Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 50

—Por supuesto, no queremos meterle prisa —dijo el burgomaestre—. Usted es una persona ocupada, etcetera. ?Dentro de una semana, eh? Le daremos todos los materiales, podemos proporcionarle incluso un esquema, un modelo segun el cual seria deseable que... Y cuando su experimentada mano se ponga a trabajar, todo comenzara a funcionar. Y bajo ese articulo apareceria la firma de tres hijos excelsos de nuestra ciudad: el diputado Roscheper Nant, el famoso escritor Banev y el doctor Rem Kvadriga, laureado con el premio estatal.

«Trabaja bien —penso Viktor—. No recuerdo semejante insistencia entre nosotros, la gente de izquierda. Hariamos insinuaciones, le dariamos la vuelta para no ofender a la persona, no presionarla mas de lo estrictamente necesario para que, Dios nos libre, no vayan a sospechar una intencion interesada... ?Hijos excelsos!... Pero este canalla esta absolutamente seguro de que escribire el articulo, y lo firmare, de que no tengo donde meterme y de que a Banev, inmerso en tantos lios, lo unico que le queda es rendirse, manos arriba, y ganarse con el sudor de su frente la existencia tranquila en su ciudad natal... Y solto lo del esquemita... ya sabemos de que esquema se trata, como debe ser ese esquema para que publiquen a Banev, a quien ha salpicado la saliva del presidente. Si, senor Banev... te gusta el conac, te gustan las chicas, te gusta el pulpo marinado con cebolla, asi que aprende a empujar el carro...»

—Meditare su propuesta —dijo, sonriendo—. El proyecto me parece bastante interesante, pero su realizacion exige forzar la conciencia en cierto grado. —Hizo un guino salaz al burgomaestre.

El funcionario se echo a reir.

—?Claro que si! «La conciencia de la nacion, un espejo preciso», etcetera. Claro que me acuerdo... —Se inclino de nuevo hacia Viktor, con cara de conspirador, y le susurro—: Le ruego que pase manana por mi oficina. Solo habra alli gente de confianza. Pero sin esposas, ?eh?

—Con respecto a eso, me veo obligado a rechazar decididamente su invitacion —dijo Viktor mientras se ponia de pie, y volvio a hacer un guino salaz—. Tengo cosas pendientes. En el sanatorio.

Se despidieron casi amigos. El escritor Banev fue inscrito en la elite de la ciudad, y para calmar los nervios, excitados por semejante honor, tuvo que beber una copa de conac tan pronto la espalda del burgomaestre desaparecio por la puerta.

«Por supuesto, podria irme de aqui al infierno —penso Viktor—. No me permitiran marcharme al extranjero ni yo quiero irme; no tengo nada que hacer alli, en todas partes es lo mismo. Pero en nuestro pais hay unos cuantos sitios donde puedo esconderme y dejar pasar el tiempo.» Imaginaba un lugar soleado, bosques de hayas, aire embriagador, granjeros silenciosos, olores a leche y miel... y a boniga, y mosquitos... y el hedor de la letrina, el aburrimiento... y los televisores antiguos, y la intelectualidad local: un cura picaro y mujeriego, un maestro bebedor de aguardiente casero... Aunque, en general, habia sitios adonde huir. Pero eso es lo que estan esperando, que me vaya, que los pierda de vista, que me meta en mi madriguera, que lo haga yo mismo sin que me obliguen, porque mandarme al destierro es demasiado trabajoso, se armaria un escandalo, correrian rumores... En eso estriba toda la desgracia: les daria una gran alegria. Se largo, cerro la boca, lo han olvidado, ha dejado de rezongar...

Viktor pago la cuenta, subio a su habitacion, se puso el impermeable y salio bajo la lluvia. De repente sintio muchos deseos de ver nuevamente a Irma, de conversar con ella sobre el progreso, de averiguar por que bebia tanto (en realidad, ?por que bebo tanto?), y quiza Bol-Kunats este alli, y seguramente Lola no estara... Las calles estaban mojadas, grises, desiertas, los manzanos morian lentamente de humedad en los jardines. Por primera vez Viktor se dio cuenta de que algunas casas tenian las puertas claveteadas. La ciudad habia cambiado mucho: los vallados estaban a punto de caer, bajo las cornisas crecia un musgo blanquecino, las paredes se habian destenido y la lluvia continuaba reinando en la calle.

La lluvia simplemente caia, salpicaba un fino polvo humedo desde los techos, la lluvia se concentraba en las corrientes de aire formando remolinos que iban de una pared a otra, la lluvia se precipitaba rugiendo por los oxidados tubos de desague, se vertia por el pavimento y corria por cauces abiertos entre los adoquines. Nubes de un color gris negruzco se arrastraban sobre los tejados. En las calles, el ser humano era un huesped no deseado y la lluvia no tenia piedad de el.

Viktor llego a la plaza de la ciudad y vio gente. Estaban bajo un toldo, a la entrada de la jefatura de policia: dos agentes, vistiendo sus impermeables de reglamento, y un chico desaseado, con un mono de trabajo lleno de manchas de aceite. Delante del toldo, habia un enorme camion con cubierta de lona embreada, con los neumaticos del lado izquierdo sobre la acera. Uno de los dos policias era el jefe. Miraba a un lado, con su poderosa quijada muy tensa, mientras el chico gesticulaba con desesperacion e intentaba demostrarle algo con voz planidera. El otro policia fumaba y tambien se mantenia en silencio, con expresion de disgusto. Viktor camino hacia ellos y a unos veinte pasos de la entrada oyo lo que decia el chico.

—?Y que pinto yo en todo esto? —gritaba—. ?He infringido el codigo de circulacion? No he infringido nada. ?Estan en orden mis documentos? Estan en orden. La carga esta bien, aqui esta el albaran. ?Que, acaso es la primera vez que vengo a la ciudad?

El jefe de policia vio a Viktor y su rostro se torcio en un gesto de desagrado extremo. Le dio la espalda y, como si no viera al chico, se dirigio al otro agente.

—Entonces, te quedas aqui. Vigila que todo este en orden. Y no montes en la cabina, porque se lo robaran todo. No dejes que nadie se acerque al furgon. ?Esta claro?

—Esta claro —dijo el policia, con expresion irritada.

El jefe de policia abandono la entrada, monto en su coche y partio.

—Oiga, usted —grito el chico airado, dirigiendose a Viktor despues de escupir—, ?que cree, soy culpable o no? —Viktor se detuvo y el chico se sintio animado por ello—. Viajo con normalidad. Estoy transportando libros a la zona especial. Lo he hecho mil veces. Ahora, me detienen y me ordenan dirigirme a la jefatura de policia. ?Por que? ?He infringido el codigo de circulacion? No he infringido nada. ?Estan en orden mis documentos? En orden, aqui tengo el albaran. Me han retirado el carne para que no pueda huir. ?Y adonde voy a huir?

—No grites mas —le dijo el policia.

—?Que es lo que he hecho? —pregunto el chico volviendose hacia el de inmediato—. ?He rebasado el limite de velocidad? No lo he hecho. Me van a descontar el retraso. Y me han retirado el carne...

—Se aclarara —dijo el policia—. ?Por que te preocupas tanto? Vete a la taberna, es un asunto sin importancia.

—?Ay, jefecillos de mierda! —grito el chico, poniendose sobre la marcha la gorra en su erizada cabeza—. ?No hay justicia en ninguna parte! Giras a la izquierda, te detienen; vas a la derecha, te vuelven a detener. —Estaba a punto de bajar a la calle, pero se detuvo e, implorante, le dijo al policia—: ?Quiere que le pague una multa o algo asi?