Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 25

—?Si, si, claro! ?Marchate! Gracias por haber venido...

Se levanto. Yo tambien me levante, totalmente confuso. Estuvimos en silencio unos segundos, mirandonos a los ojos. No sabia que hacer porque no podia comprender por que habia insistido tanto, llamando a su esposa, a la administracion, exigiendo que fuera a verlo solamente para contarme dos veces, con todos los detalles, como le habian lavado el estomago y los intestinos. Me parecia que Kostia tambien era presa del desasosiego. Lo veia en sus ojos.

—?Que te ocurre? —pregunto en un susurro de repente.

De nuevo, una pregunta totalmente incomprensible.

—Pues nada —respondi, con precaucion—. Ahora me marcho.

—Ve, ve —balbuceo—. Gracias por venir.

Su balbuceo era tambien muy precavido, inseguro, como si esperara algo de mi.

—?No quieres decirme nada mas?

—?Sobre que? —la pregunta de Kostia era casi inaudible.

—Pues no se sobre que —dije, incapaz de seguir conteniendo mi irritacion—. No se para que me has sacado del club. Me han dicho que era algo urgente, que sin falta debia venir hoy mismo, enseguida... ?De que se trata? ?Que es lo que necesitas?

—?Quien te lo ha dicho? —pregunto Kostia, y sus ojos comenzaron de nuevo a moverse febrilmente.

—Me lo ha dicho tu mujer... me lo ha dicho Lidia Nikolaievna...

Y entonces quedo claro que lo habian entendido mal. Tanto su mujer como Lidia Nikolaievna habian entendido otra cosa, el nunca habia pedido que yo fuera a verlo ese mismo dia, de inmediato, y no le habia dicho a nadie que fuera algo urgente. Era obvio que mentia, se veia a simple vista. Pero no podia entender por que mentia y que era lo que ocurria de verdad.

—Esta bien. —Hice un ademan—. Si no te han entendido, que se le va a hacer. Que te mejores. Yo me largo.

Eche a andar hacia la salida y el se puso a caminar a mi lado, agarrando mi brazo, apretandome el hombro, dandome las gracias y disculpandose todo el tiempo, mientras no dejaba de mirarme a los ojos, pero en el rellano de la escalera, junto al telefono de pago, ocurrio algo inaudito. De repente, Kostia corto sus incoherencias y me agarro por el pecho del jersey.

—No te olvides, Sorokin —siseo salpicandome con su saliva—. No ha ocurrido nada, ?entiendes?

Fue tan inesperado, tan terrible, que senti por un momento un ataque de panico, como en el momento en que huia de aquel vampiro, de Ivan Davidovich Martinson.

—Espera, ?que me estas diciendo? —masculle, tratando de liberarme de sus manos, que de repente se habian vuelto duras, como osificadas—. Vete al demonio, ?te has vuelto loco o que? —grite, levantando la voz, mientras apartaba de mi aquella arana palida; lo mantuve a distancia a duras penas y le grite—: ?Vuelve en ti, espantapajaros! ?Que locura te traes ahora?

Yo era mucho mas fuerte que el y me daba cuenta de que podia retenerlo alli, y si ocurria algo, podia inmovilizarlo, de manera que el primer ataque de panico cedio, dejando paso a un temor mezclado con asco, que no se debia a ningun miedo por mi pellejo, sino a la repulsion de lo incomodo, al temor de estar en una situacion absurda. No quiera Dios que nadie vea como nos empujabamos, resoplandonos mutuamente en la cara.

Kostia siguio salpicando saliva y estremeciendose unos segundos, mientras repetia: «No ha ocurrido nada, ?entiendes? ?Nada!...». De repente, su cuerpo se aflojo y se puso a explicarme, entre sollozos, que se habia metido en un lio, que aquel instituto era secreto, que ni el ni yo debiamos conocer su existencia, que era algo fuera de nuestra incumbencia, que eso podia traernos grandes problemas, que ya se lo habian advertido, y que si yo, en alguna parte, hacia la menor insinuacion sobre lo ocurrido, entonces...

Lo solte. Con la cara torcida, se puso a frotarse las munecas enrojecidas, mientras continuaba repitiendo lo mismo entre lagrimas, y quedaba claro que estaba totalmente desmoralizado, que seguia mintiendo, desde la primera hasta la ultima palabra. De nuevo, yo no comprendia por que mentia y que habia ocurrido en realidad. Solo comprendia que algo inconveniente habia ocurrido: alli, junto al ascensor, presa del terror de la muerte, Kostia me habia comunicado algo que yo no debia saber... Aunque, ?de que manera podia enterarse de algo secreto aquel Kudinov, pobre creador de ripios, especialista en cuartetas laudatorias y aniversarios notables? ?Sera que aquel temible Martinson preparaba narcoticos en su cueva tras los esqueletos y Kostia los vendia en secreto? Ahora solo sentia asco hacia el y un profundo deseo de alejarme lo mas posible.

—Esta bien —dije, lo mas sereno que pude—. Tranquilizate. No tengo que ver en absoluto con eso, piensalo tu mismo... Si no ha ocurrido nada, no ha ocurrido nada. ?Te lo he discutido acaso?

Comenzo a explicarme las cosas por tercera vez, pero lo eche a un lado sin la menor lastima y baje las escaleras lo mas rapido posible. Me temblaban las piernas, la rodilla derecha comenzo a dolerme y sentia deseos constantes de escupir. Y ni siquiera me volvi cuando llego a mi un grito desde arriba.

—?Piensa en ti, Sorokin! ?Te lo digo en serio!

Dejando a un lado el tono, era un consejo totalmente valido. Vaya, si aquel cerdo de Lionia Jerbo no me hubiera telefoneado, nada de esto habria ocurrido... Si, el que mueve los hilos de mi destino habia trabajado hoy con esmero, ni que decir... ?Bien, chicos, a casa, al hogar, a mi conac, de vuelta a la Carpeta Azul!

En el guardarropa, mientras cerraba la cremallera de mi parka,descubri algo conocido en la profundidad del espejo. Directamente detras de mi, se encontraba sentado un abrigo negro de cuadros grises. Me di vuelta y, sin dejar de abrocharme, lo mire atentamente. Era el mismo hombre del metro: la barba roja, las gafas de armadura metalica y el abrigo reversible a cuadros. Estaba alli solo, sentado en un banco blanco y largo, en el vestibulo del hospital de Biriuliovo, ahora casi totalmente desierto, y leia un libro.

CUATRO

Banev. Los ninos prodigio.

—Hace tiempo que no lo veo en la ciudad —dijo Pavor con la voz tomada.

—No tanto —replico Banev—. Apenas dos dias.

—?Puedo sentarme con ustedes, o quieren estar solos? —pregunto Pavor.

—Sientese —dijo Diana con cortesia.

—?Camarero, un conac doble! —grito Pavor despues de sentarse frente a ella. Se hacia de noche y el portero bajaba las cortinas de las ventanas. Viktor encendio la lampara de la mesa—. Es usted asombrosa —Pavor se dirigio a Diana—. Vivir en este clima y conservar ese maravilloso color en el rostro... —Estornudo—. Perdon. Estas lluvias estan acabando conmigo... ?Como va el trabajo? —le pregunto a Viktor.