, Esparta, Damasco, Antioquia, Berito, Nicopolis, Acre, Sidon, Tiro, Biblos. En todas partes hace grabar el nombre de Cesar. Restablece los Juegos Olimpicos. Ofende a los judios restaurando magnificamente Samaria, destruida por los Macabeos, y Cesarea, conquistadora de Jerusalen y futura sede de los gobernadores romanos de Palestina. Colmo del escarnio, paga a los actores, a los gladiadores y a los atletas con moneda judia, esas monedas sin efigie que llevaban en una de sus caras las palabras Herodes rey, y en la otra un cuerno de la abundancia.

Sin embargo, este ultimo emblema es merecido, pues aunque los ambientes tradicionalistas de Jerusalen son acerrimos adversarios de Herodes, es apreciado por una burguesia enriquecida cuyos hijos, educados al estilo grecorromano, se exhiben desnudos, con un prepucio reconstituido, 5 en los gimnasios que financia la Corona. Pero sobre todo son los judios del campo y los del extranjero los que se felicitan por la apertura de Herodes. Las comunidades israelitas de Roma se benefician de las excelentes relaciones que el rey mantiene con el Emperador. En cuanto a las provincias de Palestina, conocen un periodo de paz y de prosperidad sin precedentes. Los montes y los valles de la Judea alimentan inmensos rebanos de corderos que en invierno se aprovechan de una innovacion de origen romano: el forraje de alfalfa. La cebada, el trigo candeal y la vid se dan en abundancia en la roja tierra de Palestina. La higuera, el olivo y el granado casi no necesitan que se les dedique ningun esfuerzo. Las guerras y las revueltas habian lanzado a los caminos a toda una poblacion de campesinos desarraigados. Herodes les arrendo sus propias tierras. Las tierras bajas de Jerico, artificialmente regadas, se convirtieron asi en explotaciones agricolas modelicas. Salomon se habia especializado en la exportacion de armas y de carros de combate. Herodes sabe sacar habilmente beneficios de la sal de Sodoma, de los asfaltos del mar Muerto, de las minas de cobre de Chipre, de las maderas preciosas del Libano, de la alfareria de Betel, del benjui que producen los bosques balsameros arrendados a la reina Cleopatra, y que, despues de su muerte, fueron donados por el emperador Augusto. La completa sumision de Herodes al emperador tiene como consecuencia que en Judea no se ve ni un soldado romano. Aunque respeta escrupulosamente la prohibicion de hacer la guerra -ni siquiera defensiva-, posee un ejercito de mercenarios galos, germanos y tracios, y una guardia personal brillante, reclutada tradicionalmente en la Galacia. Y si no puede hacer uso de estos soldados mas alla de sus fronteras, puede decirse, ay, que no les da tregua en el interior del reino, e incluso en el seno de su propia familia.

Pero la gran empresa del reinado de Herodes, y tambien la cuestion mas grave que le enfrento con el pueblo judio, fue la reconstruccion del Templo.

Habia habido dos templos en Jerusalen. El primero, construido por Salomon, fue saqueado por Nabucodonosor, y destruido por completo unos anos despues. El segundo, mas modesto, era recordado por los judios con veneracion, a pesar de su pobreza y de su vetustez, porque conmemoraba el retorno del Destierro, y materializaba el renacimiento de Israel. Este fue el que se encontro Herodes al acceder al poder, y el que decidio demoler para reconstruirlo. Desde luego, al principio los judios se opusieron a tal proyecto. No dudaban de que Herodes seria capaz, despues de destruir el antiguo templo, de romper su promesa de reconstruirlo. Pero supo apaciguarlos, y acabaron por convencerse de que si el idumeo estaba dispuesto a acometer una empresa tan inmensa era para expiar sus crimenes, piadosa ilusion que el rey se guardo mucho de disipar.

Inmensa, en efecto, porque movilizo a dieciocho mil obreros, y aunque la consagracion hubiera podido celebrarse menos de diez anos despues del comienzo de los trabajos, estos aun distan de haberse concluido, y-como el templo y palacio estan contiguos- aun podemos asistir al ir y venir de las cuadrillas de trabajadores, y al estruendo que causan. Por otra parte, hay que convenir en que estas obras ciclopeas armonizan perfectamente con la atmosfera de terror y de crueldad que reina en el palacio. Los martillazos se mezclan con los latigazos, los juramentos de los obreros se confunden con los gemidos de los torturados, y cuando se ve evacuar un cadaver, nunca se sabe si se trata de la victima de algun suplicio o de un cantero al que ha aplastado un bloque de granito. Raras veces, creo yo, la grandeza y la ferocidad se han visto mas estrechamente hermanadas.

Herodes parece haber hecho una cuestion de honor de su triunfo sobre la desconfianza de los judios. Para llevar a buen fin los trabajos relativos a los lugares sagrados del Templo, hizo que ensenaran a cortar los sillares, asi como las labores de albanileria, a sacerdotes que trabajaban revestidos con sus ornamentos. Y ni un solo dia se interrumpio el servicio divino, porque nunca se demolia nada sin haber reconstruido antes suficientemente. Y dire que el nuevo edificio es de proporciones grandiosas, y no me cansaria de pormenorizar su esplendor. Solo quisiera evocar el «atrio de los paganos», vasta explanada rectangular que tiene una anchura de quinientos codos» 6 en la que la gente se pasea, conversa, compra a los mercaderes que alli despliegan sus cestos, y que es comparable al Agora de Atenas o al Foro romano. Todo el mundo puede ir a refugiarse de la lluvia y del sol bajo los porticos con columnas y techumbres de cedro que bordean el atrio, sin mas condiciones que llevar un calzado limpio, no ir armado, ni siquiera de baston, y no escupir en el suelo. En medio se alza el Templo propiamente dicho, conjunto de rellanos superpuestos el mas elevado de los cuales es el Santo de los Santos, en el que no se entra bajo pena de muerte. Su portada de metal macizo esta rodeada de vides de oro, con racimos cada uno de los cuales es tan alto como un hombre. Esta defendido por un velo de tela babilonia bordada de jacintos, de hilo fino, escarlata y purpura, simbolos del fuego, de la tierra, del aire y del mar, y que figuran un mapa del cielo. Quisiera evocar finalmente la techumbre, que limita una balaustrada de marmol blanco calado, y formada por laminas de oro con brillantes pinchos, cuyo fin es alejar a los pajaros.

5 «En virtud de esto, levantaron en Jerusalen un gimnasio, conforme a los usos paganos; se restituyeron los prepucios, abandonaron la alianza santa, haciendo causa comun con los gentiles, y se vendieron al mal.» (I Macabeos, 1, 15).


6 Doscientos veinticinco metros.