Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 32

— ?Bandido! — grazno -. ?Donde esta ese doctor? ?Responde pronto o te estrangulo!

Don Reba sonrio amigablemente y dio un paso adelante.

— Vuestra Majestad — dijo — es realmente un soberano dichoso, puesto que son tantos sus fieles subditos que a veces se estorban entre si en su deseo de servirlo. — El Rey lo miro inexpresivamente -. No niego que el noble proposito de una persona tan vehemente como don Rumata, lo mismo que todo lo que ocurre en el reino, me es conocido. No niego que fui yo quien mando al encuentro del doctor Budaj a nuestros tutelares Milicianos Grises, con el unico proposito de ahorrarle a ese venerable anciano los posibles contratiempos de un viaje tan largo. Tampoco niego que no me apresure a presentar ante Su Majestad a Budaj el irukano.

— ?Y como te atreviste a hacer eso? — le reprocho el Rey.

— Vuestra Majestad, Don Rumata es joven aun, y tan inexperto en politica como diestro en lances de honor. El no sabe las bajezas de que es capaz el duque de Irukan, llevado por la profunda y feroz ira que siente contra Vuestra Majestad. Pero nosotros estamos vigilantes, ?no es asi, Majestad? — el Rey asintio con la cabeza -. Es por eso por lo que crei necesario llevar a cabo primero una pequena investigacion. No creo que sea prudente apresurarnos, pero si Su Majestad — una reverencia al Rey — y Don Rumata — una inclinacion de cabeza a Rumata — insisten, hoy mismo, despues de comer, el doctor Budaj comparecera ante Vuestra Majestad para iniciar vuestra curacion.

— No sois tonto, Don Reba — acepto el Rey -. No esta mal llevar primero a cabo una investigacion. Nunca esta de mas. Maldito irukano… — dio un alarido, y volvio a cogerse la rodilla -. ?Maldita pierna! Bien… ?lo espero despues de comer!

El Rey se apoyo en el hombre del Ministro de Ceremonias y se dirigio lentamente hacia la sala del trono, pasando junto a Rumata, que no podia salir de su asombro. Cuando el Rey se hubo perdido entre el nutrido grupo de cortesanos que le abrian paso, Don Reba le dirigio a Rumata una amable sonrisa y le pregunto:

— Esta noche estais de guardia en la alcoba del principe, ?no es asi?

Rumata asintio sin decir palabra. Rumata se dedico a recorrer los interminables pasillos de palacio, oscuros, humedos, y que olian a amoniaco y a podredumbre. Iba pasando a traves de suntuosas habitaciones adornadas con alfombras y tapices, por gabinetes llenos de polvo, con ventanas estrechas y enrejadas, y junto a almacenes llenos de trastos viejos. Por alli casi no habia gente. Eran raros los cortesanos que se aventuraban a recorrer aquel laberinto de la parte posterior de palacio, donde de los regios aposentos se pasaba sin transicion aparente a la cancilleria del Ministerio de Seguridad de la Corona. Alli no era dificil perderse. Aun era reciente el caso ocurrido a una patrulla de la guardia real cuando iba haciendo el recorrido exterior de palacio. La patrulla fue sorprendido por las desesperadas voces de un hombre que, dirigiendose a ella, sacaba sus aranados brazos por entre las rejas de una tronera. «?Salvadme!», gritaba el desdichado. «?Soy un paje! ?No se como salir de aqui! ?Hace ya dos dias que no como! ?Sacadme de este encierro!» Y durante diez dias estuvieron discutiendo los Ministros de Finanzas y del Patrimonio Real, hasta que finalmente decidieron cortar la reja. Durante estos diez dias hubo que alimentar al pobre paje haciendole llegar el pan y la carne pinchados en la punta de una pica. Tambien eran peligrosos aquellos corredores porque en ellos los soldados de la guardia real, que siempre estaban algo bebidos, solian tropezarse con los Grises que guardaban el Ministerio, que tampoco eran abstemios. En aquellos encuentros solian enzarzarse a espadazos hasta que se cansaban, tras lo cual cada bando se marchaba por su lado llevandose sus heridos. Finalmente, se rumoreaba que por alli se paseaban tambien los difuntos, que tras dos siglos de existencia de palacio no eran pocos.

Del interior de una cavidad de la pared surgio un centinela Gris, con el hacha preparada.

— Esta prohibido el paso — dijo secamente. — ?Y tu que sabes, imbecil? — respondio Rumata distraidamente, a la vez que lo apartaba con una mano.

Siguio adelante, y se dio cuenta de que el centinela ni se movio de su sitio. De pronto se dio cuenta de que las palabras afrentosas y los gestos vulgares le salian espontaneamente, y no por el hecho de estar representando el papel de un cinico de alta cuna, sino porque hasta cierto punto actuaba ya asi. Se imagino a si mismo en la Tierra con aquellos modales, y sintio verguenza. ?Como me ha ocurrido esto?, penso. ?Adonde han ido a parar mi educacion y el respeto que me inculcaron de pequeno hacia mis semejantes, esos seres magnificos que se llaman hombres? Y lo peor es que ya no hay quien pueda salvarme, se horrorizo. Porque los odio realmente, los desprecio… No siento hacia ellos la menor lastima. Los odio y los desprecio. Puedo justificar la brutalidad de este muchacho al que acabo de apartar de mi paso por las condiciones sociales en que se ha desarrollado, por la educacion tan feroz que ha recibido, por todo lo que se quiera, pero veo claramente que es mi enemigo, que es el enemigo de todo lo que yo quiero, de mis amigos y de lo que considero mas sagrado. Y por eso mi odio no es teorico, no es el odio al «representante tipico» de una sociedad, sino algo personal. Lo odio por la cara babosa que tiene, por lo que apesta su cuerpo sucio, por ser ciego en su fe, por su rabia hacia todo lo que rebasa los limites de sus instintos carnales y su aficion a la bebida. Ahi esta ahora ese cernicalo, a quien no hace aun medio ano su panzudo padre molia a palos con la sana esperanza de poderle ensenar a vender harina pasada y confituras en almibar, resollando e intentando en vano recordar los parrafos mal empollados del reglamento y sin saber que hacer: si darme un hachazo, gritar «?a mi la guardia!», o simplemente dejarme pasar sin que nadie se entere. Esto ultimo es lo que hara, y luego volvera a meterse en su cavidad y seguira rumiando su corteza de mascar y babeando. Y no hay nada mas de este mundo que le interese, ni siquiera pensar. ?Pensar! ?Para que? ?Acaso nuestro aguila Don Reba es mejor que el? Es cierto que su psicologia esta mas embrollada y sus reflejos son mas complejos, pero sus ideas son parecidas a los laberintos de este palacio, que apestan a amoniaco y a crimenes, y el se ha convertido ya en un ser vil, en un criminal horrible, en una arana despiadada. Yo vine aqui por amor a los hombres, para ayudarles a erguirse y a ver el cielo. Pero esta visto que soy un mal explorador. No sirvo para sociologo. ?Cuando habre caido en el pantano del que hablaba Don Kondor? ?Es que un dios puede tener algun otro sentimiento que no sea la piedad?

A espaldas de Rumata se oyeron pasos por el corredor. Rumata se detuvo y poso una mano en su espada. Pero quien venia hacia el era Don Ripat.

— ?Don Rumata!… ?Don Rumata! — llamo desde lejos, en voz baja.

Rumata solto la espada. Cuando llego a su lado, Don Ripat miro hacia atras y dijo a su oido:

— Hace una hora que os estoy buscando. ?Vaga Koleso esta en palacio! Esta hablando con Don Reba en los aposentos lilas.

Rumata fruncio las cejas por un instante. Luego se separo prudentemente y dijo con tono de sorpresa:

— ?Os referis al celebre bandido? ?Pero acaso no es un personaje imaginario? O mejor dicho, ?no habia sido ya ejecutado?