Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 30

Claro esta que antes tambien se habian dado casos en que un pintor o un sabio no del agrado de la favorita real, que generalmente era alguna dama voluptuosa y estupida, habia sido vendido al extranjero o envenenado con arsenico. Pero hasta Don Reba nadie se habia dedicado verdaderamente a ello. Durante los anos que Don Reba llevaba ejerciendo el cargo de Ministro omnipotente de Seguridad de la Corona, habia hecho tales estragos en el mundo cultural de Arkanar que incluso algunos grandes nobles habian expresado su disgusto manifestando que la corte estaba aburrida, y que durante los bailes tan solo se oian chismes idiotas.

Baguir Kissenski, acusado de enajenacion mental capaz de producir delitos de Estado, fue encerrado en un calabozo, del que pudo salir y ser trasladado a la metropoli gracias a los enormes esfuerzos realizados por Rumata. Su observatorio fue quemado, y sus discipulos que quedaron con vida huyeron cada cual a donde pudo. Tata, el galeno de la corte, al igual que cinco colegas suyos, resulto ser un envenenador que, por instigacion del duque de Irukan, conspiraba contra la Real persona, de todo lo cual se reconocio culpable tras ser sometido a tortura, y, por supuesto, fue ahorcado en la Real Plaza. Rumata gasto treinta kilos de oro tratando de salvarle, perdio cuatro agentes (nobles que no sabian lo que hacian realmente), y poco falto para que cayese el mismo, ya que fue herido en uno de los intentos por liberar a los condenados. Aquella fue su primera derrota, tras la que comprendio que Don Reba no era un simple figurante. Una semana mas tarde Rumata se entero de que el alquimista Sinda iba a ser acusado de ocultacion al tesoro del secreto de la piedra filosofal. Rumata, que estaba aun furioso por su reciente derrota, preparo entonces una emboscada cerca de la casa del alquimista, y el mismo, con la cara tapada por un trapo negro, desarmo a los milicianos que debian arrestar a Sinda, los ato y los encerro en un sotano. Y aquella misma noche el alquimista, que no se habia enterado de nada, fue acompanado hasta la frontera de Soan, donde se encogio de hombros y continuo sus experiencias en busca de la piedra filosofal, vigilado de cerca por Don Kondor. Pepin el Bueno decidio inesperadamente meterse a fraile, e ingreso en un lejano monasterio. Tsuren el Sincero, que una vez desenmascarado el doble sentido y la tolerancia a los gustos del vulgo de que adolecian sus composiciones poeticas fue deshonrado y privado de sus bienes, intento presentar batalla y comenzo a recitar en las tabernas baladas abiertamente destructivas. Elementos patrioticos lo apalearon por dos veces, dejandolo por muerto. Finalmente, tras estos incidentes, el poeta decidio seguir los consejos de su buen amigo y admirador Don Rumata, y marcho a la metropoli. A Rumata le quedo un recuerdo imperecedero del instante en que Tsuren, estando ya en la cubierta del barco a punto de zarpar, se aferro, con sus finas manos a unos obenques y, palido como estaba V. por la borrachera, comenzo a recitar con una voz joven y sonora su soneto de despedida: Cual hoja marchita cae sobre el alma…

En cuanto a Gur el Escritor, se sabia que fue llamado al despacho de Don Reba y que, tras hablar con el, habia comprendido que un principe de Arkanar no podia enamorarse de una escoria enemiga, y habia llevado personalmente sus libros a la Real Plaza y los habia arrojado uno por uno a la hoguera. Ahora, cada vez que el Rey realizaba una salida, se veia a un Gur encorvado y con rostro cadaverico entre una multitud de cortesanos, esperando una disimulada sena de Don Reba para dar un paso adelante y recitar versos ultrapatrioticos que aburrian a todo el mundo.

Los actores representaban ahora una unica obra: La Aniquilacion de los Barbaros o el Mariscal Totz, Rey Pisa I de Arkanar. Los cantantes preferian los conciertos con acompanamiento de orquesta. Los pintores que aun conservaban el pellejo pintaban letreros. Es cierto que dos o tres de estos pintores seguian siendo pintores de la corte, y se dedicaban a pintar retratos del Rey en compania de Don Reba, en los cuales este ultimo sujetaba al Monarca por el codo (no se alentaban otras variantes). En estos retratos, el Rey aparecia como un hermoso joven de unos veinte anos, con la armadura puesta, y Don Reba como un hombre ya maduro de rostro importante. Si, la corte de Arkanar se habia vuelto aburrida. No obstante, los grandes senores, los nobles desocupados, los oficiales de la guardia y las frivolas beldades, los unos por vanidad, los otros por costumbre y los terceros por miedo, cada manana, al igual que en los mejores tiempos, hacian acto de presencia en las recepciones de palacio. Hablando honestamente, muchos de estos nobles ni siquiera se habian dado cuenta del cambio, porque en los conciertos y en los certamenes poeticos de antano lo que mas les importaba eran los descansos, durante los cuales podian discutir los meritos de sus sabuesos y contarse chistes picantes. Tambien podian comentar las cualidades de las almas del otro mundo, pero consideraban que los temas como la forma del planeta o las causas de las epidemias eran indecorosos. Entre los oficiales de la guardia produjo sin embargo cierta melancolia la desaparicion de los pintores, entre los cuales no faltaban maestros en el arte del desnudo.

Rumata llego a palacio con un cierto retraso. La recepcion matinal habia ya comenzado. Los salones estaban repletos, y se oian la voz irritada del Rey y las melodiosas ordenes del Ministro de Ceremonias disponiendo el vestido de Su Majestad. Los palaciegos hablaban de lo ocurrido la noche pasada. Un bandido con rostro de irukano y armado con un estilete habia penetrado por la noche en palacio y, tras asesinar a un centinela, entro en la alcoba real, donde habia sido desarmado y detenido personalmente por Don Reba. Cuando el magnicida era conducido a la Torre de la Alegria, una muchedumbre de enfurecidos y fieles patriotas habia caido sobre el y lo habia literalmente despedazado. Aquel era el sexto atentado en el ultimo mes, por lo que el hecho en si no llamo demasiado la atencion. De lo que se hablaba era de los pormenores del mismo. De este modo pudo saber Rumata que cuando Su Majestad vio al criminal, se incorporo en el lecho, cubrio con su cuerpo el de la hermosa Dona Midara, y pronuncio estas historicas palabras: «?Vete de aqui, canalla!». La mayoria de los presentes explicaba estas palabras suponiendo que el Rey confundio al criminal con uno de sus lacayos. Y en lo que todos coincidian era en opinar que Don Reba siempre estaba alerta, y en que era invencible en la lucha cuerpo a cuerpo. Rumata dio a entender con buenas palabras que estaba de acuerdo con esta opinion, y ademas refirio la historia, que acababa de inventar, de como Don Reba fue agredido en una ocasion por doce bandidos, de los cuales tres quedaron tendidos en el suelo, y los demas se dieron a la fuga. La historia fue escuchada con gran interes y credulidad, en vista de lo cual Rumata insinuo que el la supo a traves de Don Sera; y como este era conocido por todos como un gran embustero, la desilusion fue enorme. Sobre Dona Okana nadie comentaba nada. O no estaban enterados de ello, o lo disimulaban.

Estrechando manos, repartiendo cumplidos y algun que otro codazo, Rumata fue abriendose paso entre aquella multitud emperifollada, perfumada y sudorosa, Los cortesanos charlaban a media voz. «Si, si, esa misma yegua. Tenia las manos rozadas y, que el diablo se la lleve, aquella misma noche la perdi adrede jugando con Don Keu.» «Y hablando de muslos… ?senor mio, que muslos! Como decia Tsuren: Montanas de espuma fresca… n-no, no… esto… Cerros de espuma fresca… Bueno, no importa: unos muslos descomunales.» «Entonces abro de pronto la ventana, me pongo el punal entre los dientes y, figuraos, amigo mio, siento que la reja se doblega bajo de mi.» «Le di en los dientes con la empunadura de mi espada, de tal modo que el asqueroso perro Gris dio dos vueltas de campana. Si quiere puede ir a verlo: ahora esta asi, con los labios de esa manera…», «…y Don Tameo vomito en el suelo, resbalo, y fue a caer de cabeza en la chimenea…», «…y el fraile le dijo: Cuentame, hija mia, cuentame el sueno que has tenido… ?ja, ja, ja!».