Libro De Poemas - Lorca Federico Garcia. Страница 9

Yo voy lejos del paisaje.

Hay en mi pecho una hondura

de sepultura.

Un murciélago me avisa

que el sol se esconde doliente

en el poniente.

¡Pater noster por mi amor!

(Llanto de las alamedas

y arboledas.)

En el carbón de la tarde

miro mis ojos lejanos,

cual milanos.

Y despeino mi alma muerta

con arañas de miradas

olvidadas.

Ya es de noche, y las estrellas

clavan puñales al río

verdoso y frío.

NOVIEMBRE

Noviembre de 1920.

Todos los ojos

estaban abiertos

frente a la soledad

despintada por el llanto.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

Los verdes cipreses

guardaban su alma

arrugada por el viento,

y las palabras como guadañas

segaban almas de flores.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

El cielo estaba marchito.

¡Oh tarde cautiva por las nubes,

esfinge sin ojos!

Obeliscoy chimeneas

hacían pompas de jabón.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

Los ritmos se curvaban

y se curvaba el aire,

guerreros de niebla

hacían de los árbolus

catapultas.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

¡Oh tarde,

tarde de mi otro beso!

Tema lejano de mi sombra,

¡sin rayo de oro!

Cascabel vacío.

Tarde desmoronada

sobre piras de silencio.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

PREGUNTAS

Mayo de 1918.

Un pleno de cigarras tiene el campo.

-¿Qué dices, Marco Aurelio,

de estas viejas filósofas del llano?

¡Pobre es tu pensamiento!

Corre el agua del río mansamente.

-¡Oh Sócrates! ¿Qué ves

en el agua que va a la amarga muerte?

¡Pobre y triste es tu fe!

Se deshojan las rosas en el lodo.

-¡Oh, dulce Juan de Dios!

¿Qué ves en estos pétalos gloriosos?

¡Chico es tu corazón!

LA VELETA YACENTE

Diciembre de 1920. ( Madrid.)

El duro corazón de la veleta

entre el libro del tiempo

(una hoja la tierra y otra hoja el cielo) .

Aplastóse doliente sobre letras

de tejados viejos.

Lírica flor de torre

y luna de los vientos,

abandona el estarribre de la cruz

y dispersa sus pétalos,

para caer sobre las losas frías

comida por la oruga

de los ecos.

Yaces bajo una acacia.

¡Memento!

No podías latir

porque eras de hierro...

mas poseíste la forma;

¡conténtate con eso!

y húndete bajo el verde

légamo,

en busca de tu gloria

de fuego,

aunque te llamen tristes

las torres desde lejos

y oigas en las veletas

chirriar tus compañeros.

Húndete bajo el paño

verdoso de tu lecho,

que ni la blanca monja,

ni el perro,

ni la luna menguante,

ni el lucero,

ni el turbio sacristán

del convento,

recordarán tus gritos

del invierno.

Húndete lentamente,

que si no, luego,

te llevarán los hombres

de los trapos viejos.

Y ojalá pudiera darte

por compañero...

este corazón mío

¡tan incierto!

CORAZON NUEVO

Junio de 1918. ( Granada.)

Mi corazón, como una sierpe,

se ha desprendido de su piel,

y aquí la miro entre mis dedos

llena de heridas y de miel.

Los pensamientos que anidaron

en tus arrugas ¿dónde están?

¿dónde las rosas que aromaron

a Jesucristo y a Satán?

¡Pobre envoltura que ha oprimido

a mi fantástico lucero!

Gris pergamino dolorido

de lo que quise y ya no quiero.

Yo veo en ti fetos de ciencias,

momias de versos y esqueletos

de mis antiguas inocencias

y mis románticos secretos.

¿Te colgaré sobre los muros

de mi museo sentimental,

junto a los gélidos y oscuros

lirios durmientes de mi mal?

¿O te pondré sobre los pinos

-libro doliente de mi amor-

para que sepas de los trinos

que da a la aurora el ruiseñor?

SE HA PUESTO EL SOL

Agosto de 1920.

Se ha puesto el sol. Los árboles

meditan como estatuas.

Ya está el trigo segado.

¡Qué tristeza

de las norias paradas!

Un perro campesino

quiere comerse a Venus, y le ladra.

Brilla sobre su campo de pre-beso,

como una gran manzana.

Los mosquitos -Pegasos del rocío

vuelan, el aire en calma.

La Penélope inmensa de la luz

teje una noche clara.

Hijas mías, dormid, que viene el lobo,

las ovejitas balan.

¿Ha llegado el otoño, compañeras?

dice una flor ajada.

Ya vendrán los pastores con sus nidos

por la sierra lejana,

ya jugarán las niñas en la puerta

de la vieja posada,

y habrá coplas de amor

que ya se saben

de memoria las casas.

PAJARITA DE PAPEL

Julio de 1920.

¡Oh pajarita de papel!

águila de los niños.

Con las plumas de letras,

sin palomo y sin nido.

Las manos aún mojadas de misterio

te crean en un frío

anochecer de otoño, cuando mueren

los pájaros y el ruido

de la lluvia nos hace amar la lámpara,

el corazón y el libro.

Naces para vivir unos minutos

en el frágil castillo

de naipes que se eleva tembloroso

como el tallo de un lirio,

y meditas allí ciega y sin alas

que pudiste haber sido

el atleta grotesco que sonríe

ahorcado por un hilo,

el barco silencioso sin remeros ni velamen,

el lírico

buque fantasma del miedoso insecto,

o el triste borriquito

que escarnecen, haciéndolo Pegaso,

los soplos de los niños.

Pero en medio de tu meditación

van gotas de humorismo.

Hecha con la corteza de la ciencia

te ríes del destino,

y gritas: Blanca Flor no muere nunca,

ni se muere Luisito.

La mañana es eterna, es eterna

la fuente del rocío.

Y aunque no crees en nada dices esto,

no se enteren los niños

de que hay sombra detrás de las estrellas

y sombra en tu castillo.