Libro De Poemas - Lorca Federico Garcia. Страница 12

YO

¡Voy en busca de magos

y de princesas!

LOS NIÑOS

¿Quién te enseñó el camino

de los poetas?

YO

La fuente y el arroyo

de la canción añeja.

LOS NIÑOS

¿Te vas lejos, muy lejos

del mar y de la tierra?

YO

Se ha llenado de luces

mi corazón de seda,

de campanas perdidas,

de lirios y de abejas,

y yo me iré muy lejos,

más allá de esas sierras,

más allá de los mares,

cerca de las estrellas,

para pedirle a Cristo

Señor que me devuelva

mi alma antigua de niño,

madura de leyendas,

con el gorro de plumas

y el sable de madera.

LOS NIÑOS

Ya nos dejas cantando

en la plazuela,

¡arroyo claro,

fuente serena!

Las pupilas enormes

de las frondas resecas

heridas por el viento

lloran las hojas muertas.

ENCRUCIJADA

Julio de 1920.

¡Oh, qué dolor el tener

versos en la lejanía

de la pasión, y el cerebro

todo manchado de tinta!

¡Oh, qué dolor no tener

la fantástica camisa

del hombre feliz: la piel

-alfombra del sol- curtida.

(Alrededor de mis ojos

bandadas de letras giran.)

¡Oh, qué dolor el dolor

antiguo de la poesía,

este dolor pegajoso

tan lejos del agua limpia!

¡Oh, dolor de lamentarse

por sorber la vena lírica!

¡Oh, dolor de fuente ciega

y molino sin harina!

¡Oh, qué dolor no tener

dolor y pasar la vida,

sobre la hierba incolora

de la vereda indecisa!

¡Oh, el más profundo dolor,

el dolor de la alegría,

reja que nos abre surcos

donde el llanto fructifica!

(Por un monte de papel

asoma la luna fría.)

¡Oh dolor de la verdad!

¡Oh dolor de la mentira!

HORAS DE ESTRELLAS

1920

El silencio redondo de la noche

sobre el pentagrama

del infinito.

Yo me salgo desnudo a la calle,

maduro de versos

perdidos.

Lo negro, acribillado

por el canto del grillo,

tiene ese fuego fatuo,

muerto,

del sonido.

Esa luz musical

que percibe

el espíritu.

Los esqueletos de mil mariposas

duermen en mi recinto.

Hay una juventud da brisas locas

sobre el río.

EL CAMINO

No conseguirá nunca

tu lanza

herir al horizonte.

La montaña

es un escudo

que lo guarda.

No sueñes con la sangre de la luna

y descansa.

Pero deja, camino,

que mis plantas

exploren la caricia

de la rociada.

¡Quiromántico enorme!

¿Conocerás las almas

por el débil tatuaje

que olvidan en tu espalda?

Si eres un Flammarión

de las pisadas,

¡cómo debes amar

a los asnos que pasan

acariciando con ternura humilde

tu carne desgarrada!

Ellos solos meditan dónde puede

llegar tu enorme lanza.

Ellos solos, que son

los Budas de la Fauna,

cuando viejos y heridos deletrean

tu libro sin palabras.

¡Cuánta melancolía

tienes entre las casas

del poblado!

¡Qué clara es tu virtud! Aguantas

cuatro carros dormidos,

dos acacias,

y un pozo del antaño

que no tiene agua.

Dando vueltas al mundo,

no encontrarás posada.

No tendrás camposanto

ni mortaja,

ni el aire del amor renovará

tu sustancia.

Pero sal de los campos

y en la negra distancia

de lo eterno, si tallas

la sombra con to lima

blanca, ¡oh, camino!

¡Pasarás por el puente

de Santa Clara!

EL CONCIERTO INTERRUMPIDO

1920.

A Adolfo Salazar.

Ha roto la armonía

de la noche profunda,

el calderón helado y soñoliento

de la media luna.

Las acequias protestan sordamente

arropadas con juncias,

y las ranas, muecines de la sombra,

se han quedado mudas.

En la vieja taberna del poblado

cesó la triste música,

y ha puesto la sordina a su aristón

la estrella más antigua.

E1 viento se ha sentado en los torcales

de la montaña oscura,

y un chopo solitario -el Pitágoras

de la casta llanura-

quiere dar con su mano centenaria,

un cachete a la luna.

CANCION ORIENTAL

1920.

Es la granada olorosa

un cielo cristalizado.

(Cada grano es una estrella,

cada velo es un ocaso.)

Cielo seco y comprimido

por la garra de los años.

La granada es como un seno

viejo y apergaminado,

cuyo pezón se hizo estrella

para iluminar el campo.

Es colmena diminuta

con panal ensangrentado,

pues con bocas de mujeres

sus abejas la formaron.

Por eso al estallar, ríe

con púrpuras de mil labios...

La granada es corazón

que late sobre el sembrado,

un corazón desdeñoso

donde no pican los pájaros,

un corazón que por fuera

es duro como el humano,

pero da al que lo traspasa

olor y sangre de mayo.

La granada es el tesoro

del viejo gnomo del prado,

el que habló con niña Rosa,

en el bosque solitario,

aquel de la blanca barba

y del traje colorado.

Es el tesoro que aún guardan

las verdes hojas del árbol.

Arca de piedras preciosas

en entraña de oro vago.

La espiga es el pan. Es Cristo

en vida y muerte cuajado.

El olivo es la firmeza

de la fuerza y el trabajo.

La manzana es lo carnal,

fruta esfinge del pecado,

gota de siglos que guarda

de Satanás el contacto.

La naranja es la tristeza

del azahar profanado,

pues se torna fuego y oro

lo que antes fue puro y blanco.

Las vidas son la lujuria

que se cuaja en el verano,

de las que la iglesia saca

con bendición, licor santo.

Las castañas son la paz

del hogar. Cosas de antaño.