Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 43
El segundo aspirante es medico, cirujano, proctologo, pero esta enamorado de nuestra institucion. El primer orador, con ojos enrojecidos por la falta de sueno, se admira en voz alta de ese amor y cuenta dos tramas brillantes escritas por el aspirante. Un mujikva en carro por el bosque y de repente aparece un tigre (en la region de Riazansk, aldea Miasnoie). El mujikecha a correr, el tigre lo sigue. El mujikse mete hasta el cuello en un agujero en el hielo, el tigre se sienta al borde y toda la noche le ronca junto al oido. Finalmente, resulta que el tigre ha huido del parque zoologico, pero no puede vivir sin la gente, por eso sigue al mujik...Asombro general, risa bonachona, voces de aprobacion de los de la guardia imperial. Sigue la segunda trama: un tipo va al medico, quejandose de una molestia interior, y el medico le pide que le lleve unos analisis. El tio decide que le estan exigiendo un soborno y escribe a la fiscalia. Pero resulta ser un cancer, el medico lo opera con exito, el tipo salva la vida, pero entregan la notificacion de la fiscalia directamente en el quirofano... De nuevo, voces de admiracion y aprobacion, uno de los guardias imperiales llora de risa con el rostro clavado en mi hombro. El segundo orador, con voz emocionada, lee la descripcion de una zona rural escrita por el aspirante; la admiracion y la aprobacion se convierten en voces estentoreas, en cataratas de sollozos, despues de lo cual el aspirante tambien es rechazado, pero con tres votos a favor. Todos estan confusos. El guardia imperial me dice: «Pues no se. Yo estaba a favor, asi que vote a favor...».
Despues, se ocupan del ex ministro de economia comunal de una republica meridional, que acaba de publicar un lujoso tomo en encuadernacion de lujo, algo que lleva un titulo como Desarrollo de las lavanderias desde la zarina Tamara hasta nuestros dias.
Aqui, mis meditaciones fueron nuevamente interrumpidas por el timbre del telefono.
—Perdona, Felix Alexandrovich —dijo Fiodor Mijeich con preocupacion—, perdona que te vuelva a molestar... ?Estuviste ayer en la calle Bannaia?
—Si —respondi—, claro que estuve... Lo lleve todo, lo mejor que pude.
—Pues gracias. Es todo.
Fiodor Mijeich colgo y yo me levante del butacon y fui directamente al vestibulo, a ponerme las botas. Y solo cuando me hube puesto el abrigo, la bufanda y el gorro de piel, cuando habia metido las manos en los guantes y agarraba el tirador de la puerta, me acorde, gracias a Dios, de que el manuscrito que debia entregar para el experimento se me habia quedado ayer en el club... y si entonces pasaba por alli a recogerlo...
Regrese a la habitacion, busque al buen tuntun otra carpeta, una mas delgada, del pequeno archivo que tengo bajo el escritorio (borradores de traducciones, segundos ejemplares de notas sobre patentes japonesas, borradores de resenas y otras porquerias), la ate con un cordelito, meti de alguna manera el sobre marron sin direccion del remitente en el bolsillo de mi abrigo (para leerlo por el camino) y sali.
La casa de la calle Bannaia resulto ser un edificio gris de hormigon, de cinco pisos. Su ala izquierda estaba tapada por andamios, y los andamios mismos estaban vacios y cubiertos de nieve. La parte central de la fachada tenia un aspecto bastante fresco, y el ala derecha estaba pidiendo ya una nueva reparacion. La entrada se encontraba en el centro de la fachada. Las puertas eran amplias, y segun el proyecto de los arquitectos, debian permitir la entrada y salida simultaneas de seis grupos de personas, pero como es la costumbre, de las seis entradas solamente funcionaba una, las otras estaban cerradas a cal y canto, incluso una de ellas habia sido clausurada con tablones que habian sido pintados con coqueteria por algun artista chapucero. Y como era habitual, a ambos lados de las enormes puertas se veian letreros de vidrio de distintos tamanos con los nombres de las instituciones alli ubicadas. Por eso me costo cierto tiempo encontrar una modesta placa con letras plateadas:
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES LINGUISTICAS DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA URSS.
Despues de atravesar con dificultad la unica puerta que funcionaba, estuve vagando unos minutos entre cortinajes oscuros, formando parte de una multitud de gente confusa igual que yo. El vestibulo era lugubre, daba miedo y habia tanta nieve en el piso que nos agarrabamos unos de otros para no caer.
Tras salir finalmente a un espacio libre, me encontre frente a unas anchisimas escaleras por las que subi a un enorme salon, cuya altura era de cinco pisos, los que tenia el edificio. El centro de aquel salon estaba dividido en muchas celdillas de madera. Desde arriba, a traves de un techo de vidrio bastante sucio, llegaba una luz diurna grisacea; a mi izquierda, en un quiosco de madera, se vendian productos artisticos, y a la derecha se ofrecian empanadillas y galletitas con mermelada.
No podia imaginar adonde debia dirigirme, y cuando intentaba preguntarle a las personas con las que habiamos atravesado juntos los cortinajes, resultaba que todos habian ido alli a comprar galletas con mermelada, menos un anciano al que habian mandado a por empanadillas.
La anciana del quiosco dijo que nada mas llevaba dos dias trabajando alli. Y solo una damita muy maquillada, que no llevaba abrigo y tenia bajo el brazo un libro de cuentas, me indico que debia ir a la derecha y arriba; y alli, en el primer descansillo de las escaleras, descubri un indicador.
Tenia que subir al tercer piso y comence a ascender una escalera metalica de caracol, que tambien era oscura y peligrosa, los zapatos resbalaban en escalones de diferentes tamanos, alguien bajaba resoplando, amenazando con tirarme de la escalera, o se oia un resbalon, tropezones en los escalones y un chillido femenino. Y detras de mi, algo me empujaba la espalda, algo duro, inanimado, de madera a juzgar por el tacto, algo que soltaba tacos constantemente.
Pero todo tiene final. Resoplando, llegue al descansillo del tercer piso; dudaba si debia tomar un comprimido de nitroglicerina, y una voz desconocida pregunto: «?Que, por que te detienes, te han clavado al suelo?». Y por mi lado paso una larguisima escalera de tijera, tan larga que mis ojos no me dejaban creer que aquello lo habian subido por una escalera de caracol.
Coloque la capsula de nitroglicerina bajo la lengua y mire a mi alrededor. En el rellano, como en un cuento infantil, habia tres puertas: a la izquierda, a la derecha y al frente. Segun el letrero, debia ir a la derecha, y alli fui. Tras la puerta habia una mesita, sobre la mesita una lampara, y tras la lampara habia una anciana con su labor. Me miro con ojos de bondadosa interrogacion, y nos pusimos a conversar.
La anciana estaba bien informada de todo. Los escritores debian acudir a la habitacion numero tal, al otro lado de la sala de conferencias, y a esa sala se iba por este pasillo que no torcia hacia ninguna parte, ademas aqui no habia ya hacia donde torcer, quiza solo hacia la cafeteria, pero ya estaba cerrada. Le di las gracias y eche a andar, pero la anciana me advirtio: «Lo que pasa es que hay una asamblea alli». Aunque no la entendi bien, me volvi y le di las gracias con un gesto de cabeza.