Libro De Poemas - Lorca Federico Garcia. Страница 8
El aire del invierno
hace su azul pedazos,
y troncha tus florestas
el lamentar callado
de alguna fuente fría.
Donde posas tus manos,
la espina de la risa
o el caluroso hachazo
de la pasión encuentras.
Si te vas a los astros,
el zumbido solemne
de los azules pájaros
quiebra el gran equilibrio
de tu escondido cráneo.
Huyendo del sonido
eres sonido mismo,
espectro de armonía,
humo de grito y canto.
Vienes para decirnos
en las noches oscuras
la palabra infinita
sin aliento y sin labios.
Taladrado de estrellas
y maduro de música,
¿dónde llevas, silencio,
tu dolor extrahumano,
dolor de estar cautivo
en la araña melódica,
ciego ya para siempre
tu manantial sagrado?
Hoy arrastran tus ondas
turbias de pensamiento
la ceniza sonora
y el dolor del antaño.
Los ecos de los gritos
que por siempre se fueron.
El estruendo remoto
del mar, momificado.
Si Jehová se ha dormido
sube al trono brillante,
quiébrale en su cabeza
un lucero apagado,
y acaba seriamente
con la música eterna,
la armonía sonora
de luz y mientras tanto,
vuelve a tu manantial,
donde en la noche eterna,
antes que Dios y el tiempo,
manabas sosegado.
BALADA DE UN DIA DE JULIO
Julio de 1919.
Esquilones de plata
llevan los bueyes.
-¿Dónde vas, niña mía,
de sol y nieve?
-Voy a las margaritas
del prado verde.
-El prado está muy lejos
y miedo tienes.
-Al airón y a la sombra
mi amor no teme.
-Teme al sol, niña mía,
de sol y nieve.
-Se fue de mis cabellos
ya para siempre.
-¿Quién eres, blanca niña?
¿De dónde vienes?
-Vengo de los amores
y de las fuentes.
Esquilones de plata
llevan los bueyes.
-¿Qué llevas en la boca
que se to enciende?
-La estrella de mi amante
que vive y muere.
-¿Qué llevas en el pecho
tan fino y leve?
-La espada de mi amante
que vive y muere.
-¿Qué llevas en los ojos,
negro y solemne?
-Mi pensamiento triste
que siempre hiere.
-¿Por qué llevas un manto
negro de muerte?
-¡Ay, yo soy la viudita
triste y sin bienes.
Del conde del Laurel
de los Laureles!
-¿A quién buscas aquí
si a nadie quieres?
-Busco el cuerpo del conde
de los Laureles.
-¿Tú buscas el amor,
viudita aleve?
Tú buscas un amor
que ojalá encuentres.
-Estrellitas del cielo
son mis quereres,
¿dónde hallaré a mi amante
que vive y muere?
-Está muerto en el agua,
niña de nieve,
cubierto de nostalgias
y de claveles.
-¡Ay! caballero errante
de los cipreses,
una noche. de luna
mi alma te ofrece.
-¡Ah! Isis soñadora.
Niña sin mieles,
la que en bocas de niños
su cuento vierte.
Mi corazón te ofrezco,
corazón tenue,
herido por los ojos
de las mujeres.
-Caballero galante,
con Dios te quedes.
Voy a buscar al conde
de los Laureles.
-Adiós, mi doncellita,
rosa durmiente,
tú vas para el amor
y yo a la muerte.
Esquilones de plata
llevan los bueyes.
Mi corazón desangra
como una fuente.
IN MEMORIAM
Agosto de 1920.
Dulce chopo,
dulce chopo,
te has puesto
de oro.
Ayer estabas verde,
un verde loco
de pájaros gloriosos.
Hoy estás abatido
bajo el cielo de agosto
como yo bajó el cielo
de mi espíritu rojo.
La fragancia cautiva
de tu tronco
vendrá a mi corazón
piadoso,
¡rudo abuelo del prado!
Nosotros
nos hemos puesto
de oro.
SUEÑO
Mayo de 1919.
Mi corazón reposa junto a la fuente fría.
(Llénala con tus hilos,
araña del olvido.)
El agua de la fuente su cancióh le decía.
(Llénala con tus hilos,
araña del olvido.)
Mi corazón despierto sus amores decía.
(Araña del silencio,
téjele tu misterio.)
El agua de la fuente lo escuchaba sombría.
(Araña del silencio,
téjele to misterio.)
Mi corazón se vuelca sobre la fuente fría.
(Manos blancas, lejanas,
detened a las aguas.)
Y el agua se lo lleva cantando de alegría.
(¡Manos blancas, lejanas,
nada queda en las aguas!)
PAISAJE
Junio de 1920.
Las estrellas apagadas
llenan de ceniza el río
verdoso y frío.
La fuente no tiene trenzas.
Ya se han quemado los nidos
escondidos.
Las ranas hacen del cauce
una siringa encantada
desafinada.
Sale del monte la luna,
con su cara bonachona
de jamona.
Una estrella le hace burla
desde su casa de añil
infantil.
E1 débil color rosado
hace cursi el horizonte
del monte.
Y observo que el laurel tiene
cansancio de ser poético
y profético.
Como la hemos visto siempre
el agua se va durmlendo,
sonriyendo.
Todo llora por costumbre.
Todo el campo se lamenta
sin darse cuenta.
Yo, por no desafinar,
digo por educación:
"¡Mi corazón!"
Pero una grave tristeza
tiñe mis labios manchados
de pecados.