Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel. Страница 19

Asi corrio durante largo rato el rey Nabunasar III… ?o habria que decir ya el antiguo rey Nabunasar III? Salio de Chamur, atraveso campos de labranza, se encontro en un bosque, cruzo una montana, franqueo un rio gracias a un puente, luego vadeo otro rio, finalmente dejo atras un desierto y otra montana. Corria, corria, corria sin gran cansancio, lo cual era muy sorprendente en un hombre ya de edad, corpulento y acostumbrado a una vida indolente.

Por fin se detuvo en un bosquecillo, bajo una gran encina, hacia cuya copa la pluma blanca se irguio verticalmente. En lo alto, en la ultima horqueta, se veia un monton de ramitas, y sobre aquel nido -porque evidentemente era un nido-el hermoso pajaro blanco que se agitaba inquietamente.

Nabunasar se apresuro a asir fuertemente la mas baja de las ramas, y con un movimiento de la cadera se encontro sentado en ella; inmediatamente se puso en pie, y volvio a empezar con la segunda rama, y asi fue trepando agil y ligero como una ardilla.

No tardo en llegar a la ultima horqueta. El pajaro blanco huyo espantado. Alli habia una corona de ramitas que contenia un nido blanco, en el que Nabunasar reconocio sin dificultad todos los pelos de su barba cuidadosamente entrelazados. Y en medio de aquel nido blanco reposaba un huevo, un hermoso huevo dorado, como la antigua barba del rey Barbadeoro.

Nabu desprendio el nido de la horqueta y empezo a bajar del arbol, pero no era tarea facil, con la quebradiza carga que le ocupaba una mano. Mas de una vez penso en renunciar, y hasta cuando aun estaba a una docena de metros del suelo estuvo a punto de perder el equilibrio y de caerse. Por fin salto sobre la musgosa tierra. Anduvo durante unos minutos en la direccion que juzgaba era la de la ciudad, y entonces tuvo un extraordinario encuentro. Un par de botas, y encima una gruesa barriga, y encima un sombrero de guarda de caza, en resumen, un verdadero gigante de los bosques. Y el gigante grito con voz de trueno:

– ?Bribonzuelo! ?O sea que has venido a robar huevos al bosque del rey?

?Bribonzuelo? ?Como podian llamarle asi? Y Nabu de pronto se dio cuenta de que se habia hecho muy pequeno, delgado y agil, lo cual explicaba que hubiese podido correr durante horas enteras y trepar a los arboles. Por lo cual tampoco le costo mucho meterse entre la maleza y escapar al guarda de caza, que se movia pesadamente debido a su estatura y a su barriga.

Cuando uno se aproxima a Chamur pasa cerca del cementerio. Y el pequeno Nabu tuvo que pararse en aquel lugar porque se cruzo con una inmensa y lucida multitud que rodeaba un esplendido coche funebre tirado por seis caballos negros, unos animales magnificos, con penachos de plumon oscuro y caparazones hechos de lagrimas de plata.

Pregunto varias veces a quien llevaban a enterrar, pero siempre se encogian de hombros y se negaban a darle una respuesta, como si la pregunta fuera demasiado estupida. Sin embargo observo que la carroza llevaba escudos con una N y una corona encima. Finalmente se refugio en una capilla mortuoria situada en el otro extremo del cementerio, dejo el nido a su lado, y ya agotadas sus fuerzas, se durmio sobre la lapida de una tumba.

El sol ya calentaba cuando al dia siguiente reemprendio el camino de Chamur. Tuvo la sorpresa de encontrar cerrada la puerta principal, lo cual era muy sorprendente a aquella hora del dia. Era forzoso que los habitantes esperaran un acontecimiento importante o a un visitante distinguido, pues solo en esas circunstancias excepcionales se cerraba y se abria solemnemente la puerta grande de la ciudad. Y alli estaba, curioso e indeciso, ante el portalon, siempre con el nido blanco en las manos, cuando de pronto el huevo dorado que contenia se rompio en pedazos, y de el salio un pajarito blanco. Y aquel pajarito blanco cantaba con voz clara e inteligible: «?Viva el rey! ?Viva nuestro nuevo rey Nabunasar IV!».

Entonces lentamente la pesada puerta giro sobre sus goznes y se abrio de par en par. Se habia extendido una alfombra roja desde el umbral hasta la escalinata del palacio. Una alegre muchedumbre se agolpaba a derecha y a izquierda, y mientras el nino con el nido avanzaba, todo el mundo repetia la aclamacion del pajaro, gritando: «?Viva el rey! ?Viva nuestro nuevo rey Nabunasar IV!».

El reinado de Nabunasar IV fue largo, tranquilo y prospero. Dos reinas se sucedieron en su lecho, sin que ninguna de las dos diera un delfin al reino. Pero el rey, que recordaba cierta escapada que hizo al bosque persiguiendo a un pajaro blanco que robaba barba, no se preocupaba lo mas minimo por su sucesion. Hasta el dia en que, con el paso de los anos, aquel recuerdo empezo a borrarse de su memoria. Fue cuando una hermosa barba de oro, poco a poco, le iba cubriendo el menton y las mejillas.