Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 41
Don Reba hizo una pequena inclinacion de reconocimiento.
— ?Habeis estado alguna vez en Irukan?
— No.
— ?Estais seguro?
— Y vos tambien.
— ?Queremos saber la verdad! — dijo Don Reba en tono sentencioso. El hermano Aba asintio con la cabeza -. ?Tan solo la verdad!
— ?Oh! — dijo Rumata -. Yo creia que… — y dejo la frase en suspenso.
— ?Que es lo que creiais?
— Que lo que estabais persiguiendo era echar mano de mis bienes patrimoniales. Aunque en realidad no comprendo como pensais conseguirlo.
— ?Por donacion! — grito el hermano Aba. Rumata se echo a reir de la forma mas insolente que pudo.
— Sois estupido, hermano Aba, o como demonios os llameis… Se nota que sois tendero. ?No sabeis acaso que el mayorazgo no puede pasar a manos ajenas? El hermano Aba se enfurecio, pero se contuvo. — No deberiais hablar en ese tono — dijo Don Reba con benevolencia.
— ?No quereis acaso saber la verdad? — replico Rumata -. Pues ahi la teneis: el hermano Aba es estupido y tendero.
El hermano Aba ya se habia repuesto. — Me parece que nos hemos desviado de nuestro objetivo — dijo con una sonrisa -. ?No lo creeis asi, Don Reba?
— Si, llevais razon, como siempre — respondio Don Reba -. ?Y en Soan, habeis tenido ocasion de estar? — pregunto a Rumata.
— Si, en Soan si he estado. — ?Con que motivo? — Fui a visitar la Academia de Ciencias. — Una extrana conducta para un joven de vuestra posicion.
— Fue un capricho.
— ?Conoceis a Don Kondor, Juez General de Soan?
Rumata se puso en guardia.
— Si. Es un viejo amigo de mi familia. — Y una persona nobilisima, ?no es cierto?
— Si; muy respetable.
— ?Y sabeis que Don Kondor es uno de los que han tomado parte en la conspiracion contra Su Majestad?
Rumata irguio la cabeza.
— No olvideis, Don Reba — dijo con soberbia -, que para nosotros, es decir, para la primitiva aristocracia de la metropoli, todos los soaneses e irukanos, al igual que los de Arkanar, no son mas que vasallos de la Corona Imperial -. Rumata cruzo desdenosamente las piernas y se giro hacia un lado.
Don Reba lo miro pensativo.
— ?Sois rico?
— Podria comprar todo Arkanar, pero no me gustan los muladares.
Don Reba suspiro.
— Mi corazon sangra — dijo -, cuando pienso en la necesidad de cortar un brote tan magnifico de un linaje tan ilustre. Seria un crimen, si no estuviera dictado por razones de Estado.
— Seria mejor que pensarais menos en las razones de Estado — dijo Rumata — y mas en vuestro propio pellejo.
— Llevais razon — dijo Don Reba, e hizo chasquear los dedos.
Rumata tenso rapidamente los musculos, y volvio a relajarlos. Su cuerpo funcionaba. De detras de las cortinas salieron otra vez los tres monjes y, con la misma diligencia y precision que antes, que ponian de manifiesto su enorme preparacion, se agruparon en torno al hermano Aba, que seguia sonriendo afablemente, lo sujetaron, y le retorcieron los brazos a la espalda.
— ?Ay… ay! — grito el hermano Aba, y su gruesa cara se desfiguro por el dolor y por el terror.
— ?Vamos, aprisa, no os detengais! — grito Don Reba, con visible repugnancia.
El gordinflon resistio rabiosamente mientras lo arrastraban hasta las cortinas. Sus gritos se siguieron oyendo por unos momentos, luego se escucho un horroroso alarido y todo volvio a quedar en silencio. Don Reba se puso en pie y descargo con cuidado la ballesta. Rumata lo seguia atentamente con los ojos.
Don Reba empezo a pasear por la habitacion. Estaba pensativo, y de tanto en tanto se rascaba la espalda con la saeta.
— Esta bien, esta bien — murmuro con voz suave -. Magnifico… — Daba la impresion de haberse olvidado de Rumata. Sus pasos se fueron haciendo cada vez mas rapidos, y al andar movia ritmicamente la flecha, como si fuera una batuta. Luego se detuvo de repente tras la mesa, arrojo la flecha a un lado, se sento cuidadosamente y con rostro sonriente murmuro -: Como los he atrapado, ?eh? Ni siquiera han podido abrir la boca. En vuestro pais esto no hubiera sido posible…
Rumata no respondio.
— Si… — dijo Don Reba pensativo -. Esta bien. Ahora podremos seguir hablando, Don Rumata. ?O puede que tal vez no seais Don Rumata… que ni siquiera seais Don?
Rumata permanecia en silencio, mirando a Don Reba con expresion interesada. Este estaba palido, se le veian unas venillas rojas en la nariz, y temblaba de excitacion. Se notaban sus deseos de dar un punetazo contra la mesa y gritar: «?Lo se, lo se todo!». ?Pero que sabes tu, hijo de perra? Si supieras algo no podriais ni creerlo. ?Adelante, habla: te escucho!
— Seguid — dijo Rumata -. Os estoy escuchando.
— Vos no sois Don Rumata — declaro Don Reba -. Sois un impostor — y al decir eso lo miro severamente -. Rumata de Estoria murio hace cinco anos, y esta enterrado en su panteon familiar. Y los santos hace ya mucho tiempo que dieron reposo a su alma que, a decir verdad, no estaba muy limpia de pecados. Bien, ?vais a confesar solo, o necesitais que os ayude? — Yo mismo lo confesare todo — dijo Rumata tranquilamente -. Me llamo Rumata de Estoria, y no permito que nadie dude de mi palabra.
Veamos como resulta un poco de irritacion, penso Rumata. Es una lastima que me duela el costado: de otro modo hubiera podido dar mas energia a mis palabras.
— Esta visto que tendremos que continuar nuestra conversacion en otro sitio — dijo Don Reba enojadamente. Su rostro se transformo. Desaparecio de el la sonrisita agradable, sus labios se apretaron formando una dura linea recta, y la piel de su frente empezo a latir de una manera extrana y siniestra. Si, penso Rumata, es capaz de asustar a cualquiera.
— ?Es verdad que padeceis hemorroides? — pregunto Rumata, como preocupandose por su salud.
Un relampago paso por los ojos de Don Reba, pero la expresion de su rostro no vario. Hizo como si no hubiera oido a Rumata.
— Habeis empleado mal a Budaj — dijo este ultimo -. Budaj es un magnifico especialista… ?O deberia decir eral — anadio significativamente.
Por los descoloridos ojos de Don Reba volvio a cruzar un relampago. Oh, penso Rumata; Budaj esta vivo.
— Entonces, ?os negais a confesar? — dijo Don Reba.
— ?A confesar que?