Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 50
— Tragadla — dijo Rumata -. Os sentireis mejor inmediatamente.
Budaj, sin dejar de apoyarse en la pared, cogio la tableta, la miro, la olisqueo, levanto sus peludas cejas, abrio la boca y la probo con la punta de la lengua.
— Tragadla sin temor — dijo Rumata, sonriendo.
Budaj obedecio.
— Mmmm… — dijo -. Yo pensaba saberlo ya todo acerca de medicinas. — Callo, prestando atencion a las sensaciones que iba experimentando -. Interesante. ?Que es, bazo disecado de jabali? Pero no, no sabe a putridez.
— Vamos — dijo Rumata.
Siguieron por el corredor, subieron una escalera, pasaron por otro corredor y subieron otra escalera. Y de repente, Rumata se detuvo como si lo hubieran clavado en el suelo. Un rugido profundo y familiar conmovio las bovedas de la prision. En las entranas de la carcel, gritando a voz en cuello, lanzando maldiciones monstruosas, blasfemando, insultando a la Orden Sacra, a Don Reba y a muchas cosas mas, se hallaba su buen amigo el baron de Pampa, senor de Bau, Suruga, Gatta y Arkanar. Tambien has caido, penso Rumata apesadumbrado, Me habia olvidado de ti. Mientras que tu, en mi caso, no te hubieras olvidado de mi. Se quito dos brazaletes, se los puso a Budaj en sus flacas manos y le dijo:
— Id subiendo, pero no salgais mas alla de la puerta. Esperadme en algun sitio apartado. Si alguien os dice algo, mostrad estos brazaletes y comportaos insolentemente.
El baron de Pampa seguia rugiendo como un rompehielos atomico entre las nieblas polares. Su ronco eco se repetia en las bovedas. La gente que habia en los corredores se inmovilizo, escuchando con veneracion aquellos improperios. Muchos se santiguaron para alejar a los espiritus del mal. Rumata bajo a toda prisa dos tramos de escalera, arrollando a los monjes que encontraba a su paso, atraveso como un rayo el monton de alumnos de la Escuela Patriotica, y de un puntapie abrio de par en par la puerta de la camara de donde surgian los gritos. A la vacilante luz de las antorchas distinguio a su amigo Pampa. El poderoso baron estaba atado a la pared, manos y piernas en cruz, cabeza abajo. Su rostro estaba ya negro por la afluencia de sangre. Tras una destartalada mesa se hallaba sentado un funcionario, tapandose los oidos, mientras un verdugo, reluciente de sudor y con aspecto de sacamuelas, revolvia en una palangana de hierro unas rechinantes herramientas.
Rumata cerro cuidadosamente la puerta, se acerco al verdugo por detras, y le golpeo la cabeza con la empunadura de la espada. El verdugo dio media vuelta, se llevo las manos a la cabeza y cayo sentado en la palangana. Rumata desenvaino entonces la espada y de un tajo hendio la mesa y los papeles que tenia delante el funcionario. Tras esto, todo quedo tranquilo. El verdugo siguio sentado en su palangana, hipando en silencio, y el funcionario demostro su gran agilidad corriendo a cuatro patas hasta el rincon mas alejado de la celda y acurrucandose alli. Rumata se acerco al baron, que lo estaba mirando entusiasmado desde su posicion invertida, agarro las cadenas que sujetaban sus piernas, dio un par de tirones y las arranco de la pared. Luego puso cuidadosamente los pies del baron en el suelo. El baron dejo de rugir, se quedo unos instantes inmovil en una postura extrana, y de repente dio un fuerte tiron y libero sus manos.
— ?Puedo creer — bramo de nuevo, mientras sus ojos inyectados en sangre giraban locamente — que sois realmente vos, mi noble amigo? ?Por fin os encontre!
— Si, soy yo — dijo Rumata -. Vamonos de aqui, amigo mio. Este no es sitio para vos.
— ?Cerveza! — rugio el baron -. Por aqui habia cerveza. — Empezo a buscar por la camara, arrastrando las cadenas y sin dejar de hacer ruido -. ?Durante media noche estuve recorriendo la ciudad! Estos malditos me dijeron que os habian arrestado, y he matado a un monton de gente. Estaba seguro de que os encontraria en esta prision. Y efectivamente…
Se acerco al verdugo y, de un manotazo, lo aparto a el y a la palangana como si fueran una pluma. Alli estaba el barrilito de cerveza. El baron lo desfondo de un punetazo, lo levanto en vilo, echo hacia atras la cabeza e inclino el barril. Un caudaloso chorro de cerveza inundo su garganta. Un espectaculo encantador, penso Rumata, mirando admirativamente al baron. Parece un toro, pero me estuvo buscando toda la noche, me queria salvar, y seguramente vino a esta carcel por su propio pie creyendo que me encontraria aqui. Si, pese a todo aun quedan en este mundo verdaderas personas, maldita sea… ?y afortunadamente todo ha terminado bien!
El baron vacio el barrilito y lo arrojo al rincon donde se hallaba el funcionario temblando estrepitosamente. Se oyo un chillido de rata.
— Como podeis ver — dijo el baron, limpiandose las barbas con una mano -, ya estoy en condicion de seguiros. ?No importa que este en cueros?
Rumata miro a su alrededor, se fue hacia el verdugo y le quito el mandil.
— Poneos esto por ahora.
— Llevais razon. No estaria bien presentarme ante la baronesa en esta forma.
Por fin salieron de la camara. No hubo nadie que se atreviera a cerrarles el paso. El corredor iba quedando vacio veinte pasos por delante de ellos.
— Los voy a hacer pedazos — iba rugiendo el baron -. ?Han ocupado mi castillo! ?Y han puesto alli a un tal padre Arima! No se de quien sera padre, pero juro por Dios que sus hijos van a convertirse en huerfanos muy pronto. Maldita sea… ?No os parece, querido amigo, que estos techos son demasiado bajos? Me he desollado la coronilla. Asi llegaron al ultimo tramo de escaleras y, sin mas contratiempos, lo subieron y salieron a la torre. El espia guardaespaldas se dejo ver un instante y desaparecio entre el gentio. Rumata vio a Budaj y le hizo una sena para que le siguiese. La gente que habia junto a la puerta se aparto como si hubiera sido cortada con el filo de una espada. Unos gritaban que habia escapado un peligroso reo del Estado, otros decian: «?Ahi va el Diablo Desnudo, el celebre verdugo descuartizador estoriano!».
El baron llego hasta la mitad de la plaza y se detuvo. El sol le molestaba en los ojos. Habia que darse prisa. Rumata echo una ojeada a su alrededor.
— Mi caballo tiene que estar por aqui — dijo el Baron -. ?Hey! ?Donde esta mi caballo?
Junto a los postes de amarre de la caballeria de la Orden se produjo un cierto revuelo.
— ?No, ese no! — grito el Baron -. ?Aquel, el gris con lunares!
— ?En nombre del Senor! — grito Rumata con retraso, y se saco por la cabeza el tahali con la espada.
Un monjecito asustado y con la sotana sucia le trajo el caballo al baron.
— Dadle algo para las animas, Don Rumata — dijo el baron, montando pesadamente en el animal.
— ?Alto! — gritaron desde la torre.
Por la plaza venian ya un monton de monjes, boleando sus razas. Rumata le dio la espalda al baron.
— Daos prisa, baron.