Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис. Страница 53
Budaj fruncio el ceno y se puso a pensar en silencio. Rumata espero su respuesta. En la calle volvio a oirse el sonoliento chirrido de carretas. Budaj dijo quedamente:
— «Entonces, Senor, barrenos de la faz del planeta y crea a otros mas perfectos… o dejanos asi y permitenos seguir por nosotros mismos nuestro camino.»
— «Mi corazon esta lleno de piedad — murmuro Rumata, despacio -. No puedo consentir ninguna de estas dos cosas.»
Y mientras decia esto vio como Kira lo miraba con miedo y esperanza a la vez.
IX
Rumata hizo que Budaj se acostara para descansar antes de emprender su largo camino, y se dirigio a su gabinete. El efecto de la sporamina se estaba disipando, y de nuevo empezaban a dolerle las contusiones y a inflamarsele las munecas. Hay que dormir un poco, penso, y hay que entrar en contacto con Don Kondor. Hay que llamar tambien al dirigible de patrulla para que adviertan a la Base. Y hay que pensar que podemos hacer ahora, si es que podemos hacer algo… y que decision tomar si ya no se puede hacer nada.
De improviso, Rumata se dio cuenta de que en el gabinete habia un monje vestido de negro y con el capuchon calado hasta los ojos. Estaba sentado junto a la mesa, con las manos apoyadas en los altos brazos del sillon y muy encorvado. Bien, bien, penso Rumata.
— ?Quien eres y como has entrado aqui? — pregunto con voz cansada.
— Buenos dias, Don Rumata — dijo entonces el monje, echandose hacia atras el capuchon.
Rumata agito la cabeza.
— ?Vaya sorpresa! — exclamo -. Bienvenido seas, glorioso Arata? ?Como has llegado hasta aqui? ?Que ha ocurrido?
— Lo de siempre — respondio Arata -. Mi ejercito se ha dispersado, la gente se ha dedicado a repartirse la tierra, nadie quiere ir hacia el sur. El duque esta reagrupando a sus soldados que quedaron vivos, y muy pronto empezara a colgar a mis campesinos con los pies hacia arriba a todo lo largo de la carretera de Estoria. Lo de siempre.
— Comprendo — dijo Rumata. Se recosio en el sola, puso las manos detras de su cabeza y miro a Arala. Hacia veinte anos, cuando Anton hacia modelos y jugaba a Guillermo Tell, aquel hombre era llamado Arala e! Hermoso, y seguramente su aspecto era muy distinto del que tenia ahora.
Por aquel entonces, Arala el Hermoso no tenia en su magnifica y ancha frente aquel horrible estigma de color lila, porque aquella marca se la hicieron despues de la insurreccion de los navieros soanos, cuando tres mil esclavos artesanos desnudos, arrastrados hasta los astilleros de Soan desde todos los rincones del Imperio y torturados hasta perder el instinto de conservacion, escaparon del puerto una noche de tormenta y pasaron por Soan como una ola, dejando tras de si muerte y luego, y no se detuvieron hasta llegar a las afueras de la ciudad, donde se encontraron con la infanteria Imperial esperandoles protegida por sus relucientes armaduras.
Y, naturalmente, Arata el Hermoso tenia dos ojos. El ojo derecho se lo saltaron de un mazazo cuando el ejercito campesino de veinte mil hombres que perseguia por la metropoli a las milicias de los barones se topo, en campo abierto, con cinco mil soldados de la guardia Imperial, y fue rapidamente dividido, cerrado y pateado por las claveteadas herraduras de los camellos de combate.
Y Arata el Hermoso debia ser esbelto como un junco. Porque su joroba y su actual apodo databan de la insurreccion plebeya que tuvo lugar en el ducado de Uban, que se encontraba a dos mares de alli, cuando tras siete anos de pestes y sequias cuatrocientos mil esqueletos vivientes armados de horcas y pertigas mataron a los nobles y pusieron cerco al duque de Uban en su propia morada. El duque, cuya debil inteligencia se vio fortalecida por el peligro que lo amenazaba, dicto un perdon general para sus subditos, bajo cinco veces el precio de las bebidas alcoholicas, y prometio dar libertades. Arata se dio cuenta de que aquello era el fin, y empezo a explicar y a exigir a todos que no cayeran en el engano; pero fue cogido por sus propios cabecillas, que pensaban que la ambicion puede romper el saco, y apaleado con barras de hierro hasta que lo dieron por muerto y lo echaron a un albanal.
El fuerte anillo de hierro que llevaba en la muneca derecha si lo tenia cuando le llamaban Arala el Hermoso. Aquel anillo era la manilla que lo encadenaba al remo de una galera pirata. Arata rompio la cadena, le dio al capitan Egu el Amable un golpe en la sien con aquel mismo anillo, se apodero de la nave y luego de toda la escuadra pirata, e intento crear una republica libre en el mar. Pero aquella empresa termino en una orgia de sangre y borracheras, porque Arata era aun muy joven, no sabia odiar y pensaba que la libertad por si misma era suficiente para que los esclavos se sintieran semejantes a dioses.
Arata era un sedicioso profesional, vengador por la gracia de Dios, un personaje bastante extrano en aquella edad media. La evolucion historica crea a veces lucios como aquel, y los arroja a los remolinos sociales para que las gordas carpas no puedan vivir tranquilas a costa del plancton. Arala era la unica persona en aquel mundo por la que Rumata no sentia odio ni lastima, y en sus suenos febriles de hombre de la Tierra que habia tenido que vivir alli cinco anos entre sangre y hedor, Rumata se veia a si mismo como Arata, que despues de pasar por todos los infiernos del universo tenia el gran derecho de matar a los asesinos, torturar a los verdugos y traicionar a los traidores.
— Hay ocasiones en que me parece que todos somos impotentes — dijo Arata -. Soy el eterno cabecilla de los rebeldes, y se que toda mi fuerza esta en mi extraordinaria vitalidad. Pero esta fuerza no puede con mi impotencia. Mis victorias se transforman como por arte de magia en derrotas. Mis amigos de armas se tornan en mis enemigos, los mas valientes huyen y los mas fieles me traicionan o mueren. Y como no tengo mas que mis manos, no puedo alcanzar los idolos dorados que se ocultan en las fortalezas.
— ?Como has llegado a Arkanar? — pregunto Rumata.
— He venido con los monjes.
— ?Estas loco? ?No comprendes lo facil que es identificarte?
— Si, pero no entre un monton de monjes. Entre los oficiales de la Orden, la mitad estan tan chiflados y mutilados como yo. Los invalidos son los preferidos de Dios.
— ?Y que piensas hacer ahora?
— Lo de siempre. Conozco bien a la Orden Sacra. Antes de un ano la gente de Arkanar no tendra mas remedio que salir de sus escondrijos y luchar por las calles con el hacha en la mano. Entonces los acaudillare para que sepan a quien tienen que golpear y no persigan a todos sin distincion o se maten entre si.
— ?Necesitas dinero?
— Siempre necesito dinero. Y armas… — hizo una pausa, y luego anadio con voz insinuante -: Don Rumata, no sabeis la desilusion que me lleve cuando supe quien erais. Odio a los curas. Por eso, fue muy amargo para mi saber que sus mentirosos cuentos eran verdad. Pero el pobre rebelde tiene que sacar partido de todo lo que puede. Los curas dicen que los dioses son duenos de los rayos. Don Rumata, necesito desesperadamente esos rayos para poder derribar las murallas de las fortalezas.