Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 45

Ahora, imaginaos la siguiente escena: la mitad masculina de los habitantes de Murashi se retorcia de risa. Trepa, con expresion sombria, caminaba entre ellos y repetia: «Senores, esto es amoral. Se dicen escritores, y ved como actuan...». La mitad femenina hacia muecas de disgusto y exigia palear aquella porqueria y cubrirla de nieve. Rogozhin caminaba de un lado a otro a lo largo del letrero, como un depredador en el parque zoologico, y no dejaba que nadie se acercara hasta que llegara la milicia. La milicia no manifestaba la menor prisa y, mientras tanto, alguien le hacia un favor a Rogozhin (y a si mismo, por supuesto) tomando diversas fotos: el letrero, Rogozhin con el letrero de fondo, simplemente Rogozhin y de nuevo el letrero. Rogozhin le quita la pelicula y se va corriendo a Moscu. Una tonteria, cuarenta y cinco minutos en tren electrico.

Con el rollo fotografico en un bolsillo y una larga queja contra Petia en el otro, Rogozhin corre al secretariado, para incoar una acusacion personal por difamacion. En el laboratorio fotografico del club le preparan una docena de fotos en un dos por tres, y el, indignado, las tira sobre el escritorio de Fiodor Mijeich. El despacho de Fiodor Mijeich, esta lleno en ese momento, como a proposito, de miembros de la junta directiva, que se han reunido con motivo de alguna fiesta jubilar. Muchos ya saben de que se trata. Hay risitas. Polina Zlatopolskij, entornando sonadora los ojos, dice: «?Pero que chorro!».

Fiodor Mijeich proclama, con expresion petrea, que no ve difamacion alguna en el letrero. Rogozhin queda perplejo por un segundo. La difamacion se encierra en el metodo mediante el cual se hizo el letrero, alega. Fiodor Mijeich, con expresion petrea, declara que no ve sobre que base se acusa especificamente a Piotr Skorobogatov. En respuesta, Rogozhin exige un peritaje grafologico. Fiodor Mijeich, con expresion petrea, manifiesta sus dudas sobre la viabilidad de un peritaje grafologico en ese caso concreto. Rogozhin, airado, se remite a los principios de las ciencias criminologicas, que postulan al parecer que las propiedades ideomotoras son tales que las caracteristicas de la persona son inmutables, no importa con que escriba. Intenta demostrar este hecho tomando entre los dientes un boligrafo para firmar unos papeles en presencia de Fiodor Mijeich, amenaza con dirigirse al Comite Central y se comporta en general de modo reprobable.

Finalmente, Fiodor Mijeich se ve obligado a ceder, y una comision se dirige al lugar del suceso. Petia Skorobogatov, arrinconado y algo asustado por la envergadura que toman los acontecimientos, reconoce que fue el quien hizo el letrero. «?Pero no como lo estais imaginando, guarros! ?No hay fuerza humana que pueda hacer eso!» Ya es tarde. Es de noche. La comision completa esta de pie en el portal. El monton de nieve fue paleado por el dia y esta totalmente limpio. Petia Skorobogatov camina lentamente a lo largo del monton de nieve, maneja con cuidado una tetera panzona y escribe: «?Rogozhin, usted me resulta indiferente!». La comision, satisfecha, se marcha. El letrero queda.

?Que tio ese, mi Trepa Nacional!

El grito estentoreo de «?Y la zootecnia!» me hizo volver al presente. El juicio continuaba. El grito lo emitio el jugador de billar, que repentinamente se ha despertado con mucha energia. Mientras yo estaba inmerso en los recuerdos, algo ha cambiado. En la tribuna hablaban de un abrigo de pieles. Un abrigo de pieles caro. Un abrigo de pieles de importacion. Habian robado el abrigo. Lo habian robado de manera descarada, retadora. Al parecer, hacian un llamamiento a la asamblea, no roben abrigos de pieles. Desde la tribuna no hablaban ya de las victimas de la inmoralidad y las bajas pasiones, la historia con el abrigo de pieles habia rehabilitado al acusado de alguna misteriosa manera. Ya no estaba alli sentado, con aspecto de someterse al destino, se habia erguido, apoyaba las manos en sus rodillas separadas y miraba hacia la mesa presidencial con expresion retadora, acusadora. Los miembros de la presidencia volvian el rostro para no mirarlo, y uno de ellos estaba mas ruborizado que los demas.

Mire el reloj. Eran las tres pasadas. Tenia sentido buscar la cafeteria, pero en aquel momento pasaron junto a mi dos jovenzuelos palidos de ojos brillantes, salieron al pasillo y encendieron sendos cigarrillos, aspirando el humo ansiosamente. Lo que me sorprendia era lo excitados que estaban, presa de una animacion y una prisa poco naturales. No se veian cansados ni aburridos; al contrario, era obvio que trataban de recibir su dosis de nicotina lo mas rapido posible para retornar a la sala. En mi vida habia visto gente tan absorta en una asamblea.

Les pregunte cuanto tiempo, en su opinion, duraria aquella marea oratoria. Vi que esa definicion les habia extranado. Me explicaron con sequedad que la asamblea estaba ahora en su momento culminante y dificilmente terminaria antes de acabar la jornada laboral.

—Usted es escritor, ?verdad? —pregunto despues uno de ellos.

—Si —reconoci.

—?Su apellido? —pregunto otro con la espontaneidad propia de los jovenes.

—Yesenin —dije, y me marche a casa.

Por el camino maldije todas las asambleas con las peores maldiciones. Fui a la tienda de juguetes de la calle Petrovka, compre un coche para cada uno de los gemelos bandidos y regrese a mi piso sintiendome bien. Katia trajinaba en la cocina. Mi nariz hambrienta se sintio encantada y transmitio el encanto a todo mi organismo: en la cocina se preparaba un estofado de carne al vino.

Mientras me quitaba el abrigo, Katia salio corriendo de la cocina, me presento su mejilla calida para que la besara, y mientras mantenia las manos en alto, como un cirujano antes de una operacion, comenzo a contarme algo de sus lios en el trabajo.

Al principio, la escuchaba a medias, porque de nuevo me causaba asombro el hecho de que siendo tan bella, siendo una chica joven muy coqueta, muy divertida, tuviera tantos fracasos. ?Como era posible? Que absurdo. Yo siempre habia considerado que una mujer con ese toque solo cosechaba exitos, y ahi la tienes... Treinta anos. Dos hijos. El primer marido se esfumo. El segundo es una basura, un moco pegajoso. Tiene problemas en el trabajo. Tiene su tesis doctoral terminada desde hace tres anos pero no puede presentarla. Es algo que no funciona, algo inexplicable...

La segui maquinalmente a la cocina y de repente me di cuenta de que Katia decia cosas extranas que me atanian directamente.

Al parecer ese dia, tras el intermedio para comer, la habia citado el jefe de personal y la habia sometido a un interrogatorio formal. La mayor parte de las preguntas eran las habituales, sobre su filiacion personal, pero entre ellas, subrepticiamente, colaba preguntas inexplicables. Katia, muy sensible, las descubrio enseguida y sin demostrarlo las memorizo y ahora me las contaba, una tras otra... ?Desde que edad se acordaba de su padre, o sea de mi? ?Conocia a alguno de los amigos de preguerra de su padre? ?Habia estado alguna vez en la ciudad natal de su padre, o sea en Leningrado? En tal caso, ?se habia reunido el padre con alguno de esos amigos? ?Le habia contado algo su padre del destino del edificio en Leningrado donde habia crecido y vivido antes de la guerra?

Despues de soltar todo esto, callo y me miro, expectante. Yo tambien calle, mientras me daba cuenta con horror de que mi rostro enrojecia cada vez mas y mis ojos bizqueaban de la manera mas sospechosa. Me sentia un imbecil total.